ALDEASECA DE LA FRONTERA: TEJARES Y TEJEROS...

TEJARES Y TEJEROS

"Oficio noble y bizarro, de entre todos el primero, pues en las artes del barro, Dios fue el primer alfarero, y el hombre el primer cacharro”.

Hola Iván, bienvenido al foro. Con tu primera intervención en él has despertado en mí un sinfín de recuerdos de infancia. Hace unos días Paco nos recordaba al Sr. Pepe el herrero, al que luego yo definí como maestro de la fragua, en cuyo taller algunos comenzamos a entender los misterios del hierro, del acero y de otros metales.

Pues bien, si la fragua fue una de nuestras escuelas de infancia, otra de ellas fue el tejar, en el que nos iniciamos en el mundo del barro.

Al igual que en la fragua, el fuego jugaba en el tejar un papel decisivo. Me impresionaba aquel horno en el que se cocía la arcilla, que terminaba ofreciendo un color ocre rojizo.

Los tejeros, tu familia, fueron los primeros y únicos artesanos del barro que muchos de nosotros conocimos siendo niños. Recuerdo que visitaba con cierta frecuencia el tejar, y que me llamaban la atención los moldes y demás útiles artesanales que allí se empleaban, bajo la dirección de tu abuelo, el Sr. Julio, y que hacían posible que aquella arcilla empapada en agua terminase convertida en adobes, tejas o ladrillos.

Si no me traiciona la memoria, el tejar se nutría, al menos en parte, de la arcilla que se extraía del charco existente en el antiguo camino de “El Villar”, colindante con la “huerta vieja” y el prado.

Por otra parte, desconozco los antecedentes de “el tejar” que yo conocí siendo niño, aunque es muy probable que hunda sus raíces en una larga tradición familiar previa, de la que es posible que tú mismo tengas constancia. Lo que si me atrevo a afirmar, sin riesgo de equivocarme, es que el tejar ha tenido una innegable importancia en la historia de nuestro pueblo y su entorno, puesto que de ese taller del barro salieron buena parte de los adobes, ladrillos y tejas con las que se construyeron las casas que dieron cobijo a los habitantes de Aldeaseca, y que aún lucen en muchas de sus edificaciones y casas.

Recuerdo también que, por su proximidad con el antiguo cementerio, el tejar me imponía siempre un cierto respeto. E igualmente que me impresionaba mucho el hecho de que desde allí se lanzasen las bombas contra las tormentas primaverales y veraniegas que amenazaban con destruir las cosechas.

Saludos cordiales desde Zaragoza, JEP