TAÑEN LAS CAMPANAS (VII)
Hace unos días caía en mis manos el prólogo de una de las novelas más emblemáticas y universales de Ernest Hemingway: “Por quién doblan las campanas”. De él tomo en préstamo un hermoso texto, con el que encabezo el presente mensaje: “Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente... (por ello) la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”.
Doblan las campanas: La noche del día uno de noviembre
Durante toda la noche del día uno de noviembre (día de todos los Santos), y hasta el amanecer del día dos (día de las Ánimas), las campanas tañían ininterrumpidamente (siguiendo el ritmo que he señalado en mi anterior mensaje, el del toque de clamor), en recuerdo de todos los difuntos.
Siendo niño, la marcha fúnebre de nuestras campanas durante toda esa larga noche del uno al dos de noviembre me sobrecogía. Creo que era un sentimiento común, que ese tañido tan penetrante y lastimero nos sobrecogía a todos.
Desde que tenía diez años no he vuelto a escuchar este clamor largo y sostenido de las campanas de nuestro pueblo, puesto que la última noche de todos los Santos que pasé en Aldeaseca fue la de 1957. A pesar de ello, aún hoy puedo reproducir mentalmente los escenarios y acordes de aquel doblar incesante, así como las emociones asociadas a los mismos. Era una noche especialmente estremecedora, en la que las campanas doblaban de forma ininterrumpida gracias a la participación de diferentes campaneros, que no eran otros que los “mozos” jóvenes del pueblo, que las arrancaban sus gemidos por turnos.
Doblan las campanas: La señal por los muertos
La señal, que es un toque de clamor de unos cinco minutos, se tocaba y toca al producirse la muerte de algún vecino, habitante u originario del pueblo. Recuerdo que cuando yo era niño la señal se daba, normalmente, a primera hora del día, al salir el sol, y que era esta la forma de anunciar a todo el pueblo que algún vecino había fallecido.
Doblan las campanas: El toque de clamor en funerales y entierros
El toque de clamor se utilizaba y utiliza también para tocar a misa en el caso de los funerales. El resto de los toques para estas misas eran idénticos a los de los domingos, ya descritos. Las campanas también doblaban mientras se conducía el cadáver, a hombros de familiares y amigos, hasta el cementerio.
Y ya para finalizar el presente mensaje, recordaré aquellos versos, ya clásicos, que nos cantaba hace siglos Jorge Manrique: “Recuerde el alma dormida y avive el seso contemplando, cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando”. Sin lugar a dudas, toda muerte es en si misma una cura de humildad a la soberbia humana.
Saludos cordiales desde Zaragoza, JEP
Hace unos días caía en mis manos el prólogo de una de las novelas más emblemáticas y universales de Ernest Hemingway: “Por quién doblan las campanas”. De él tomo en préstamo un hermoso texto, con el que encabezo el presente mensaje: “Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente... (por ello) la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”.
Doblan las campanas: La noche del día uno de noviembre
Durante toda la noche del día uno de noviembre (día de todos los Santos), y hasta el amanecer del día dos (día de las Ánimas), las campanas tañían ininterrumpidamente (siguiendo el ritmo que he señalado en mi anterior mensaje, el del toque de clamor), en recuerdo de todos los difuntos.
Siendo niño, la marcha fúnebre de nuestras campanas durante toda esa larga noche del uno al dos de noviembre me sobrecogía. Creo que era un sentimiento común, que ese tañido tan penetrante y lastimero nos sobrecogía a todos.
Desde que tenía diez años no he vuelto a escuchar este clamor largo y sostenido de las campanas de nuestro pueblo, puesto que la última noche de todos los Santos que pasé en Aldeaseca fue la de 1957. A pesar de ello, aún hoy puedo reproducir mentalmente los escenarios y acordes de aquel doblar incesante, así como las emociones asociadas a los mismos. Era una noche especialmente estremecedora, en la que las campanas doblaban de forma ininterrumpida gracias a la participación de diferentes campaneros, que no eran otros que los “mozos” jóvenes del pueblo, que las arrancaban sus gemidos por turnos.
Doblan las campanas: La señal por los muertos
La señal, que es un toque de clamor de unos cinco minutos, se tocaba y toca al producirse la muerte de algún vecino, habitante u originario del pueblo. Recuerdo que cuando yo era niño la señal se daba, normalmente, a primera hora del día, al salir el sol, y que era esta la forma de anunciar a todo el pueblo que algún vecino había fallecido.
Doblan las campanas: El toque de clamor en funerales y entierros
El toque de clamor se utilizaba y utiliza también para tocar a misa en el caso de los funerales. El resto de los toques para estas misas eran idénticos a los de los domingos, ya descritos. Las campanas también doblaban mientras se conducía el cadáver, a hombros de familiares y amigos, hasta el cementerio.
Y ya para finalizar el presente mensaje, recordaré aquellos versos, ya clásicos, que nos cantaba hace siglos Jorge Manrique: “Recuerde el alma dormida y avive el seso contemplando, cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando”. Sin lugar a dudas, toda muerte es en si misma una cura de humildad a la soberbia humana.
Saludos cordiales desde Zaragoza, JEP