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ALDEASECA DE LA FRONTERA: Otro de los muchos placeres, goces y satisfacciones...

Otro de los muchos placeres, goces y satisfacciones que me produce la estancia en el pueblo en esta época del año, y que me procuran contento y entretenimiento all ánimo, son las serenas, tranquilas, plácidas y muchas veces calurosas noches veraniegas. El día ha sido agobiante, canicular, caluroso y asfixiante. Contrastada, llega la noche de suave y refrescante brisa, de céfiro viento, que alivian y reconfortan espíritu y cuerpo, atenuándolos y aligerándolos de las tensiones que la actividad diaria genera, reponiendo las fuerzas perdidas en pro de las tareas propias de la jornada. Y como terapia restauradora.... ¡Vamos a tomar “el fresco”! Así que... sillas en mano, tipo camping e incluso tumbonas, lejos de las añoradas, entrañables y nostálgicas sillas de espadaña, los vecinos más próximos en vecindad, se reúnen bajo un hermoso cielo castellano, repleto de brillantes, titilantes y rutilantes estrellas, que como fieles vasallos y súbditos cortejan y ofrecen rendimiento, reconocimiento, honor y pleitesía a la majestad, grandeza y magnificencia a las constelaciones boreales Osa Mayor (Ursa Maior) y Osa Menor (Ursa Minor) con su estrella Polar, referencia y guía de navegantes. Ambas constelaciones por la disposición geométrica de sus siete estrellas, en forma de carro. ¡Qué inmenso, soberbio e interminable espectáculo abarca nuestra agradecida vista ante la infinidad celeste. Noches cargadas de duende, embrujo, encanto, silencio de purificador sosiego y quietud, solamente interrumpido por inquietos, amenazantes ladridos de perros, correspondidos y respondidos por otros, en diferentes puntos del pueblo, como eco imitador y retador y que igual que el Can Cerbero, portero y guarda del Hades, adoptan función de guardianes, vigilantes y custodios de la noche y celosos cuidadores de su paz y reposo, hasta la llegada del alba, de la divina aurora, recibidos y anunciados, cual héroe triunfante de testa laureada, por cantos alborozados y jubilosos de gorriones y golondrinas apostados en el alféizar de las ventanas y en los cables del tendido eléctrico. Cualquier lugar es idóneo para acompañar su recorrido y disfrutar de su belleza. Bajo este cielo, los vecinos, sentados formando círculo, se reúnen como digo y.... ¡Hala! A imaginar, a recordar tiempos y hechos de ayer, a proyectar y planificar futuros, valga la redundancia. Comparar y cotejar vivencias, disfrutes y ocios entre tiempos pretéritos y actuales. De la juventud que fue y la juventud que es. Andanzas, travesuras y correrías, y de la sagacidad y sutilezas empleadas para ello. Se hacen presentes nuestros maestros. La señora PATRO en la escuela de párvulos-los “cagones”-, con su genio, a veces cariñoso y dulce, y otras refunfuñón y rezongón, pero siempre paciente y sufrida con nuestros infantiles comportamientos caprichosos, rebeldes e indóciles, nos familiarizó con las primeras letras, con el conocimiento y aprendizaje de los signos literales y numéricos, con sus sonidos, articulaciones y combinaciones posibles. Todo ello, principio, cimiento y apoyo importantes, sobre lo que más adelante, se fundaría el edifico del conocimiento. Don VICENTE, en la enseñanza reglada, que según opiniones generalizadas, controvertibles y refutadas, lógicamente, era temido por su personalidad y carácter desiguales, atrabiliarios, desabrido y destemplado, con genio de fácil irascibilidad. Censores de sus métodos pedagógicos de enseñanza y de transmisión de conocimientos. Estimaciones, no obstante, propias de cada cual. Pero en pro de la objetividad y obviando la subjetividad, en ocasiones tendenciosa a una animadversión personal, si no es posible olvidar ciertos momentos de nuestra vida, atemperemos, moderemos y templemos el recuerdo de excesos físicos empleados en sus métodos, en honor de la grandeza y dignidad del magisterio y de la belleza que encierra la definición y concepto de Maestro, así como sufrida y noble su dedicación. Guardémosle consideración y estima por su tesón y constancia en desasnarnos. Y si no, que cada cual, en intimidad, juzgue por sí mismo. Como maestro espiritual y religioso, Don EDUARDO atendía, no sólo aquello que a su ministerio correspondía, sino que se adentraba en manifestaciones culturales, como representaciones teatrales y otras con connotaciones y paralelismos religioso-profanas, como la fiesta de Acción Católica, donde toda la juventud del pueblo en alegre, gallarda, jovial y curiosa procesión, íbamos