Buenos días de nuevo:
Dicho todo lo dicho en mi anterior mensaje [Ermita de Nuestra Señora de las Viñas (1)], voy a transcribir seguidamente algunos otros textos que clarifican la temática de que venimos hablando y que creo proyectan alguna luz sobre la historia de nuestro pueblo.
1) PRIMER TEXTO: notas tomadas de: “El libro de los lugares y aldeas del Obispado de Salamanca (Manuscrito de 1604-1629)”
En “El libro de los lugares y aldeas del Obispado de Salamanca (Manuscrito de 1604-1629), editado por la Universidad de Salamanca en 1982 bajo la dirección de Antonio Casaseca Casaseca y José Ramón Nieto González.
En las páginas 102 y 103, en “Aldeaseca de Valdevilloria”, se dice:
“Aldeaseca de Valdevilloria. Tierra de Salamanca…. En Aldeaseca de la Frontera ay una capellanía que fundó Catalina de Tapia y Benito Castaneda, su marido […]. Aldeaseca de Valdevilloria. Esta villa es del lugar de Peñaranda, tiene 26 vezinos y está de Salamanca 7 leguas y tiene una iglesia de Nuestra Señora del Castillo, muy graciosa, y todo el cuerpo de la iglesia dorado y luzido, tiene su capilla mayor y sacristía y su tribuna muy buena y su torre con dos campanas grandes y una pequeña […] Aquí hay una ermita de Sanctiago, que está bien reparada y la iglesia tiene cuidado de sus reparos, porque se le ha agregado la renta que tenía.”
En la página 105, en “La Villa de Peñaranda. Peñaranda”, se dice:
“Ermita de Nuestra Señora de la Biñas, anejo del beneficio de Aldeaseca de la Frontera, tiene buena renta y se a hecho convento. Aquí hay una ermita de Nuestra Señora de las Viñas, adonde reside y está fundado el combento de frailes capuchinos de Sant Francisco, esta iglesia es anexo del beneficio de Aldeaseca y tiene buena renta.”
2) SEGUNDO TEXTO: Notas tomadas de Claudia Möller Recondo y Ana María Carabias Torre (2002). Historia de Peñaranda de Bracamonte (1250-1836). Ediciones de la Diputación de Salamanca
Varias ermitas y humilladeros han existido en Peñaranda a lo largo de los siglos, algunas se conservan hoy, si no físicamente, por lo menos la memoria de ellos, como es el caso de la Ermita de San Lázaro; pero de algunas otras instituciones eclesiásticas no ha quedado más rastro que el documental, y éste es lamentablemente muy escaso.
Este es el caso, entre otros, de la ermita de Nuestra Señora de las Viñas. Ubicada en la parte sur de la villa, extramuros de lo que era el espacio poblado hasta el siglo XVIII, se alzaba la Ermita de Nuestra Señora de las Viñas, cuya existencia podemos constatar al menos desde 1494 hasta 1617, habiendo desaparecido antes de 1752. Se habla de ella en un pleito entre la villa y el señor aludiendo a la posesión de heredades en el año 1494 (ARCHV, Pleitos Civiles, Zarandona y Balboa (F) Caja 1523-1, s. f.). Más tarde, en el año de 1581, se interpone un pleito de Simón Seco, mayordomo de esta ermita, con Pedro de Miranda, ambos vecinos de Peñaranda de Bracamonte, sobre administración de bienes donados por Miranda en favor de la misma [ARCHV, Pleitos Civiles, Fernando Alonso (F)].
Cuando el Libro de los lugares y aldeas del obispado de Salamanca (Ed. Casaseca y Nieto, Salamanca, 1982) se refiere a ella (P. 105), lo hace para afirmar que era aneja del beneficio de Aldeaseca de la Frontera, tiene buena renta y se a hecho convento; afirma además que, por autorización del obispo de Salamanca, la ermita había sido ocupada por los frailes franciscanos hasta la construcción del nuevo convento, cuya obra comenzaría en 1620.
Las autoras señalas que la ermita de Nuestra Señora de las Viñas no aparece en el Catastro de Ensenada del año 1752, inclinándose a pensar que no aparece en el citado catastro porque su fábrica quedó reabsorbida en el convento de franciscanos cuando se levantó el edificio de éstos, el cual utilizó en parte las paredes de la ermita preexistente. Imaginan que también fueron redirigidas sus rentas a los franciscanos, porque coincide la creación del convento de estos frailes con la desaparición de noticias sobre la citada ermita.
2) TERCER TEXTO: Notas tomadas de Higinio Orgaz (1998). Sesenta circunstancias peñarandinas. Así fue..., Colección Bernardino Sánchez. Ediciones Bracamonte. Peñaranda de Bracamonte, páginas 29 y 30.
