Quiero, a modo de resumen, expresar y manifestar mis impresiones y pareceres sobre las celebraciones de las pasadas fiestas de San Isidro que, como visitante, he tenido la ocasión y oportunidad de participar, gozar y disfrutar placenteramente de la mayor parte de los actos programados, y así, de esta forma y proceder, complacer y satisfacer la sana curiosidad y deseo de saber y de conocer aquellos acontecimientos y sucesos que en el pueblo se producen, de muchos naturales de Aldeaseca, que por circunstancias conocidas y sabidas han establecido y planificado su vida, como muchos, lejos de su lugar de origen, pero mantienen sentimientos de cercanía y de gratos y felices recuerdos de momentos y situaciones vividos en él. Me ha sorprendido gratamente y me ha causado alegría la asistencia y manifestación de la gente a todos los actos y festejos programados, tanto profanos como religiosos, culturales como gastronómicos. A ello, posiblemente, haya contribuido la festividad de San Isidro en Madrid. En definitiva, por unas u otras circunstancias o razones, la afluencia ha sido bastante elevada en comparación con otros “sanisidros”. Bien es cierto que la temperatura festiva ha sido superior a la climatológica, ya que ésta se ha mostrado desapacible e intermitente, incluso en algunos momentos, fría y lluviosa, en particular a la caída de la tarde y al anochecer, lo cual no ha sido obstáculo ni óbice para el alegre y gozoso divertimiento y disfrute de los actos. Las vísperas, después de los actos religiosos tradicionales celebrados en la parroquia, se degustaron y saborearon los tradicionales y típicos llamados ahora dulces (pastas de té, pastas de cabello de ángel, etc.), antes se servían los llamados por antonomasia “bollos” (mantecados, galletas, pasta, moritos, etc.) ¡cómo evoluciona el lenguaje! ¿eh? La dulcificación “progre”. Todo ello con la compañía de la animadora charanga. En este día, bien entrada la noche y la madrugada del día siguiente, acontecía una tradición - ¡Ay las tradiciones, cómo se pierden, cómo se acaban ¡- que protagonizada y representada por los quintos del año, consistía en el izado y puesta del “mayo”, con toda la liturgia y ritual de la quema de colleras, cavado y apertura del hoyo para introducir el “mayo” y todo el ensordecedor, festivo y bullanguero jolgorio mañanero de los mozos. Bien. ¡He aquí el efecto devastador y destructor del control de la natalidad! Porque si el Altísimo no lo remedia, los jóvenes matrimonios no se ayuntan como los normales y tradicionales cánones amatorios y sensuales así lo estipulan, dictan y legislan y se propugne y contribuya a la ausencia de la tele los sábados y domingos, nos quedamos sin churumbeles que conformen una nueva generación. Se ha notado este “sanisidro” el efecto causado por ello, y por consiguiente no ha habido quintos y…. ¡adiós “puesta del mayo” y adiós tradición! ¿Hasta cuándo? Incierta e impredecible fecha. El día específico de la festividad, San Isidro, disfruté particularmente, así como otras muchas personas por los comentarios posteriores derivados de ello, de la resucitada y recuperada costumbre de tocar en el ofertorio y en la comunión. Inveterada, arraigada y bella tradición, que por lo infrecuente y desacostumbrado en los últimos tiempos, yo creía perdida y olvidada. Pero sorprendente y admirablemente no ha sido así. Era costumbre que en el momento de la consagración se tocara el Himno Nacional. Al correr el tiempo, los músicos contratados sustituyeron el himno por el “Coro de esclavos” de la ópera Nabucco de Verdi o “Cerca de Ti, Señor”, versos de la británica Sarah Flower Adams basados en texto del Génesis (28:11-19) y música de Lowell Mason, pieza que interpretaba la orquesta mientras el Titanic se hundía en 1912. Felizmente, como digo, recuperada la tradición musical aludida, este año en la celebración religiosa, en el momento del ofertorio y de la comunión, hemos disfrutado de dos bellas, magistrales y armoniosas interpretaciones realizadas con hondura y profundidad de sentimientos, acariciando con suavidad y delicadeza el atronador silencio fervoroso de todos los feligreses. El artífice y causante de ello fue Ángel Rufino de Haro, conocido popularmente como “EL MARIQUELO”, que con elegancia, porte y arrogancia de charro antiguo tocó “El ofertorio” de La Batisda de la Sierra y “Acción de gracias”, ésta de su creación. Si alguien no conoce la historia del MARIQUELO, que lo dudo, habrá ocasión de resumirla en otro momento. Saludos.
¡PAZ Y BIEN!
Paco García Sánchez.- Valladolid
¡PAZ Y BIEN!
Paco García Sánchez.- Valladolid