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ALDEASECA DE LA FRONTERA: Hola a tod@s los aldeasequin@s que participáis aquí....

Hola a tod@s los aldeasequin@s que participáis aquí.

Liberados del entorno familiar, corríamos hacia la plaza sirviendo de diversión a las madres y a las abuelas que habían salido para vernos con nuestros disfraces, mientras algunas preguntaban a otras quiénes éramos cada cual, porque algunos estábamos totalmente irreconocibles.

Una vez reunidos, en la plaza, nos observábamos unos a otros disfrutando con nuestros camuflajes. Los mayores formaban grupos y marcaban el itinerario de cada uno, para recorrer el pueblo pidiendo “la gitaná”. Ésta consistía en pedir algo, unos nos daban comida: chorizo, salchichón, morcilla,… cosas de las matazas, y otros nos daban dinero: perras gordas, realillos y hasta pesetas.

La comida la íbamos guardando en las alforjas para luego juntarla en la de los burros, que ya eran más resistentes que la tarde anterior. Con el dinero los mayores iban a los bares a comprar bebida: vino, gaseosa, mirindas y güisqui. Hecho el acopio de víveres, nos juntábamos de nuevo en la plaza para comenzar la marcha por la carretera de Peñaranda, los que van motados en los burros van los primeros, los demás vamos detrás y todos intentamos cantar la misma canción, mientras los padres, madres y abuelos han salido a la carretera para vernos pasar. La retahíla de niños avanza por la carretera hasta llegar al pinar de don Rodulfo. Llegados allí, descargamos los burros dejando las alforjas debajo de las albardas a la sombra de los pinos, mientras otros apeaban a los burros para que puedan comer y moverse por el pinar.

Mirando la posición del sol en el cielo sabíamos que era pronto para comer, así que podíamos jugar: al fútbol, a la cadeneta, al burro, a las prendas,…, pero todos juntos sin distinción de edades ni de sexos. Cuando llegó la hora de comer nos sentamos en el suelo formando un corro en el escampado que tenía el pinar en la parte de arriba, contra Peñaranda. Colocamos la comida, una vez troceada, en el centro del corro, y comenzamos a comer, cada uno lo que quería o podía coger del centro, mientras la bebida pasaba de uno a otro recorriendo el corro, sobre todo la bota que contenía el vino con gaseosa.

Terminada la comida jugamos todos juntos al corro y las prendas, este juego tiene mucho éxito entre los muchachos y muchachas grandes, los pequeños nos aburrimos pronto, nunca nos tocan las prendas. Los pequeños seguimos jugando a los juegos de antes de comer. Los mayores cuando se quedan solos se tumban en el suelo para hablar y contar chistes a las muchachas. Cuando el sol pierde fuerza y comienza a refrescar recogemos casi todos los enseres llevados, algunos jirones extraídos de las ropas durante los juegos quedaban esparcidos por el pinar.

Un poco cansados pero satisfechos regresamos al pueblo cuando el sol se estaba poniendo y de nuevo nos juntábamos en la plaza donde ya estaban nuestros padres algunos disfrazados con los abuelos colocando unas sillas para las abuelas, entorno al frontón. Está todo el pueblo, desde el cura hasta el médico. Saludamos a nuestros padres contándoles lo bien que lo hemos pasado y tomamos sitio en el pretil del frontón, la corrida de toros iba a comenzar.

Cuando el frontón queda libre de los paseos de las mozas y mozos disfrazados, un mozo hace sonar el cuerno del alguacil intentando sacar notas inexistentes en el instrumento, hecho que divierte a los presentes.

- El toro de este año- decían los mozos- es de la ganadería más brava de Salamanca.

- La cuadrilla que actuará estuvo acompañando a “el Viti” en una temporada memorable- decían otros mozos.