El Convento de San Francisco
"Aquí hay una ermita de Nuestra Señora de las Viñas, adonde reside y está fundado el convento de frailes capuchinos de San Francisco". Así reza un manuscrito textual de 1604-1629.
Los más viejos del lugar aún recuerdan esta iglesia en ruinas, que dio el nombre a la calle Nuestra Señora. El convento fue abandonado tras la invasión francesa (1812) y las leyes de exclaustración de las comunidades religiosas (1837). En la década de los 60 desapareció por completo, y a las nuevas generaciones sólo les queda referencia escrita y alguna foto - como la que ilustra esta crónica- para conocer otra de las singulares páginas de la historia local. Referencia obligada es la toponimia de la zona que ocupó el convento ("Campo de San Francisco") y la calle del mismo nombre, hoy formada por viviendas en cuyo solar, hace pocos años, se alzaba la ermita con su claustro monacal y cementerio propio.
Una tapia rodeaba el conjunto que, en su origen, también contaba con paneras, granja y una huerta espaciosa cultivada por los frailes. La imagen de los capuchinos, con su túnica de saya marrón, ceñida con cordón blanco, capucho puntiagudo y sandalias, formaba parte de la vida diaria, que ellos dedicaban especialmente a misiones populares y de apostolado parroquial. Esta Orden había sido fundada en Italia por Matteo Bassi, en el seno de los franciscanos. Tras su escisión se introdujo pronto en España, y llegó a Castilla en 1610. En Peñaranda, reconstruirían la ermita abandonada y entorno a ella fundarían su cenobio.
Como todas las construcciones franciscanas, el convento peñarandino no tenía un estilo propio, sino que se adaptó a las modalidades constructivas de la zona y de la época. Tras la extinción de las órdenes monásticas (1835), algunos fieles devotos se agruparon en Orden Terciaria, asociación piadosa afiliada a los franciscanos que, durante años, celebró novena, fiesta anual y procesión alrededor del convento. De sus restos solo se han conservado dos escudos nobiliarios en piedra, tres cuadros recogidos en la sacristía de la iglesia parroquial, y el Calvario adosado sobre una de las paredes del atrio del Humilladero.
"El Polvorín" de 1939 terminó por reducir a escombros la iglesia de San Francisco.
Un cordial saludo desde Zaragoza, JEP
Dicho todo lo dicho en mi anterior mensaje [Ermita de Nuestra Señora de las Viñas (1)], voy a transcribir seguidamente algunos otros textos que clarifican la temática de que venimos hablando y que creo proyectan alguna luz sobre la historia de nuestro pueblo.
1) PRIMER TEXTO: notas tomadas de: “El libro de los lugares y aldeas del Obispado de Salamanca (Manuscrito de 1604-1629)”
En “El libro de los lugares y aldeas del Obispado de Salamanca (Manuscrito de 1604-1629), editado por la Universidad de Salamanca en 1982 bajo la dirección de Antonio Casaseca Casaseca y José Ramón Nieto González.
En las páginas 102 y 103, en “Aldeaseca de Valdevilloria”, se dice:
“Aldeaseca de Valdevilloria. Tierra de Salamanca…. En Aldeaseca de la Frontera ay una capellanía que fundó Catalina de Tapia y Benito Castaneda, su marido […]. Aldeaseca de Valdevilloria. Esta villa es del lugar de Peñaranda, tiene 26 vezinos y está de Salamanca 7 leguas y tiene una iglesia de Nuestra Señora del Castillo, muy graciosa, y todo el cuerpo de la iglesia dorado y luzido, tiene su capilla mayor y sacristía y su tribuna muy buena y su torre con dos campanas grandes y una pequeña […] Aquí hay una ermita de Sanctiago, que está bien reparada y la iglesia tiene cuidado de sus reparos, porque se le ha agregado la renta que tenía.”
En la página 105, en “La Villa de Peñaranda. Peñaranda”, se dice:
“Ermita de Nuestra Señora de la Biñas, anejo del beneficio de Aldeaseca de la Frontera, tiene buena renta y se a hecho convento. Aquí hay una ermita de Nuestra Señora de las Viñas, adonde reside y está fundado el combento de frailes capuchinos de Sant Francisco, esta iglesia es anexo del beneficio de Aldeaseca y tiene buena renta.”
2) SEGUNDO TEXTO: Notas tomadas de Claudia Möller Recondo y Ana María Carabias Torre (2002). Historia de Peñaranda de Bracamonte (1250-1836). Ediciones de la Diputación de Salamanca
Varias ermitas y humilladeros han existido en Peñaranda a lo largo de los siglos, algunas se conservan hoy, si no físicamente, por lo menos la memoria de ellos, como es el caso de la Ermita de San Lázaro; pero de algunas otras instituciones eclesiásticas no ha quedado más rastro que el documental, y éste es lamentablemente muy escaso.
