7º.-EL ESPIGO DE LA BODA
-Una vez que los gritos de… ¡vivan los novios!, ¡que se besen, que se besen!, ¡que vivan los padrinos!, ¡que se besen los padrinos! y que… ¡todo el mundo es bueno! habían cesado, lanzados por desgañitadas y roncas gargantas propietarias de acalorados y enrojecidos comensales ahítos de ingesta y bebercio, con el vaso solidificado a su mano formando un todo, y finalizada la comida, los comensales en ordenada formación iban cumpliendo con el ritual del ESPIGO.
-Los invitados, al final del banquete en improvisada procesión, se dirigían a la mesa presidencial donde se encontraban los novios y padrinos, portando en sus manos, sin ocultar y sin disimulo, la cantidad de dinero que ellos consideraban conforme a sus posibilidades económicas y que muchos,-- ¡estoy seguro!--, hacían un dispendio ímprobo de largueza y generosidad en honor de los contrayentes como regalo de bodas, la depositaban en la mesa, frente a los novios, ante la mirada escrutadora y observadora de muchos, y ¡no cabe duda! que comparativa a su vez, mientras se deseaba nuevamente, entre besos, abrazos y estrechamientos de manos, deseos venturosos de eterna felicidad. Allí, sobre la mesa, estaba la recaudación a modo de regalo de boda de los asistentes, --aún en aquella cultura no había llegado “la lista de bodas”--, que una vez que todos hubieran depositado u ofrecido su regalo nupcial, se procedía a ponerlo a buen recaudo, para más tarde, en la intimidad de la familia hacer el recuento y ver cómo “habían salido”, enjuiciando la tacañería y roñosería de unos y la largueza y generosidad de otros.
-Cuentan las lenguas de doble filo o las viperinas que, en algunas ocasiones hubo intrusos en el banquete y que amparados por el desconocimiento de unos y otros de la advenediza personalidad se marchaban gratuitamente con la andorga y la panza repleta. También cuenta la leyenda popular que, algunos, aprovechando el tumulto del momento, subrepticia y sigilosamente se escaqueaban, eludiendo el compromiso del ESPIGO. Al correr el tiempo, las modas y costumbres cambiaron y el regalo monetario se introducía en sobres con el nombre del invitado, y otros sin nombre, lo que daba lugar a toda clase de sospecha de no buenas intenciones contributivas a la causa. Últimamente se entrega esa cantidad en mano y en sobre cerrado con el nombre del donante a los novios e incluso se pide el número de cuenta corriente y se ingresa en una entidad bancaria. ¡Qué cosas, Dios mío! ¡qué cosas! No tardando mucho se llevará a la mesa de los novios ese artilugio, de cuyo nombre no quiero acordarme por desconocimiento, donde deslizan tu tarjeta bancaria por una ranura y abonas la cantidad estipulada ¡Cosas peores se han visto y… veremos!
-Aunque en Aldeaseca el acto del “ESPIGO” se realizaba y se realiza más o menos como indico anteriormente, existen diferentes versiones de la etimología y semántica del “ESPIGO”, o del simbolismo representativo. En algunas zonas de Salamanca existe el baile del “ESPIGO”, donde era costumbre popular entregar dinero a la novia como regalo, cogido con los dientes que la novia debía retirar con la boca. Para ello abrazaba a la pareja para obtener el dinero más cómodamente. Las proximidades de los cuerpos eran muy sugerentes e insinuantes. ¡Qué picarones eran! ¿eh?
-En lugares de las provincias de Zamora, Salamanca, Segovia y Ávila, la novia había de bailar con todo aquel que lo solicitara, para recoger o espigar las galas, dinero o regalos que los ofertaban por el casorio.
-En otros territorios era indispensable bailar con los novios para efectuar el “ESPIGO”; en cada pieza tocada por los músicos, se anunciaba previamente el precio de la misma,-- ¡esta pieza vale una peseta, esta otra vale un duro, etc.!--, bailando varias parejas a la vez y pasando todo lo recaudado a engrosar la dote de los novios. Otra modalidad de “espigar”, era fijar el precio de cada baile, independientemente de que se hiciera con el novio o la novia. Había quien “espigaba” media fanega de grano, o una gallina, etc., anotando los regalos en especie para, en días sucesivos, pasar los novios con sus padres por las casas a recolectar el “ESPIGO” ofrecido.
-Como singular y “real” curiosidad del “ESPIGO”, existe un documento del año 1637, referido al recibimiento que se hizo en Valverde del Majano, pueblo de Segovia, a Felipe II y a Ana de Austria con motivo de sus bodas celebradas en el año 1570, donde se hace referencia ya al “ESPIGO” y que dice: “ …. Sábado once de Noviembre, llegó la novia a Valverde del Majano, aldea de nuestra ciudad, distante legua y media al poniente. Allí fue recibida con danzas y fiestas aldeanas; y habiendo hecho oración en el templo, en la casa de su hospedaje, conforme a la costumbre de estos aldeanos, que el día de la boda los convidados bailan delante del tálamo y hacen ofrendas a la novia, que dicen “ESPIGAR”. Los aldeanos y mozas del Valverde “espigando “ a su majestad como a novia con diferentes bailes y coplas, la ofrecieron sábanas, almohadas, tohallas (sic), sartenes, cazos y otras cosas de las que mostró agrado, mandando que todo se llevara a un hospital”.
