ALDEASECA DE LA FRONTERA: EL BOLLO MAIMÓN COMO REY Y OTROS VASALLOS DE LA REPOSTERÍA...

EL BOLLO MAIMÓN COMO REY Y OTROS VASALLOS DE LA REPOSTERÍA

-Quiero dar sinceramente la bienvenida a este foro a Locrisan, que ¡seguro! buscará, porque lo tiene, un rato libre en su ocupación y deleitarnos con sus libres manifestaciones y exposiciones. Pues… ¡bienvenido seas!

- En mi prolija, extensa y quizá hasta tediosa exposición sobre las bodas, hice referencia, en algún momento de ella, a la importancia y protagonismo que tenían en estas manifestaciones y eventos festivos que en el pueblo acontecían, los llamados genérica y antonomásticamente “bollos”, que englobaban las pastas en sus distintas variedades, mantecados, galletas, roscas, moritos, bollos de chicharrón, bollos de coco y el BOLLO MAIMÓN, todos en su composición elaborados sin aditamentos artificiales, con productos caseros naturales,--harina de trigo, azúcar, huevos de gallinas criadas en el corral o en la calle, manteca de cerdo criado en la pocilga casera o en los rastrojos, ralladuras de limón o naranja, preferentemente limón--, y en su ejecución un caldero, una batidora manual de varillas y unos fuertes y briosos brazos, esencialmente eran de mujer, que batieran el compuesto hasta adquirir el estado de condensación o espesor ideal. Todo era pura y netamente natural y artesanal, imprimiendo al producto un toque personal, alejado del fabril.

- De todos los “bollos” que he citado, quiero elegir al BOLLO MAIMÓN por su presencia emblemático en momentos de más relieve representando a los de su especie; asociado a grandes momentos de gloriosa grandeza festiva con alegre acompañamiento de tañidos y repiques de campanas; en grandes solemnidades el principal entre los principales de la casta de la “bollería”; sobresaliente en su majestad y grandiosidad y coronado en su testa de nívea azúcar molida; perturbador y excitador de sensuales gustos en connivencia con una humeante y caliente taza de tonificante y estimulante chocolate; erigido figurante estelar en bodas, bautizos, festividad del Corpus Christi, etc., elevada por ello su personalidad a la categoría de “sagrada”,--de la que no era distinguido ninguno de sus aristocráticos y dulces miembros--, por formar parte de los componentes del Ofertorio en la eucaristía de tales acontecimientos, y que por tal distinción era llevado con veneración a la iglesia para su ofrenda con gran cortejo de padrinos en bodas y bautizos o cofrades en el Corpus Christi, portando su dulcificante majestad de BOLLO MAIMÓN en trono de bruñida bandeja de plata sobre delicadas y suaves manos femeninas a modo de peana.

-Si hacemos un poco de historia diremos que el origen etimológico y semántico de MAIMÓN procede del árabe “maímun” que quiere decir “feliz”, siendo muy habitual su presencia en actos del el Siglo de Oro Español. Sobradamente conocido de todos, esta especie de bizcocho muy esponjoso y de textura fina, es un dulce típico de la provincia de Salamanca y de algunos pueblos de Zamora y León. Es también llamado “rosco de bodas salamantinas” o “dulce de esponsales” y su presencia, como ya se ha dicho, está asociada a bodas, bautizos y celebraciones sacras.

-Con la desaparición de las panaderías del pueblo, se perdió total y absolutamente la costumbre, entre otros nobles oficios panaderos, de “hacer bollos”, incluido el bollo MAIMÓN, donde los últimos panaderos, yo diría que maestros panaderos, DANI Y JULI, habían creado y forjado, --conocimientos trasmitidos y heredados, a su vez de los anteriores panaderos, mis padres--, una industrial tradicional y artesana que había adquirido por calidad y gran hacer cierta fama comarcal y que poco a poco estaba traspasando los límites a otros lugares. Cuando servidor tenía que hacer algún obsequio a amistades o a conocidos, optaba casi siempre por adquirir “bollos” fabricados en las distintas variedades en casa de LA JULI, ya embasados en cajas donde figuraban, amén del nombre del titular de la industrial, la composición del producto, --sin aditamentos ni conservantes, sólo la mezcla natural--, y en grandes letras de molde, el nombre de la procedencia y el origen de “ALDEASECA DE LA FRONTERA (Salamanca)”. Con elevada presunción y orgullo, y… ¿por qué no decirlo? como una acción de sentida y vivida propaganda, a modo de exaltación desmesurada de virtudes pasteleras ajenas, me hacía dueño y señor de las alabanzas y elogios, --tributos del paladar que eran muchos--, prodigados y resaltados a sus exquisiteces y finuras reposteras. Recibí peticiones y encargos, en múltiples ocasiones, de amistades y conocidos de: “Si vas al pueblo tráeme, ¡por favor! unas cajas de dulces de tu pueblo”. Ni que decir tiene que el encargo era gustosamente satisfecho. Conozco y sé que la panadería de DANI y LA JULI era lugar obligado de parada de personas que a su paso por Aldeaseca compraban cajas de “bollos”, como los que disfrutando de días en el pueblo, al término de los ellos se aprovisionaban de cajas de dulces para llevar, gozar y gustar de ellos en sus lugares habituales de residencia.