Este es el caso, entre otros, de la ermita de Nuestra Señora de las Viñas. Ubicada en la parte sur de la villa, extramuros de lo que era el espacio poblado hasta el siglo XVIII, se alzaba la Ermita de Nuestra Señora de las Viñas, cuya existencia podemos constatar al menos desde 1494 hasta 1617, habiendo desaparecido antes de 1752. Se habla de ella en un pleito entre la villa y el señor aludiendo a la posesión de heredades en el año 1494 (ARCHV, Pleitos Civiles, Zarandona y Balboa (F) Caja 1523-1, s. f.). Más tarde, en el año de 1581, se interpone un pleito de Simón Seco, mayordomo de esta ermita, con Pedro de Miranda, ambos vecinos de Peñaranda de Bracamonte, sobre administración de bienes donados por Miranda en favor de la misma [ARCHV, Pleitos Civiles, Fernando Alonso (F)].
Cuando el Libro de los lugares y aldeas del obispado de Salamanca (Ed. Casaseca y Nieto, Salamanca, 1982) se refiere a ella (P. 105), lo hace para afirmar que era aneja del beneficio de Aldeaseca de la Frontera, tiene buena renta y se a hecho convento; afirma además que, por autorización del obispo de Salamanca, la ermita había sido ocupada por los frailes franciscanos hasta la construcción del nuevo convento, cuya obra comenzaría en 1620.
Las autoras señalas que la ermita de Nuestra Señora de las Viñas no aparece en el Catastro de Ensenada del año 1752, inclinándose a pensar que no aparece en el citado catastro porque su fábrica quedó reabsorbida en el convento de franciscanos cuando se levantó el edificio de éstos, el cual utilizó en parte las paredes de la ermita preexistente. Imaginan que también fueron redirigidas sus rentas a los franciscanos, porque coincide la creación del convento de estos frailes con la desaparición de noticias sobre la citada ermita.
2) TERCER TEXTO: Notas tomadas de Higinio Orgaz (1998). Sesenta circunstancias peñarandinas. Así fue..., Colección Bernardino Sánchez. Ediciones Bracamonte. Peñaranda de Bracamonte, páginas 29 y 30.
El Convento de San Francisco
"Aquí hay una ermita de Nuestra Señora de las Viñas, adonde reside y está fundado el convento de frailes capuchinos de San Francisco". Así reza un manuscrito textual de 1604-1629.
Los más viejos del lugar aún recuerdan esta iglesia en ruinas, que dio el nombre a la calle Nuestra Señora. El convento fue abandonado tras la invasión francesa (1812) y las leyes de exclaustración de las comunidades religiosas (1837). En la década de los 60 desapareció por completo, y a las nuevas generaciones sólo les queda referencia escrita y alguna foto - como la que ilustra esta crónica- para conocer otra de las singulares páginas de la historia local. Referencia obligada es la toponimia de la zona que ocupó el convento ("Campo de San Francisco") y la calle del mismo nombre, hoy formada por viviendas en cuyo solar, hace pocos años, se alzaba la ermita con su claustro monacal y cementerio propio.
Una tapia rodeaba el conjunto que, en su origen, también contaba con paneras, granja y una huerta espaciosa cultivada por los frailes. La imagen de los capuchinos, con su túnica de saya marrón, ceñida con cordón blanco, capucho puntiagudo y sandalias, formaba parte de la vida diaria, que ellos dedicaban especialmente a misiones populares y de apostolado parroquial. Esta Orden había sido fundada en Italia por Matteo Bassi, en el seno de los franciscanos. Tras su escisión se introdujo pronto en España, y llegó a Castilla en 1610. En Peñaranda, reconstruirían la ermita abandonada y entorno a ella fundarían su cenobio.
Como todas las construcciones franciscanas, el convento peñarandino no tenía un estilo propio, sino que se adaptó a las modalidades constructivas de la zona y de la época. Tras la extinción de las órdenes monásticas (1835), algunos fieles devotos se agruparon en Orden Terciaria, asociación piadosa afiliada a los franciscanos que, durante años, celebró novena, fiesta anual y procesión alrededor del convento. De sus restos solo se han conservado dos escudos nobiliarios en piedra, tres cuadros recogidos en la sacristía de la iglesia parroquial, y el Calvario adosado sobre una de las paredes del atrio del Humilladero.
"El Polvorín" de 1939 terminó por reducir a escombros la iglesia de San Francisco.
Un cordial saludo desde Zaragoza, JEP