-La aportación secundada durante el “ESPIGO” era para economías precarias, de vital importancia para el arranque y constitución de la nueva familia. En cuanto a la denominación del baile, es claro y conciso su significado, puestos que los novios verdaderamente espigaban sus regalos a fuerza de trabajo de tanto bailar y danzar, como aquellos que haciendo lo mismo en los campos de cereal, rebuscaban las espigas que tras de sí dejaban los segadores.
-Aún tengo gravadas en la retina de mi recuerdo las espigadoras, entre ellas mi madre, que antes que el sol iluminara con sus rayos el día, cuando la aurora venía, recibiéndola “cantando como un pajarito”, interpreta el coro de “Las espigadoras” de la zarzuela “ La Rosa del Azafrán” del maestro Guerrero, salían en cuadrilla, ataviadas con sus largos y gastados ropajes, cubiertas sus cabezas con los tradicionales pañuelos de abigarrados colores y tocadas con los familiares y protectores sombreros de paja, camino de la tierra feraz en abandonadas espigas henchidas y colmadas de sazonado fruto, cosecha de humildes economías desheredadas y desafectas de la diosa Fortuna, fruto complementario de subsistencia vital. Cuando el sol implacable de la mañana ya muy avanzada lanzaba sus rayos calurosos, regresaban alegres y cantarinas algunas, satisfechas y complacidas todas del rendimiento obtenido, del fruto recogido, con la cosecha de gavillas de espigas a la cabeza sostenidas sobre ellas en desafío a las leyes físicas, en un inverosímil, circense y mágico sentido de equilibrio y estabilidad. Más tarde, extendían a la puerta de la casa a modo de pequeña parva su diaria recolectada mies, para que agostada por el sol, contribuyera al desprendimiento de grano y paja a través de los enérgicos golpes dados por un mazo, obteniendo la ganada compensación al fatigoso “ESPIGO”. Fiel reflejo de tan agotadora labor, nos la muestra los inmensos realismo y belleza plasmados en el cuadro “Las Espigadoras” de Jean-François Millet, digno de contemplación.
Saludos
¡PAZ Y BIEN!
Paco García Sánchez.- Valladolid (Dicen los “hombres del tiempo” que se avecina cambio y algo comienza a notarse en este ciudad castellana)
-Una vez que los gritos de… ¡vivan los novios!, ¡que se besen, que se besen!, ¡que vivan los padrinos!, ¡que se besen los padrinos! y que… ¡todo el mundo es bueno! habían cesado, lanzados por desgañitadas y roncas gargantas propietarias de acalorados y enrojecidos comensales ahítos de ingesta y bebercio, con el vaso solidificado a su mano formando un todo, y finalizada la comida, los comensales en ordenada formación iban cumpliendo con el ritual del ESPIGO.
-Los invitados, al final del banquete en improvisada procesión, se dirigían a la mesa presidencial donde se encontraban los novios y padrinos, portando en sus manos, sin ocultar y sin disimulo, la cantidad de dinero que ellos consideraban conforme a sus posibilidades económicas y que muchos,-- ¡estoy seguro!--, hacían un dispendio ímprobo de largueza y generosidad en honor de los contrayentes como regalo de bodas, la depositaban en la mesa, frente a los novios, ante la mirada escrutadora y observadora de muchos, y ¡no cabe duda! que comparativa a su vez, mientras se deseaba nuevamente, entre besos, abrazos y estrechamientos de manos, deseos venturosos de eterna felicidad. Allí, sobre la mesa, estaba la recaudación a modo de regalo de boda de los asistentes, --aún en aquella cultura no había llegado “la lista de bodas”--, que una vez que todos hubieran depositado u ofrecido su regalo nupcial, se procedía a ponerlo a buen recaudo, para más tarde, en la intimidad de la familia hacer el recuento y ver cómo “habían salido”, enjuiciando la tacañería y roñosería de unos y la largueza y generosidad de otros.
-Cuentan las lenguas de doble filo o las viperinas que, en algunas ocasiones hubo intrusos en el banquete y que amparados por el desconocimiento de unos y otros de la advenediza personalidad se marchaban gratuitamente con la andorga y la panza repleta. También cuenta la leyenda popular que, algunos, aprovechando el tumulto del momento, subrepticia y sigilosamente se escaqueaban, eludiendo el compromiso del ESPIGO. Al correr el tiempo, las modas y costumbres cambiaron y el regalo monetario se introducía en sobres con el nombre del invitado, y otros sin nombre, lo que daba lugar a toda clase de sospecha de no buenas intenciones contributivas a la causa. Últimamente se entrega esa cantidad en mano y en sobre cerrado con el nombre del donante a los novios e incluso se pide el número de cuenta corriente y se ingresa en una entidad bancaria. ¡Qué cosas, Dios mío! ¡qué cosas! No tardando mucho se llevará a la mesa de los novios ese artilugio, de cuyo nombre no quiero acordarme por desconocimiento, donde deslizan tu tarjeta bancaria por una ranura y abonas la cantidad estipulada ¡Cosas peores se han visto y… veremos!
