ALDEASECA DE LA FRONTERA: 5º.- LA ENHORABUENA...

5º.- LA ENHORABUENA

-De todas las que he dominado fases preparatorias o de iniciación a la boda, la que más atractivo tenía por ser de interés público y de participación masiva del vecindario sin distinción de edades, era el día de la enhorabuena, que tradicionalmente, por los motivos obvios, se celebraba en domingo, ya que al no existir por aquel entonces el disfrute de lo que hoy es el fin de semana, era el día festivo y de descanso semanal. Alrededor de la media tarde, era más o menos el momento propicio y óptimo para cumplimentar a los futuros contrayentes. Para ello, los padres de la novia disponían del mejor aposento de la casa, que era el lugar dictado por la tradición digno de lo que el gran momento requería.

-Para tan extraordinaria y brillante festividad se disponía para homenaje y agasajo de los pretendientes, de la mejor habitación de la casa de los padres de la novia, que era el lugar donde se celebraba el fausto acontecimiento, según dictaban las normas protocolarias al efecto, acicalada y ornamentada con los mejores motivos decorativos disponibles. En el centro de la habitación, una gran mesa cubierta con bella mantelería de cruceta, ganchillo o punto de adornos y florituras primorosamente bordada por artesanales y fatigadas manos, quizá heredada de la abuela o confeccionada en los tiempos libres que los quehaceres domésticos dejaban, conjuntada por la correspondiente sillería de patas y respaldos torneados. Sobre la mesa, abundante y generosa cantidad de bandejas llenas de exquisitos y sabrosos bollos de casera fabricación y de distintas variedades, –mantecados, galletas, moritos, roscas, pastas--, sin aditamentos ni conservantes ni fecha de caducidad, hechos para la ocasión en el popular horno. Así mismo abundante diversidad de botellas posaban sobre la mesa conteniendo licores de distinto sabor, presto a ser servidos según gustos y demandas en la bien cuidada vajilla sacada de la alacena para tan señalada y notable ocasión.

-Presidiendo la sala engalanada y decorada por las artesanas y virtuosas manos de la intranquila y nerviosa madre, procurando que todo estuviera convenientemente preparado para una gran y deseada celebración y resultara brillante para la propia complacencia y aceptación y beneplácito de los anónimos y voluntarios convidados, allí estaban como centro de agasajos y honores, flanqueados por los respectivos padres, los novios, festivos, sonrientes, dichosos y radiantes sus semblantes, entre un feliz nerviosismo y una ansiada pretensión de mostrar cortesía y corrección en respuesta a todos los parabienes que entre besos y saludos recibían de la gozosa, alborotada y bullanguera concurrencia.

-La casa era un continuo discurrir, un constante entrar y salir de gentes de todas las edades,--matrimonios, parejas, grupos de jóvenes y de la chiquillería--, para cumplir con el compromiso y deber ciudadanos por mandato del ancestral rito en adhesión testimonial y testifical con los novios de los acontecimientos y compromisos de sentimientos de su unión, corroborados y fortalecidos con la presencia y asistencia masivas del pueblo.

-Había determinados momentos que la aglomeración era tan intensa que era necesario habilitar el portal para acoger a la ingente multitud que acudía para acompañar a los novios y familiares. Todo el mundo era obsequiado una y otra vez, con la degustación y saboreamiento de los ricos bollos que en bandeja se ofrecían, acompañados de la bebida solicitada. Las personas de mayor dignidad y gobierno, y siempre que hubiera sitio, iban ocupando los lugares vacios que otras fueran prudentemente dejando, preferentemente en la “parte noble”, es decir la sala, parte importante o zona noble de recibimiento, hoy creo que la “pijotería al uso” diría la no menos pija expresión de “la zona VIP”, que es el acrónimo de “ very important person” (gente muy importante).

-La juventud y la chiquillería ocupaban la sala si el espacio así lo permitía, pero siempre de pie o en su defecto en el portal, donde de igual manera se nos ofrecía los dulces manjares con las correspondientes bebidas no alcohólicas, aunque muchas veces los más atrevidos, ante la ausencia paternal y animado por la acosadora insistencia de quien te lo ofrecía y estimulado por la situación festiva del propicio momento para transgredir conductas de comportamientos no usuales, y en connivencia y aplauso de los presentes demostrar públicamente un acto de valentía y “hombría”, incluso alguno se atrevía por primera vez con algún cigarrillo con los mareos y arcadas propios del iniciado en estos menesteres, desmoronándose toda su presumida hombría.

-- “BUENO, QUE SEA PARA BIEN Y PARA MUCHOS AÑOS”--.

- ¡Qué sencilla frase y qué nobles deseos y sentimientos de bienes duraderos contienen! Era la frase mágica pronunciada al final, a la despedida, como fórmula de deseo de la existencia de fuerzas con poder y energía espiritual sobre su destino, como culto a la felicidad, a la fidelidad, a la fertilidad y a la familia.

- Los más vergonzosos y tímidos, ocupando segundas filas y ocultándose detrás de los demás, evitaban recitar el formulario, aunque muchos, descubierta su treta les conminaban a públicamente expresarlo con la consiguiente rubor, soflama y bochorno que el acto le producía en el rostro. Esta tradicional costumbre de la celebración de la ENHORABUENA, formó parte de los actos “obligados” de mi boda, por lo cual deduzco que dicho rito finalizó o mejor dicho, se perdió con mi generación.
Saludos

¡PAZ Y BIEN!
Paco García Sánchez.- Valladolid