ALDEASECA DE LA FRONTERA: El día 10 amanece gris, plomizo, cubierto de espesas...

El día 10 amanece gris, plomizo, cubierto de espesas nubes, preñadas y cargadas de amenazante lluvia, con una temperatura agradable, complaciente y primaveral, ideal y saludable para hacer, entre otras cosas, el habitual deporte, no obstante, pertrechado, dispuesto y protegido con prendas adecuadas en prevención de una posible calada o mojada. La mañana es provocadora, excitante e incitadora para el espíritu y el cuerpo, llenándolos de una alegría inquietante, descontrolada e indomable, que produce la quietud, la paz y la serenidad del ambiente rural privado del ruido y trasiego existentes en la actividad de las ciudades. Habían transcurrido al menos dos meses, algo insólito, que no venía al pueblo, excepción hecha de las últimas visitas rápidas, con ocasión del fallecimiento de Antonio y Don Pepe, y que asistí a su funeral.
Aprovechando, y por tal motivo la proximidad de las fiestas de San Isidro, decidimos disfrutar diez días del pueblo. Siempre que vengo al pueblo, salgo a hacer deporte como diariamente lo practico en mi residencia habitual. ¡Bien! Pues a pesar de la inseguridad climática que se presentaba y con todas las prevenciones posibles, inicié el recorrido acostumbrado desde Aldeaseca a Zorita. Y ¡Oh maravilla! ¡Qué espectáculo se ofreció a mi vista! ¡Qué prodigio de la naturaleza! Ésta se manifiesta en todo su esplendor, exuberante de belleza declarada en una amalgama cromática procedente de diversas especies florales y herbáceas, como una alfombra extendida en las cunetas y sus laderas, del rojo de la amapola, del amarillo y blando de las margaritas, del azul intenso de los claveles, del amarillo vivo de especies de nombre, para mí desconocido y de otras plantas herbáceas, cuyos botones y capullos ya apuntan, al menor rayo de sol y cambio de temperatura, a su apertura y nacimiento al nuevo estado y ciclo foral. Un gran, inmenso y extenso mar de cereal de verde tonalidad y distinta intensidad, se extiende en una y otra dirección y punto cardinal.
De entre las hierbas y campos de cereales, salen sonoros y musicales cantos y trinos de diferentes especies de aves, bien al reclamo de la unión o cópula practicada en la intimidad oculta y escondida, con la complicidad que facilita la espesura de los trigales, o bien cumpliendo el mandato divino de complacer y satisfacer nuestros gozosos sentidos. Por doquier, los diferentes pájaros muestran y exhiben sus zigzagueantes, caprichosos y juguetones vuelos, complementados con sus cantos. Se oye el monótono, uniforme y, dicen que, relajante canto del oculto e invisible grillo que, prudente, precavido y temeroso, ante la presencia cercana, cesa su canto, para no descubrir su situación y ubicación ante un depredador, como el hombre. La serenidad, la calma, la paz, la relajación se materializan, se hacen substancia y esencia física. La contemplación de todo ello, me extasia, me embelesa, me arroba y me enajena y me transporta a lugares de ensueño. El ambiente es claro, limpio, exento de contaminación, por lo que ello, permite contemplar y observar, allá a lo lejos en el horizonte, erguidas enhiestas, elevadas por encima de lo mundanal, como guías y señuelo de sus fieles y seguidores hacia la espiritualidad y la divinidad, se divisan y contemplan, como digo, las torres con sus campanarios de las iglesias de Paradinas, Zorita, El Campo, El Villar, y Peñaranda con el telón de fondo de la sierra de Gredos y Béjar. Campanarios dueños, propietarios y guardianes celosos de sus personales y característicos sonidos, diferentes y distintos en su manera de tañer. Recuerdo que, cuando las campanas cumplían la misión de transmisoras de mensajes sonoros a sus vecinos a través de sus tañidos, conocía y distinguía la procedencia y origen del sonido, a qué pueblo pertenecían. Todos los toques campaneros de los distintos pueblos, los oía transportados por el viento.

¡Qué sinfonía de colores y sonidos ¡¡Qué goce intenso me produce algo tan sencillo y quizá aparentemente normal y acostumbrado! Si Virgilio y Beethoven vinieran, compondrían, ante la visión de lo dicho, Bucólicas II y la Décima sinfonía, respectivamente. ¡Qué precioso, prometedor está el campo! Se augura y se vaticina, salvo imponderables, una gran cosecha. Las lluvias caídas últimamente han sido oro molido para su fertilidad, fecundidad y feracidad. Se ve cómo emergen las espigas ya con granos turgentes y lozanos. ¡Que el Santo Patrón la conserve y la aumente y la prevenga de accidentes no deseables, como pedriscos, tormentas y demás desastres atmosféricos. Así se lo suplicaremos y pediremos.

La naturaleza en este mes, se muestra y manifiesta en su más bravía y salvaje presencia, exhibiendo su belleza, hermosura y riqueza, pródiga y generosa en matices y gradaciones tonales de coloridos. Es la conjunción equilibrio fusión de lo armónico con lo estético y elegante, que producen las proporciones ideales e idóneas para sentir y apreciar lo bello ante la presencia y máxima expresión, espontánea y voluntaria de la naturaleza.

Estas manifestaciones y expresiones no son exageradas, desproporcionadas o distorsionadas con la realidad ni hiperbólicas o una mera y simple declaración retórica, sino lo que la naturaleza me ha inducido o movido a ello ante su contemplación. A todos aquellos que visiten el pueblo, les invito a que se hagan alguna caminata por esos caminos, y observen lo que ante su vista se produce y verán que nos los exagero. Que pasen todos unas felices fiestas de San Isidro y que el tiempo nos sea propicio para su disfrute. Saludos.

¡PAZ Y BIEN!
Paco García Sánchez.- Valladolid