acompañando al sacerdote, en este caso D. Eduardo, desde su domicilio, hasta la iglesia, cantando el himno aquel de... JUVENTUDES CATÓLICAS DE ESPAÑA, GALARDÓN DEL ÍBERICO SOLAR etc, etc. ¿Os acordáis? Y después del oficio religioso, con todo el pueblo reunido en el Ayuntamiento, cuatro o cinco jóvenes, elegidos por el Sr. Cura, recitaban y declamaban, subidos en un escenario al efecto, un texto aprendido y memorizado- ¡qué falta de profesionalizad, categoría artística, orgullo y prurito, era leerlo como papagayo! ¡Por Dios! ¡Cuántas malas pasadas le jugaban a algunos jóvenes y noveles recitadores los excitados nervios ante tan excelente, expectante y deseoso auditorio. Ante el olvido de una palabra ¡zas! ¡Adiós discurso! El silencio, el pensamiento plano, obscuro y solo, la nada del texto. Toda la carrera artística, y todo el sueño hollywoodiense de primer actor como pareja de sus monumentales estrellas ¡al carajo! Las musas Talía y Melpómene abandonaban y repudiaban al infractor. Un calor paralizante recorría todo el cuerpo; soflamas y ardores por vergüenza producidos, que enrojecían el rostro. Oyes, con todas las miradas, cual afilados puñales clavadas en ti, murmullos de críticas y desaprobació, y ves alguna que otra disimulada risita irónica, pícara y burlona, cargada de sorna, llenas de deseo y felicitación por el esperado y querido tropiezo, como parte del espectáculo. Mientras, los insuflados y enchufados de las Musas, se los cubría de honores con merecidos y sonoros aplausos y para los fracasados, ignominia y deshonra para sí y para sus progenitores, hermanos tíos y demás familia. Al margen de las cualidades, defectos y características personales de Don Eduardo, el Cura, poseía una virtud y don que, para mí, eran muy estimables y de gran y alto valor: la dedicación intensa, como guía y maestro espiritual de sus feligreses, y que como antes decía, no solamente en su faceta religiosa, sino cultural, campos en los que actualmente está bastante abandonada la feligresía de unas y otras edades. Recuerdo esos maestros, ágrafos y faltos de formación académica, llenos de sabiduría popular y natural, emanada de la experiencia, de la práctica y de la enseñanza recibidas, como almacenes del saber, que cuando abrían sus puertas te inundaban de conocimientos. Muchos los hemos tenido en casa, como nuestros queridísimos abuelos y otros como, para mí el recordado tío Casimiro. Pozos inagotables de sabiduría y conocimientos, salpicados de anécdotas y de sucesos curiosos, llenos de mito y de historia, de fabulosos y misteriosos personajes con poderes sobrenaturales y que, nosotros, absortos, llenos de admiración, escuchábamos a veces, protagonistas, en nuestro magín infantil, de los hechos y relatos narrados, y otros, temerosos, atemorizados y amedrentados de la irrealidad transformada en existencia verdadera y efectiva por nuestra aguda imaginación. Todo ello, al final, como filosofía práctica y aplicada, hacían recomendaciones y reconvenciones como guías, vigías y dirigentes de nuestra conducta y moral y buen comportamiento y gobierno en nuestra existencia. Temas y asuntos dispares y diferentes y así mismo abundantes en los momentos de “tomar el fresco”. Pero el que más atención suscita de todos, es el referido a la agricultura. Los métodos y artes de cultivo empleados y proyectos para la próxima cosecha. ¡Recuerdos, recuerdos y más recuerdos!. Hay diferentes maneras y medios de “tomar el fresco”. Los jóvenes o en transición de la infancia a la juventud, reunidos en la plaza, se insuflan e inundan de romántico y platónico, sano, limpio y sexualmente natural atractivo, de fuerza incontrolada e indómita. Hay grupos de mujeres, diferentes entre sí, que a un ritmo prudente, recorren el pueblo, dando la vuelta al mismo cuatro o cinco veces, dependiendo de las fuerzas y ganas, entre risas y algarabías, producto de algún chiste, comentario o dicho ingenioso, alegre y festivo ¡En fin! Tertulias y reuniones donde la sociabilidad se hace física y presente, donde se establecen, donde se fortalecen, donde se confirman y renuevan lazos de unión a través de la comunicación y de la conversación de naturaleza real, corpórea, palpable, tangible y cálida, no faltando ardor y entusiasmo en la exposición de los acontecimiento. Todo ello contrapuesto al movimiento que hoy se ha dado en llamar “La Era de la comunicación”, que yo añadiría técnica, fría, impersonal, sin gracia, sin espíritu, exenta por ello de sensaciones y emociones. Saludos.

¡PAZ Y BIEN!
Paco García Sánchez.- Desde Aldeaseca de la Frontera