ALDEASECA DE LA FRONTERA: 6º.- LA BODA. (Continuación)...

6º.- LA BODA. (Continuación)

-No se conocían los pesados y carísimos, por otra parte bellísimos reportajes y sesiones y fotográficos nupciales de los momentos más impactantes, impresionistas y sensacionalistas de la ceremonia religiosa y después en lugares paradisíacos, jardines de delicias propicios para mostrar y componer unas estudiadas y afectadas poses donde el ingenio y el arte del fotógrafo mostraban el dominio de la fotografía en fotomontajes y combinaciones de contrastes lumínicos y cromáticos, paisajísticos y arquitectónicos donde el artista crea un mundo nuevo de bellas fantasías, de ensimismadas y profundas miradas de silenciosos quereres, de amores y sentimientos eternos. He visto como todos, verdaderas obras de arte en este campo. Una vez completo y confeccionado el reportaje, es de obligado cumplimiento ofrecérselo al juicio y dictamen, contemplación y admiración de los familiares, amistades e invitados. La atracción y atención de todas las miradas son para los novios ¡Oh, qué guapos salen o salimos todos! Con poses rimbombantes, ampulosas, graves y pomposas, hinchadas cual pavos reales; en definitiva posturas y actitudes de características fotográficas que todos adoptamos irreflexivamente en tales situaciones. No cabe duda que la evolución y progreso de la fotografía y de todo lo inherente a su uso, práctica y medios y técnicas de aplicación han sido y son en un corto espacio de tiempo asombrosos y excepcionales y cuyo manejo es asequible a cualquier parco conocedor de la materia, calidad y arte valorados juiciosa y analíticamente con otros parámetros.

- ¡Bien! Pues antaño este derroche de arte y calidad fotográficos no existía; como mucho algún fotógrafo peñarandino de renombre, como el conocido y celebrado MACHACA que acudía a estos eventos y fiestas con su máquina de trípode y cámara obscura provista de una especie de cortina de fuelle por donde introducía su cabeza y que a la voz de “ ¡un pajarito, un pajarito!” accionaba un dispositivo colgante que emitía un resplandor y quedaba el fotografiado inmortalizado para la posteridad, sin ánimos de ninguna pretensión artística, sino más bien de constatar y de perpetuar un hecho para el recuerdo. La leyenda, fábula y hablilla populares aseguran que el tal MACHACA no llevaba carrete en su máquina, simulaba hacer la foto y la cobraba ¡claro! Cuando iban a recoger la foto incomprensiblemente se había velado ¡Qué desastre y desilusión! ¡Qué Dios le tenga en su gloria!

-Por aquel entonces, la disposición de los comensales en las mesas era realmente anárquica y con gran desconcierto en la colocación, donde cada uno quería colocarse junto a sus allegados, amigos o “colegas”, e incluso se hacían reserva de sitios para los preferidos, tardos e indisciplinados acompañantes, con el perjuicio de otros sin destino. Hoy día, con gran acierto y en pro del orden, eficacia, armonía y disciplina y digno de elogio y encomio, hay un panel a la entrada de los vestíbulos de los comedores con la organización y distribución personal de las mesas.

-El banquete nupcial era de gastronomía casera, popular, rústica, elaborada con productos naturales en la cocina tradicional por artífices manos, imprimiendo amor y saber, y que con sus excelentes guisos ofrecían unos sabores peculiares y genuinos que cautivaban el sentido, todo ello degustado y saboreado en paneras o locales sin decoración, de desnudas y encaladas paredes, cuya estancia estaba únicamente iluminada por los rayos del sol que a través de las ventanas se colaban como intrusos invitados a la fiesta. Oí en repetidas ocasiones a mi madre y abuelas y actualmente a mi mujer decir, que las cosas hechas con amor, como la comida, saben mejor. Sabiduría y filosofía popular.

-Pues bien, todo ello contrastaba y resaltaba con la selecta y refinada actual cocina,-- por otra parte bonísima, excelente y riquísima--, llena de pomposas, rimbombantes y sofisticadas combinaciones de denominaciones ilegibles e incomprensibles significados, de personal cumplidor y atento pero en ocasiones de incómoda y empalagosa atención en determinados servicios, así mismo del modo dispar, singular y sencillo de paneras con grandes y lujosos salones de cuyos techos penden grandes y luminosas lámparas, de paredes gustosamente engalanadas y decoradas y en donde el comportamiento es carente en ocasiones de naturalidad en la compostura y libertad en los movimientos en pro de un afectado comedimiento y buenos modos convencionales.

-En aquellos ceremoniales gastronómicos de boda, existía la execrable, condenable y aborrecida, ruda y vulgar costumbre, practicada hasta no hace muchos tiempo y felizmente desaparecida, de lanzar mendrugos de pan sobrante y pringoso de restos de comida a modo de fuego cruzado entre mesas, impactando en los impolutos trajes de comensales con las correspondientes increpaciones y reprensiones serias y severas de tranquilos y educados afectados, que incluso en ocasiones se llegaba al enfrentamiento personal.

-A primeras horas de la mañana del día de la boda, cuando el sol había consumido un corto trecho de su diaria trayectoria, era curioso y llamativo contemplar la llegada de familiares invitados a la ceremonia, provenientes de otros lugares, entrando por la calles del pueblo anunciando su llegada con el agudo y cantarín sonido del buje al rodar de las ruedas con sus metálicos aros, unos montados en los carros bellamente pintados con bucólicos y campestres motivos y tirados por limpias y recién esquiladas mulas con sus mejores atalajes, dirigidas por el hábil conductor sentado ¿al estilo “amazona”? sobre los lomos de la mula situada a la izquierda en sentido de la marcha, apoyados sus pies en situación de descanso en la viga del carro, y otros a pie tras los carros, todos en algarabía confusa de risas y charlas, con la certeza y seguridad de un feliz día, confundiéndose con el ruido que producía la presión de las metálicas ruedas al rodar sobre la arena del camino o de las calles y las acompasadas y rítmicas pisadas de los animales. Otros se desplazaban en sus clásicos, familiares y ligeros “chirris” tirados por dóciles y sumisos burros, con las mismas satisfacciones y alegrías festivas y jocosas. No faltaban quienes usaban como medio de transporte sus resplandecientes bicicletas “Orbea”, “Vasco Belga”, “BH”, etc., con sus amorosas y entrañables mujeres pasajeras en el soporte trasero y asidas a la cintura en un abrazo de seguridad en evitación de caídas por los irregulares y polvorientos caminos, mientras sus maridos, con sus pantalones recogidos a la altura del tobillo con una pinza o alfiler de la ropa para no embadurnar su festivo traje, pedaleaba con firmeza. Luego ya vinieron los rápidos y cómodos “haigas”.
Saludos.

¡PAZ Y BIEN!
Paco García Sánchez.- Valladolid