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ALDEASECA DE LA FRONTERA: EL SR. PEPE “ EL HERRERO - (CONTINUACIÓN)...

EL SR. PEPE “ EL HERRERO - (CONTINUACIÓN)

La fragua era lugar común y habitual de reuniones y encuentros espontáneos e imprevistos, congregaciones, foros o parlamentos, primordial y fundamentalmente de agricultores y ganaderos que acudían para preparar, previo inicio de la temporada, sus utensilios y útiles propios de la labranza, o bien restaurarlos por desgate de su continuo y constante uso, o así mismo, cuando las faenas domésticas, ganaderas y agrícolas liberaban y eximían de la obligada actividad, concediendo un merecido ocio y descanso, sobre todo cuando el labrantío no requería una dedicación y actividad plenas, ya por inclemencia del tiempo, ya porque la época de labores no era aún la propicia y favorable, en definitiva, períodos de inactividad agrícola, donde se vertían y debatían opiniones de toda índole y condición sobre la última cosecha recolectada, propia y ajena: el número de fanegas obtenidas de la finca allá al CAÑO HONDO, pródiga en cebada como producto y razón del excelente cultivo y aplicación de las correspondientes labores en el tiempo apropiado; beneficio y rendimiento, perjuicio o trastorno que reportaría dejar en barbecho para la próxima temporada la tierra de LAS ADOBERAS; se censuraría y reconvendría a quien por su tacañería y mezquindad, sus tierras no habían sido lo suficientemente feraces y fecundas, escatimando labores y escaseando abonos; se ensalzaba, con cierta envidia de algunos, la habilidad y pericia de aquel labrador que con su par de mulas o bueyes trazaba los surcos con derechura de velas; se criticaba la impericia, incompetencia y torpeza de aquellos que no se atenían a unos cánones o principios de perfección. El gremio de labradores valoraba en demasía estas aptitudes. De igual manera, se hacía mención a las cualidades o defectos, el resabio o la docilidad de la nueva adquisición del par de mulas de un vecino agricultor; la escasez o abundancia en la producción lechera que daban las vacas de fulano. En definitiva, se dogmatizaba y pontificaba sobre temas de conversación de lo más variopinto, animados y controvertidos y hasta quizá acalorados, sin marginar u obviar aquellos de naturaleza perteneciente a la intimidad de las personas, o de cualquier suceso, evento o acontecimiento festivos y gozosos, tristes y dolorosos que rompieran o alteraran el curso normal de la convivencia diaria, todo ello obligado a pasar por el fielato crítico y juicioso de su parecer, dictamen y aprobación como censores o catones y vigilantes del “buen” convivir. Entre tanto el SR. PEPE, cual mitológico Vulcano en su fragua, activo, ceremonioso y solemne en su función, revestido con sus ropajes de faena,-- delantal al cuello y atado a la cintura como protector de quemaduras, pañuelo anudado al cuello y gorra cubriéndole la cabeza y su sudorosa cara llena y cubierta de tiznones--, elevaba, ajeno a las conversaciones y abstracto en su función, su vigoroso y nervudo brazo donde en su mano sostenía, -desde mi exagerada apreciación infantil de la magnitud de las cosas-, un considerable, enorme y pesado martillo con el que golpeaba certero y preciso la incandescente pieza, apoyada den la bigornia, susceptible de forja o modificación. ¡Qué bien sonaba el repiqueteo metálico y cadencioso, rítmico y acompasado que producía el martillo al golpear el SR. PEPE junto con un voluntario ayudante, la pieza sobre la bigornia! Su sonido se oía a distancia.

Poseía unas facultades y aptitudes musicales innatas en su naturaleza y un excelente sentido del ritmo y del baile que los desplegaba y desarrollaba con salero, garbo y duende en sus personalísimas interpretaciones de la jota cuando era llegado el momento. Tocaba con destreza la guitarra; la armónica en sus labios no tenía secretos; gracia y donaire en el hábil manejo de las castañuelas o en su defecto, de las tejoletas; o como más arriba indiqué extraía cadenciosos sonidos y ritmos musicales de la bigornia y el martillo. ¡Un artista en definitiva!

A él acudíamos suplicantes, cual mendigos hambrientos en demanda de caritativa limosna, cuando el pico de nuestro peón se rompía o se perdía desprendido de la madera, para que solucionara nuestro “gravísimo problema”, ya que tal incidencia nos impedía “echar” la gran partida de peón. La mayor parte de las veces, con cara sonriente y semblante paternal y benévolo, accedía a nuestros lastimero ruegos haciendo un hueco y momento en su trabajo para paliar nuestro mal y nos ponía otro pico a nuestro peón. En escasas y extrañas circunstancias se mostraba arisco e irascible mandándonos con cajas destempladas a lejanos lugares a que nos resolvieran nuestro contratiempo.

Su personalidad e identidad eran, como las de algunos otros queridos convecinos de los que en otra ocasión han sido mencionados por sus peculiaridades y comportamientos, propiedad y patrimonio enteramente del pueblo, como hijo adoptivo de cada familia. Invitado, motu proprio, de espontánea y libre voluntad y aceptado con agrado y complacencia en cualquier acontecimiento familiar que se producía,-bodas, bautizos, etc.-. Eran frecuentes y habituales, bien por cortesía, amistad, atención u otro motivo, las visitas que realizaba a los domicilios inesperadamente, por el simple hecho de conversar, saludar, siendo recibido con las mismas muestras de simpatía, agrado, complacencia y cordialidad.

Como el SR. PEPE “EL HERRERO” asistía a todas las bodas, era proverbial y notorio un dicho que el pueblo acuñó y ha quedado en su acervo, con el que se identificaba a las personas, -y que aún se oye-, que sin tener vínculos familiares ni de parentesco, eran invitados reiterada y frecuentemente a bodas. “Vas a más bodas que el SR. PEPE “EL HERRERO”.

Con el tiempo, el SR. PEPE “EL HERRERO” a petición de sus hijos, para una mayor y mejor asistencia de él y su esposa en el final de sus vidas, se fueron a Madrid, donde fallecieron.
¡Todo un señor y caballero! Saludos

¡PAZ Y BIEN!

Paco García Sánchez.- Valladolid (Con frio y algo de lluvia)