Luz ahora: 0,10405 €/kWh

ALDEASECA DE LA FRONTERA: Hola a tod@s los aldeasequin@s que participáis aquí....

Hola a tod@s los aldeasequin@s que participáis aquí.

He pasado una larga temperada bastante fastidiado (así como este Foro). Gracias a Dios y la medicina hemos superado este primer envite.

Me encuentro con unas cuantas fuerzas que me permiten compartir con vosotros algunos de los recuerdos que me han venido en mis convalecientes y largas noches.

Creo que agunos de vosotros mayores lo recordaréis.

Me he decido a mandaros este recuerdo que mis nietos me pidieron que les contara, seguramente no por su interés sinó para que me entretuviera yo.

LA GITANÁ I

El día de carnavales no teníamos escuela, pero guiados por los muchachos grandes de la escuela la tarde antes, comenzábamos a movernos todos los chicos y chicas del pueblo. Unos buscaban en los baúles del “sobrao” y otros iban, sobre todo las niñas, a casa de las abuelas a buscar ropas y vestidos viejos, para preparar la “gitaná”. Cuando teníamos los pantalones, camisas, abrigos, las alpargatas y las alforjas, nos faltaba conseguir un trozo de carbón para el día siguiente, para ello nos acercamos a los desechos de los bares donde siempre aparecía algún tampón de corcho que otro.

Entre las idas y venidas por las calles del pueblo veíamos a algunos que montados en las burras y burros de sus abuelos o de sus padres, las hacían galopar, hasta que los pobres animales se volvían blancos por el sudor. Decían que así, cansados los animales al día siguiente correrían más. Con los preparativos resueltos nos acostábamos pensando en la ruta que seguiríamos al día siguiente.

Al levantarnos por la mañana, a penas sin desayunar debido al estado de excitación, comenzábamos a vestirnos con los ropajes conseguidos la tarde anterior: alpargatas, botas o zapatos rotos, pantalones con remiendos, camisas descosidas, abrigos desgarrados y algunos con las gorras o biseras de los abuelos desgastadas. Vestidos de esta guisa, finalizábamos nuestro aderezo con la pintura de cara: con los corchos de las botellas puestos a la lumbre y dejando que se quemaran por un extremo, nos tiznábamos la cara con el carbón- recuerdo que olía muy mal. Algunos se ponían bigotes otros se pegaban barbas, de manera que quedábamos todos bien desconocidos.

Mientras algunos conseguían hacer todo esto ellos solos, otros necesitábamos ayuda de nuestras madres, para mayor alegría de ellas, pues eso de las pinturas y ropas siempre les ha gustado mucho a las mujeres. Una vez terminados los arreglos, mostraban su obra a las vecinas para el regocijo de estas y la vergüenza e impacienta nuestra. Con tanta visita a las vecinas llegaríamos tarde a la plaza para ver a nuestros amigos. Pero las vecinas con buen espíritu de “la gitaná”, nos daban dos reales y alguna hasta una peseta, esto nos hacía olvidar los malos momentos pasados.

En PAZ con migo mismo Y BIEN que os deseo a todos.
Hasta la próxima
El Pescadero