Después del toque del “clarín” sale el toro, aplaudido y jaleado por los presentes. Los mozos lo habían “encerrado” en el frontón chico, donde los mozos y mozas del pueblo tenían una gran fiesta, que no querían que la viésemos los muchachos desde el pretil. El toro lo formaban dos mozos inclinados y metidos en sacos impregnados por fuera de brea, para que de esta forma el toro fuese negro. El mozo delantero llevaba unas astas en las manos y el trasero una escoba por rabo. Después de dar dos o tres vueltas al frontón, entre carcajadas y risas de todo el pueblo, sale la cuadrilla haciendo el paseíllo encabezada por “Rufo el torero” y seguida por algunos mozos del pueblo. Extendiendo los capotes, trozos de sacas de la paja, saludan a todos los presentes que responden con grandes aplausos entre risas. El torero llama al toro, éste deja de alardear del disfraz y mira al que le ha citado, mientras se oye un grito desgarrado desde “el tendido”, entre las sillas de las abuelas:

- ¡Cuidado hijo, que no te mate!

Era la voz de “la Caro”, hermana de Rufo. Esto sirvió para que entre todos los presentes estallara una gran carcajada que duró varios minutos. Repuesto el tendido y sobre todo el ruedo, el toro arrancó corriendo según les permitía la unión y envistió al torero, que evitó la embestida dando un paso hacia atrás, pero no consiguió esquivar el escobazo del rabo. Se escuchaban grandes Bravos y Olés desde el pretil donde estaba casi toda la chiquillada, en el tendido de sillas, donde estaban la gente mayor del pueblo sólo se oían risas y carcajadas.

El toro al embestir buscaba con sus brazos algo donde clavar los cuernos y con la parte trasera algo para dar con la escoba. Algunas veces los dos mozos no muy de acuerdo con sus movimientos hacían que el toro se partiese en dos. Esta forma de actuar del toro divertía mucho a los asistentes.

El torero siguió unos cuantos lances más y se retiró entre los pitos del público- a la familia de “los Rufos” también les llamaban los pitos, tal vez fuese por este lance- Rufo estaba muy enfadado con el toro que intentaba cogerle pero sobre todo con las barridas del rabo. Sonó de nuevo el “clarín”, cambio de tercio. El toro se incorporó, los dos mozos que lo formaban se pusieron de pie masajeándose la zona lumbar y se escondieron en el juego chico.

Sonó de nuevo el “clarín”, con la consiguiente carcajada de los presentes al salir un buen gallo por el cuerno del alguacil, Olimpio se molestó al oír semejante ruido. Ya anochecido, salió el segundo toro, éste estaba formado por la parte delantera de una bicicleta, con el guía dado la vuelta y en lugar de llevar cuernos llevaba dos antorchas encendidas, como era de noche casi cerrada, causaba una impresión terrorífica, tal era la sensación que el torero se negó a torearlo, lo cual causó un gran desaliento al respetable y algunos de los asistentes comenzaron a marcharse a sus casas, comentando entre risas y carcajadas lo visto.

Este segundo toro dio varias vueltas al frontón, que se estaba quedando sin público, mientras los mozos que estaban en el frontón chico salían con las bebidas ofreciendo a sus compañeros que bailaban abrazados al ritmo de una banda que sólo ellos escuchaban. Mientras nuestros padres nos llamaban para recogernos, ya reunidos todos comentamos, entre risas, las distintas faenas de la corrida. Esta última parte de la fiesta preparada por los mozos nos hizo olvidar las distintas fases de la “gitaná”.

Llegados a casa, cansados y alegres y sin ganas de comer, nos queríamos meter en la cama, pero no pudo ser. Teníamos que bañarnos a conciencia, sobre todo para quitarnos el carbón de la cara, no salía bien con agua y jabón y mi madre tuvo que esforzarse mucho restregando bien la piel, para quitarme hasta el último punto negro, entre mis quejas y sollozos.

- Cállate y no llores, que sois unos majos marranos- dijo mi madre

A pesar del dolor infringido al quitar el corcho quemado, el día había merecido la pena. Con la cara roja y bien caliente sobre todo por detrás de las orejas, por fin me pude meter en la cama, estaba muy cansado.

- Mañana tendremos que ir a misa para que el señor cura nos ponga la ceniza en la frente- nos dijo mi madre, mientras terminaba de arroparnos.

- Entonces no iremos a la escuela- dije yo alegremente.

- Si hay escuela después de la misa- dijo mi madre- pero estaréis menos tiempo.
- ¡Vaya!, ¡qué mala suerte!

Y me quedé dormido, no sé si entre toros, jugando o mendigando.

En PAZ con migo mismo Y BIEN que os deseo a todos.
Hasta la próxima
El Pescadero