3º.-PEDIDA DE LA NOVIA
-Poco más puedo aportar a este apartado que tenga carácter de anécdotas curiosas de relieve, propias o tenidas como costumbre en el pueblo a lo ya sabido y conocido de todos, dado que es un rito universalmente conocido y practicado con las distintas variaciones y modalidades dependiendo de la naturaleza regional o local.
-Esta formalidad tiene su origen en el consentimiento que necesitaba de su progenitor la novia para poder casarse y donde se negociaba y arreglaba el matrimonio. Como hoy los tiempos cambian que es una barbaridad, como dirían Don Hilarión y Don Sebastián en el dúo de la Verbena de la Paloma de nuestro paisano Tomás Bretón, las tempranas independencia y emancipación filial del dulce hogar paterno,--más adelante y sin tardar regresarán dos como mínimo--, han modificado su sentido y filosofía quedando en un acto de índole familiar sin ningún tipo de pretensiones o de petición de permiso, quedando en una simple comunicación a los padres, desvestida de toda solemnidad y rigurosidad.
- Cuando los novios por consentimiento mutuo consideraban que el momento era propicio para acometer el siguiente escalón, comunicaban a sus progenitores sus deseos de contraer matrimonio, previo al cual había que cumplimentar el acto de la pedida de la novia, ceremonia que marcaba el camino hacia el matrimonio. Tradicionalmente, el novio acompañado de sus padres acudía a la casa de la novia, y era el padre del novio quien solicitaba al padre de la futura esposa el consentimiento para casarse. Se daban a conocer detalles acerca del enlace, fecha, lugar de celebración, aportaciones económicas paternales a las exiguas y necesitadas arcas de los futuros contrayentes, intercambios de regalos, etc. etc. Una vez solventados, programados y determinados todos los asuntos, compartían mesa y mantel en agradable y feliz compañía.
-Absorbido por los nuevos cambios de costumbres y modas, el antaño tradicional rito ha quedado desvestido y desposeído de toda solemnidad y rigurosidad, o totalmente desaparecido, ya que los novios, hogaño llamados eufemísticamente “mi pareja”, aplicable incluso al matrimonio, realizan, lo que antes era el período de noviazgo, su vida de “ ¿total independencia o emancipación?” de la casa paterna en cohabitación sentimental para mejor y más íntimamente “ ¿conocerse?”, manifiestan. Muchos deciden permanecer en esta situación sentimental ad infinítum, para toda la eternidad, luego el ritual de petición carece de sentido y finalidad. En caso contrario, si deciden en la antedicha relación de sentimientos matrimoniar por lo eclesiástico o judicial, igualmente carece de razón la solicitud de entrada, puesto que disponen y conviven en su propio “nidito de amor”, únicamente una protocolaria, y por supuesto a la vez, verdadera y sentida comunicación de su proceder a los padres llena -- ¡qué duda cabe!-- de sincero y desbordado amor filial.
Saludos
¡PAZ Y BIEN!
Paco García Sánchez.- Valladolid (Tiempo primaveral)
-Poco más puedo aportar a este apartado que tenga carácter de anécdotas curiosas de relieve, propias o tenidas como costumbre en el pueblo a lo ya sabido y conocido de todos, dado que es un rito universalmente conocido y practicado con las distintas variaciones y modalidades dependiendo de la naturaleza regional o local.
-Esta formalidad tiene su origen en el consentimiento que necesitaba de su progenitor la novia para poder casarse y donde se negociaba y arreglaba el matrimonio. Como hoy los tiempos cambian que es una barbaridad, como dirían Don Hilarión y Don Sebastián en el dúo de la Verbena de la Paloma de nuestro paisano Tomás Bretón, las tempranas independencia y emancipación filial del dulce hogar paterno,--más adelante y sin tardar regresarán dos como mínimo--, han modificado su sentido y filosofía quedando en un acto de índole familiar sin ningún tipo de pretensiones o de petición de permiso, quedando en una simple comunicación a los padres, desvestida de toda solemnidad y rigurosidad.
- Cuando los novios por consentimiento mutuo consideraban que el momento era propicio para acometer el siguiente escalón, comunicaban a sus progenitores sus deseos de contraer matrimonio, previo al cual había que cumplimentar el acto de la pedida de la novia, ceremonia que marcaba el camino hacia el matrimonio. Tradicionalmente, el novio acompañado de sus padres acudía a la casa de la novia, y era el padre del novio quien solicitaba al padre de la futura esposa el consentimiento para casarse. Se daban a conocer detalles acerca del enlace, fecha, lugar de celebración, aportaciones económicas paternales a las exiguas y necesitadas arcas de los futuros contrayentes, intercambios de regalos, etc. etc. Una vez solventados, programados y determinados todos los asuntos, compartían mesa y mantel en agradable y feliz compañía.
-Absorbido por los nuevos cambios de costumbres y modas, el antaño tradicional rito ha quedado desvestido y desposeído de toda solemnidad y rigurosidad, o totalmente desaparecido, ya que los novios, hogaño llamados eufemísticamente “mi pareja”, aplicable incluso al matrimonio, realizan, lo que antes era el período de noviazgo, su vida de “ ¿total independencia o emancipación?” de la casa paterna en cohabitación sentimental para mejor y más íntimamente “ ¿conocerse?”, manifiestan. Muchos deciden permanecer en esta situación sentimental ad infinítum, para toda la eternidad, luego el ritual de petición carece de sentido y finalidad. En caso contrario, si deciden en la antedicha relación de sentimientos matrimoniar por lo eclesiástico o judicial, igualmente carece de razón la solicitud de entrada, puesto que disponen y conviven en su propio “nidito de amor”, únicamente una protocolaria, y por supuesto a la vez, verdadera y sentida comunicación de su proceder a los padres llena -- ¡qué duda cabe!-- de sincero y desbordado amor filial.
Saludos
¡PAZ Y BIEN!
Paco García Sánchez.- Valladolid (Tiempo primaveral)