Cuando paseo por los pueblos de nuestra provincia casas con portalillo, aunque sean algo distintos a la mayoría de los que quedan, se me alegra el corazón al recordar tiempos, cuando siendo aun niño visitaba a mis abuelos en verano y el portalillo de su casa era lugar de juegos y encuentros entre los primos y amigos que a la hora de la siesta jugábamos a las cartas. También, cuando a la caída de la tarde, en los poyos que lo franqueaban se reunía la tertulia de vecinos y familiares, en ocasiones ... (ver texto completo)
Lo que cambia nuestra vida no es un gran día sino pequeños momentos, casi inapreciables, que se transforman en constumbres a cambiar con el tiempo