ALDEASECA DE LA FRONTERA: Hola a tod@s los aldeasequin@s que participáis aquí....

Hola a tod@s los aldeasequin@s que participáis aquí.

Esperando a los Reyes II

Después de pasar la noche entre el cansancio de la tarde anterior y las pesadillas amaneció el día antes de que los gallos de los corrales cantasen, descalzos mi hermano y yo corrimos a la cocina para ver qué había junto a la chimenea. Yo encontré dos cajas, en una ponía mi nombre, la abrí y con los nervios rompí el envoltorio, dentro había uno rompe-cabezas en forma de dados con distintos fragmentos de figuras en cada una de las seis caras y en la otra que abrió mi hermano apareció una pistola de dardos como los de las escopetas de las ferias. Miré hacia atrás y vi a mis padres, él sonriendo y ella con lágrimas en los ojos.

Inmediatamente mi hermano cargó la pistola y disparó el dardo contra el jamón que había colgado junto a la chimenea. Sacó un papel con círculos numerados de la caja donde estaba la pistola y lo clavó en el jamón, contó cinco pasos hacia detrás y me dijo:

- El que más puntos saque en tres tiradas gana.

Ganó mi hermano, era mayor que yo, y además siempre tuvo mejor puntería. Después de la competición desayunamos, lo de siempre, leche migada con azúcar y un poco de canela. Lo tomamos deprisa quemándonos la lengua, teníamos que salir a la calle lo antes posible para enseñar nuestros regalos y ver los de los amigos vecinos. A uno le trajeron unas botas altas de goma y calcetines altos, a otro una pizarra grande con tres pizarrines,… Pero a Pili, hermana de un amigo, le trajeron una bicicleta roja sin barra y con redecillas rosas en la rueda de atrás.

- Mira que suerte ha tenido mi hermana, a ella le han traído una bicicleta y a mí unas botas para regar este verano.

- Las muchachas siempre son más “suertudas” que nosotros- dijo mi hermano.

Nosotros nos enseñamos todos nuestros regalos, pero sobretodo queríamos montar en la bici de la muchacha que a ninguno nos la dejó. Estuvimos así hasta que nos llamaron para vestirnos e ir a misa.

Algunos estrenarían los zapatos y ropa que les trajeran los Reyes la noche antes y otros lo que estrenamos el día de Año Nuevo. Pero todos llevaríamos una cestita con frutas, almendras garrapiñadas y caramelos para ofrecer al Niño Jesús, aunque de estos últimos no llegaran todos. En misa, cuando lo indicaba don Eduardo, el cura, porque no sabíamos en qué parte estaba la misa- la misa era en latín y además el cura siempre estaba de espaldas- hacía una señal a don Vicente y a doña María, los maestros, pues nos sentábamos todos los de la escuela junto a ellos. Salíamos con nuestra cesta y la vaciábamos en los dos arcones grandes que estaban a un lado del altar, uno para las frutas y el otro para los caramelos y almendras.

Terminada la misa salíamos todos corriendo para comentar las visiones de la noche anterior y hablar de los regalos, porfiando sobre cuál era el mejor. A veces íbamos a casa de los más amigos para jugar con los nuevos juegos: Monopoli, Cinesín, Juegos de Magia, escopetas de perdigones para cazar pájaros, pistolas de dardos y algunas bicis que no se podían montar porque el dueño decía que no sabíamos o que se la íbamos a romper. Este año tampoco llegó ningún balón de reglamento, así que tendríamos que seguir jugando con los de plástico.

Después de comer, suenan las campanas y tenemos que ir a la Iglesia a jugar a carreras, saltar, cantar villancicos, recitar oraciones,… y a los que ganaban, don Eduardo les daba unas naranjas, almendras o caramelos. Todo lo que habíamos llevado por la mañana en nuestras cestas. Así pasábamos la tarde hasta que comenzaba a refrescar y cada uno se iba a su casa, unos contentos por llevarse mucha fruta y otros un poco disgustados por llevar algunos caramelos, pero todos cansados, sin darnos cuenta que al día siguiente tenemos que volver a la escuela.

En PAZ con migo mismo Y BIEN que os deseo a todos.
Hasta la próxima
El Pescadero