-Tengo aún impregnados mis sentidos del gusto y del olfato, cuando mis padres tenían la panadería, de aquellos aromas y fragancias peculiares que desprendían e invadían el horno y hasta sus proximidades callejeras, los humeantes, primorosos, tiernos y amorosos bollos y panes recién salidos del horno. Eran una tentación y había que tener un dominio y templanza de la voluntad para no hincarles el diente, amenazándote los mayores con el peligro, a modo de preventivos mandato y orden salubres, de los retortijones que ello te pudiera producir en los intestinos, cediendo, ante ello, nuestras intimidadas ansias. ¡Claro! Ello tenía connotaciones ahorrativas y económicas.

-Era muy habitual, incluso diría que una obligación marcada e impuesta por la tradición, que en fechas señaladas, como Navidades, Semana Santa, San Isidro, comuniones, bodas, bautizos y festividades religiosas regidas o constituidas por mayordomos o celebraciones de cumpleaños, las familias hicieran en abundancia “bollos” en todas sus variedades y gustos. Para ello, el panadero, en aquellos tiempos mis padres, marcaban turnos y días de tres o cuatro familias solicitantes de “hacer bollos” por jornada, siempre por la tarde, porque las mañanas estaban dedicadas a hacer las hornadas diarias de pan. Las fechas más significativas como las Navidades, Semana Santa, San Isidro y comuniones eran las temporadas donde todo el mundo, para el consumo familiar, para las festividades citadas o para hacer honores a visitas, “hacía bollos”; de aquí la necesidad de señalar turnos y días según petición y acuerdos, siendo las demás celebraciones, bodas, bautizos, cumpleaños, ocasionales a la conmemoración. La gente menuda, mientras los mayores se dedicaban a la preparación y elaboración de los “bollos”, que solía durar hasta las doce de la noche o hasta la una de la mañana, a parte en el horno, contábamos, dando rienda suelta a nuestra imaginación infantil, historietas y aventuras irreales y quiméricas visiones, hasta que éramos vencidos rotundamente por el sueño.

-Era rito que, cuando la familia correspondiente había terminado de cocer su tanda de “bollos” y ya estaban colocados en cestas de mimbres u ollas de barro, ofrecía como probadura, tomar o “coger” un bollo a todos los presentes, incluso a gente infantil para degustarlo y saborearlos con fruición. ¡Qué felices momentos! Mis preferidos, sin desdeñar ni desairar a los demás “bollos”, eran los hojaldrados mantecados y los dulces y sabrosos bollos de chicarrón. No he vuelto a comerlos iguales, hoy son sucedáneos e imitaciones lejanas de aquéllos.

A tenor de lo dicho, me viene a la memoria, porque en ella están muy presentes y vivos, los olores y aromas, disfrutados únicamente ya en el recuerdo, a pan y a “bollos recientes, a tierra mojada, a mies segada, a humo saliendo por las chimeneas al atardecer, de paja o “carrascos” traídos del monte quemándose en la lumbre, la singular belleza del cielo castellano repleto de brillantes y titilantes estrellas en noches serenas y despejadas, todo ello en contraste con las esencias ambientales contaminantes suspendidas en la espesa y nebulosa atmósfera y con la contaminación lumínica imposibilitando la contemplación del sublime espectáculo celestial nocturno. Y sin caer en delicadezas y suavidades excesivas aromáticas, no olvido, como contrapunto, aquellos olores característicos, fuertes y penetrantes de convivencia obligada y naturaleza asumida, propios del medio rural, procedentes de establos, cuadras, o de tierras abonadas con estiércol natural, etc. No son sentimientos nostálgicos, sino realidades que se fueron y que no volverán.

- ¡FELIZ SEMANA SANTA a todos! ¡Saludos!

¡PAZ Y BIEN!
Paco García Sánchez.- Valladolid (Se presiente en el cielo vallisoletano empeoramiento del tiempo)