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ALDEASECA DE LA FRONTERA: Son las siete de la mañana, y los cabreantes-perdón-,...

Son las siete de la mañana, y los cabreantes-perdón-, excitantes, atosigantes e incontrolables duendes del insomnio, se han apoderado y adueñado, tras una larga y desigual batalla, con claro vencedor, de mi merecido descanso. Ante la evidente, rotunda e injusta derrota, decido no volver a retarlos ni a desafiarlos y resignado, abandono humillado y abatido, con mi diezmado y ajado cuerpo luchador, abandono, huidizo el, emprendo, tomando el camino de Paradinas un paseo mañanero. Apenas andados unos metros, cerca del charco, percibo y aspiro, como primera medicina, un agradable, embriagador y delicioso aroma, propio y genuino de la mies segada, mezclado a su vez otros procedentes de distintas hierbas. La Naturaleza se ha despertado. Golondrinas, con sus vuelos de exhibición, planeadores, rápidos y veloces. Pardales o gorriones con vuelos zigzagueantes, imprecisos e irregulares; todos alegrando con sus cantos y trinos, la iluminada mañana El sol, majestuoso y grandioso en su etérea mansión, está por encima del horizonte, visual y figuradamente dos o tres metros, bajo de un bello cielo azul, salpicado por escasas nubes en forma de cirros. Lo que ayer eran campos verdes, hoy son campos dorados, con parcelas unas ya segadas, y otras pidiendo, como las del trigo y la avena, su corte. Los caballos de Román pastan sosegada y tranquilamente sin abandonar su cervical postura inclinada ante la presencia humana. Las vacas de la granja de Ceci-Mari, indolentes, impasibles a la venida del día, con su rítmico y constante rumiar, miran al pasar, indolentes e inmutables y ajenas a nadie ni a nada. Más allá, se oyen los balidos de corderos y ovejas, cercados en sus rediles, de la granja de Juán “El Andaluz”, dicho con permiso y cariñosamente. Las codornices, ocultas e invisibles entre la hierba y la mies, me obsequian y agasajan con sus bien combinados y medidos tiempos canoros. Mi paseo es relajado, sosegado, lento, monacal para mejor disfrute y goce de los placeres matinales que la Naturaleza ofrece. Todo ello cargado de paz y ante la soledad, con un silencio ensordecedor, solamente alterado y roto por el casi constante acompañamiento de los cantos de las aves. Todo ello invita a la reflexión, meditación, fluyendo gratos recuerdos de muchas personas queridas, tristemente desaparecidas, y de momentos inolvidables. ¡Cuántos recuerdos!. Continúo con mi pausado y parsimonioso caminar, hasta la raya de Paradinas donde hay un altozano y desde allí, como la mañana es limpia, nítida y exenta de polución, un grandioso y hermoso espectáculo se ofrece a la vista. Es la contemplación de Peñaranda y Aldeaseca, que resalta su figura, cargados de luminosidad producida por los rayos del incipiente sol y como fondo, las sierras de Gredos y Béjar. Así mismo, se divisan Paradinas y Rágama, pero con más penumbra, por estar situados a contraluz. Allá a lo lejos, se mueven inquietos animales, supuesta y aparentemente aves de gran tamaño, que no llego a apreciar bien por la distancia, y curioso por averiguarlo, intento acercarme, pero prudentemente, cuando rebaso, para ellas, los límites de seguridad, emprenden el vuelo sin darme opción a mi deseo. Regreso con el mismo ritmo andariego. A la granja de Juán “El Andaluz” llega un camión cisterna a recoger su producción lechera.. Tanto las vacas de la granja de Ceci-Mari, como los caballos de Román, no han variado su actitud y comportamiento. Las naves de Isaac e hijos están abiertas y me tomo el atrevimiento de fisgonear en su interior y un fuerte y penetrante olor a grano almacenado me recibe. Las cigüeñas, con su porte altivo y elegante, han regresado de su primera salida en busca de sustento, al nido que tienen en un vecino poste de la luz. La víspera, a la una de la mañana, costumbre rara, hora de brujas, cuando éstas salen, amparándose en la oscuridad a la práctica de sus aquelarres y danzas orgiásticas, cuando lo misterioso y esotérico se hace patente, han crotorado-machacado el ajo, decíamos antes. Llego a casa relajado, con semblante sereno y apacible, liberado de los diablos del insomnio y recuperado de los embates y acometidas del tal enemigo, usando un arma catártica, purificadora de mi estado de ánimo producido por la emoción que produce la contemplación de lo bello. Es de los días que hay que dar gracias a Dios por ello. Como muchas veces se ha comentado en este foro, Aldeaseca no posee bellezas arquitectónicas ni paisajísticas ni de otra índole o condición, pero busquémoslas por otros caminos que las encontraremos y quizá estén próximas a nosotros, a nuestro sentido, a nuestra vista, en cosas sencillas, sin artificios ni ostentación. Si los duendes de la pereza me autorizan, repetiré la experiencia. Es muy agradable. ¡Por cierto! Enhorabuena a todos los agricultores por la gran y excelente cosecha obtenida. Todas la eras están repletas de grano ¡Qué sea para bien!. Saludos a todos.

¡PAZ Y BIEN!
Paco García Sánchez.- Hoy desde Aldeaseca de la Frontera