-Aunque en Aldeaseca el acto del “ESPIGO” se realizaba y se realiza más o menos como indico anteriormente, existen diferentes versiones de la etimología y semántica del “ESPIGO”, o del simbolismo representativo. En algunas zonas de Salamanca existe el baile del “ESPIGO”, donde era costumbre popular entregar dinero a la novia como regalo, cogido con los dientes que la novia debía retirar con la boca. Para ello abrazaba a la pareja para obtener el dinero más cómodamente. Las proximidades de los cuerpos eran muy sugerentes e insinuantes. ¡Qué picarones eran! ¿eh?
-En lugares de las provincias de Zamora, Salamanca, Segovia y Ávila, la novia había de bailar con todo aquel que lo solicitara, para recoger o espigar las galas, dinero o regalos que los ofertaban por el casorio.
-En otros territorios era indispensable bailar con los novios para efectuar el “ESPIGO”; en cada pieza tocada por los músicos, se anunciaba previamente el precio de la misma,-- ¡esta pieza vale una peseta, esta otra vale un duro, etc.!--, bailando varias parejas a la vez y pasando todo lo recaudado a engrosar la dote de los novios. Otra modalidad de “espigar”, era fijar el precio de cada baile, independientemente de que se hiciera con el novio o la novia. Había quien “espigaba” media fanega de grano, o una gallina, etc., anotando los regalos en especie para, en días sucesivos, pasar los novios con sus padres por las casas a recolectar el “ESPIGO” ofrecido.
-Como singular y “real” curiosidad del “ESPIGO”, existe un documento del año 1637, referido al recibimiento que se hizo en Valverde del Majano, pueblo de Segovia, a Felipe II y a Ana de Austria con motivo de sus bodas celebradas en el año 1570, donde se hace referencia ya al “ESPIGO” y que dice: “ …. Sábado once de Noviembre, llegó la novia a Valverde del Majano, aldea de nuestra ciudad, distante legua y media al poniente. Allí fue recibida con danzas y fiestas aldeanas; y habiendo hecho oración en el templo, en la casa de su hospedaje, conforme a la costumbre de estos aldeanos, que el día de la boda los convidados bailan delante del tálamo y hacen ofrendas a la novia, que dicen “ESPIGAR”. Los aldeanos y mozas del Valverde “espigando “ a su majestad como a novia con diferentes bailes y coplas, la ofrecieron sábanas, almohadas, tohallas (sic), sartenes, cazos y otras cosas de las que mostró agrado, mandando que todo se llevara a un hospital”.
-La aportación secundada durante el “ESPIGO” era para economías precarias, de vital importancia para el arranque y constitución de la nueva familia. En cuanto a la denominación del baile, es claro y conciso su significado, puestos que los novios verdaderamente espigaban sus regalos a fuerza de trabajo de tanto bailar y danzar, como aquellos que haciendo lo mismo en los campos de cereal, rebuscaban las espigas que tras de sí dejaban los segadores.
-Aún tengo gravadas en la retina de mi recuerdo las espigadoras, entre ellas mi madre, que antes que el sol iluminara con sus rayos el día, cuando la aurora venía, recibiéndola “cantando como un pajarito”, interpreta el coro de “Las espigadoras” de la zarzuela “ La Rosa del Azafrán” del maestro Guerrero, salían en cuadrilla, ataviadas con sus largos y gastados ropajes, cubiertas sus cabezas con los tradicionales pañuelos de abigarrados colores y tocadas con los familiares y protectores sombreros de paja, camino de la tierra feraz en abandonadas espigas henchidas y colmadas de sazonado fruto, cosecha de humildes economías desheredadas y desafectas de la diosa Fortuna, fruto complementario de subsistencia vital. Cuando el sol implacable de la mañana ya muy avanzada lanzaba sus rayos calurosos, regresaban alegres y cantarinas algunas, satisfechas y complacidas todas del rendimiento obtenido, del fruto recogido, con la cosecha de gavillas de espigas a la cabeza sostenidas sobre ellas en desafío a las leyes físicas, en un inverosímil, circense y mágico sentido de equilibrio y estabilidad. Más tarde, extendían a la puerta de la casa a modo de pequeña parva su diaria recolectada mies, para que agostada por el sol, contribuyera al desprendimiento de grano y paja a través de los enérgicos golpes dados por un mazo, obteniendo la ganada compensación al fatigoso “ESPIGO”. Fiel reflejo de tan agotadora labor, nos la muestra los inmensos realismo y belleza plasmados en el cuadro “Las Espigadoras” de Jean-François Millet, digno de contemplación.
Saludos
¡PAZ Y BIEN!
Paco García Sánchez.- Valladolid (Dicen los “hombres del tiempo” que se avecina cambio y algo comienza a notarse en este ciudad castellana)