Luz ahora: 0,12850 €/kWh

ALDEASECA DE LA FRONTERA: TAÑEN LAS CAMPANAS (V)...

TAÑEN LAS CAMPANAS (V)

Tocar a misa (días de diario)

Los días de diario se tocaba a misa sobre los nueve de la mañana. Para ello se utilizaba la campana principal, la grande, la que está en el frontal de la Torre. Si no recuerdo mal, se daban unas veinte campanadas, una de detrás de otra, de forma rápida, y después se hacía una breve pausa, tras la cual se daban otras tres campanadas más, separadas una de otra. Para ello se utilizaba una cuerda existente en la sacristía, al entrar en ella a la izquierda, desde la que se podía tocar directamente la citada campana. El toque inicial iba seguido del resto de las señales, que son de todos conocidas: en primer lugar las dos (un par de campanadas), posteriormente la una (una única campanada), y finalmente las todas (quince o veinte campanadas seguidas; creo que no había un número fijo). Tras las todas comenzaba inmediatamente la misa diaria.

Tocar a misa era una tarea que frecuentemente realizaban, a indicación de Don Eduardo, el Señor Cura, los monaguillos de los tiempos que estoy rememorando, entre quienes me encontraba, junto con otros niños del pueblo. Era un trabajo fácil de ejecutar, que exigía sin embargo tirar con fuerza de la soga. Desde el momento del primer toque hasta el inicio de la misa solían transcurrir aproximadamente treinta minutos.

Tocar a misa (domingos y días festivos)

Los domingos y festividades la misa se celebraba sobre las doce, si bien el primer toque se producía hacia las once de la mañana. Para esta primera señal era imprescindible subir a la Torre, para desde lo más alto de la misma ofrecer a toda la población un repiqueteo de tono festivo, alegre, atronador, de gloria..., y cargado de música, un pequeño concierto de campanas, que llenaba de sonoridad y vida todo el pueblo, y cuyas melodías podían llegar a escucharse en otros pueblos vecinos, en dependencia de cómo soplase el viento aquel día.

Fue esta una tarea que yo mismo ejecuté en incontables ocasiones, al igual que otros de mis coetáneos. Repicar las campanas era, al menos para mí, una experiencia especialmente atractiva y placentera, de esas que hechizan, que embriagan y que despiertan muchas emociones. Aún hoy puedo reproducir mentalmente, y creo que con bastante fidelidad, los sonidos que emitían las campanas de Aldeaseca antes de ser electrificadas (hace ahora casi dos años), así como los ritmos y movimientos corporales necesarios para conseguir un buen repiqueteo. Sonidos que me siguen despertando las mismas emociones de entonces.

Para tocarlas, quien ejercía de campanero se situaba en el centro de la Torre (más o menos), en la explanada final de la misma, mirando hacia la campana principal. Tomaba con la mano derecha la cuerda correspondiente a la misma, y con la izquierda una segunda cuerda que conectaba los badajos de las dos campanas restantes, que quedaban situadas a su izquierda. Seguidamente, el campanero tensaba bien la cuerda de la campana grande y comenzaba a repiquetearla de forma casi compulsiva (tan, tan, tan, tantararatatán, tantararatatán, tantararatatán..., tan, tan, tantararatatán, tantararatatán, tan, tan..., para seguidamente hacer sonar al mismo tiempo, de forma simultánea, y combinándolas con la campana grande, las otras dos campanas (tlan, tlan, tantararatatán, tlan-tlan/tan-tlan, tantararatatán, tantararatatán; tan, tan / tan, tan, tantararatatán, tantararatatán, tlan, tlan, tantararatatán, tlan/tlan,.., y así una vez tras otra, durante diez o quince minutos, marcando ritmos distintos, diferentes combinaciones, según la conveniencia, espontaneidad y creatividad del músico/campanero de turno, para finalizar con tres campanadas sueltas y separadas ejecutadas con la campana grande.

Tras el toque bullicioso y festivo que convocaba a la misa de domingos y fiestas, seguían el resto de las señales, que se daban desde la sacristía, al igual que los días de diario: las dos, la una, las todas, y finalmente, unos cinco minutos más tarde, de nuevo otra una final, exclusiva de domingos y festivos. Desde el momento del repiqueteo inicial hasta esta última una habían pasado unos sesenta minutos. Tras la segunda una, la misa comenzaba. Al salir, unos tres cuartos de hora más tarde, a los niños nos esperaba en la plaza la ruleta del señor Bernadino, nuestro barquillero de infancia...

Antes de finalizar este primero relato (al que seguirán otros), sobre los toques concretos de las campanas de Aldeaseca, aprovecho para corregir un primer error que he detectado: Me había olvidado hasta ahora de una de las campanas de nuestra Torre, la pequeña, la que mira al Monte Arauzo. A esta cuarta campana, que tiene un nombre concreto que ahora no recuerdo, yo la conocí siempre inactiva (quizá la olvidé por ello), aunque se que desde hace algo menos de dos años, tras su electrificación, ha vuelto a tañer de nuevo.

Saludos cordiales desde Zaragoza, JEP