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ALDEASECA DE LA FRONTERA: Hola a tod@s los aldeasequin@s que participáis aquí....

Hola a tod@s los aldeasequin@s que participáis aquí.

Esperando a los Reyes I.

El día antes de reyes, el día 5 de enero, por la mañana al no tener que ir a la escuela, los niños nos entreteníamos buscando los cencerros de los bueyes, de las vacas, de las ovejas o las esquilillas de las mulas, por todos los “sobraos” de las casas de los abuelos. Todos queríamos encontrar los más grandes aunque a veces no pudiéramos con ellos.

En mi caso, al no conseguir los cencerros de los antiguos bueyes del abuelo Ángel, porque mis primos, que eran mayores los conseguían antes, llevaba un collar de esquilillas de las mulas cuando se enganchan al “chirri” en los días que se engalanaban para ir de fiesta, como por ejemplo ir a las Ferias de Peñaranda.

Después de conseguir los cencerros o las esquilillas, esperábamos impacientes la hora de la comida, porque después de comer nos juntábamos en la plaza con los muchachos grandes, los mayores de la escuela, que tendrían quince o dieciséis años.

Ya reunidos en la plaza todos los escolares, que éramos casi todos los niños del pueblo. Comenzábamos a agitar nuestros instrumentos cada cual al ritmo que la fuerza de sus manos y el peso del instrumento le permitía.

A la orden de uno de los mayores salíamos de la plaza por la carretera sin dejar de agitar los cencerros. Ante tal algarabía las mujeres que vivían cerca de la carretera salían a sus puertas para ver el desfile orquestal. Seguíamos la carretera hasta la salida del pueblo por la carretera de Zorita y al llegar al cementerio viejo, los más pequeños, cansados de soportar y mover los cencerros, querían descansar sentándose en la cuneta de la carretera, pero los grandes no se lo permitían y les gritaban:

- Si no vamos a esperar a los reyes, ellos no vienen y nos quedamos todos sin regalos, así que levantaros y arread.

Y comenzaban a cantar exigiéndonos que les acompañáramos: “Ya vienen los Reyes por los arenales, ya le traen al niño ropas y ricos pañales…”. Seguimos gritando el villancico mientras agitamos nuestros instrumentos hasta llegar a la “Reguera”, pasábamos el riachuelo pisando las piedras con mucho cuidado para no resbalar. El agua estaba muy sucia y en algunas partes de las orillas había “carámbano”. Algunos aprovechábamos para pisarlo y sentir bajo nuestros pies el chasquido al romperse la fina capa de hielo, era una sensación agradable que nos gustaba a todos, e incluso nos empujábamos para poder romper más trozos al igual que hacíamos en los charcos de agua helada en el pueblo durante el invierno.

Pasada la Reguera tras pisar todo el carámbano que vimos, nos deteníamos en la arena del vado de la Reguera, donde había multitud de huellas de herraduras y marcas de las ruedas de los carros. Muchos creíamos que ya habíamos llegado al arenal del que hablaba el villancico, pero los grandes nos ordenaban que siguiéramos andando, que ya casi estábamos en el lugar acordado. Seguíamos detrás de ellos y nos parábamos debajo de gran castaño de la huerta del “Tío Conejo”. Los mozalbetes grandes se sentaban en las grandes piedras que había, parecían dispuestas para tal ocasión, abrían sus alforjas, sacando la merienda, consistente en un buen trozo de pan, torreznos y longaniza que partían con una pequeña navaja, y otros sacaban una bota de vino o un “medio de güisqui” en una botella con un tapón de goma y un muelle de acero, donde se leía “gaseosa San Miguel”.

Entre bocado de unos y tragos de la bota de otros nos gritaban:

- Cantad alto, más alto: “Ya vienen los Reyes por los arenales, ya le traen al niño ropas y ricos pañales…”.

- Seguid cantando y tocando los cencerros que si no, no vienen los Reyes- gritaban otros.

Al principio cantábamos y agitábamos nuestros instrumentos hasta que los brazos no soportaron más y con un intenso dolor en la garganta. Abríamos nuestros pequeños fardeles, donde llevábamos nuestra merienda. Fardel que utilizábamos para la bolsa del vaso de leche de la escuela, del cual aparecía un rescaño de pan con longaniza o salchichón y en algunos como postre, una o dos onzas de chocolate “Coti”, una naranja o varías castañas. También llevábamos en una botella de cuartillo de “San Miguel”, agua o “butano”.

Después de merendar cada uno lo que llevaba, compartiendo o cambiando, sobre todo el postre. Nos poníamos a jugar algunos al “pilla-pilla” y otros a la gallina ciega. Así estábamos hasta que el sol se escondía detrás de unas nubes y comenzaba a hacer frío. Regresábamos al pueblo, pero ya sin cantar ni agitar los cencerros, hasta que llegamos a la entrada del pueblo, donde de nuevo los mayores comenzaban a cantar y a sonar los cencerros, las fuerzas después de esperar a los Reyes nos habían abandonado casi por completo, al ir entrando en el pueblo cada uno iba camino de su casa, pensando qué traerán los Reyes este año, deseando que no fuese otra vez zapatos ni ropa, ¡ojalá que este año toque un balón de reglamento de fútbol!, deseaban algunos, mientras otros deseaban la bicicleta que vieron en Peñaranda.

Ya en casa, cansados y con algo de frío, cada uno pedía su cena y sin dar explicaciones de cómo había pasado la tarde, cenaba y se acostaba. El sueño nos invadía de inmediato, pero al cabo de varias horas se acumulaban multitud de imágenes recogidas en la calle y en los escaparates de Peñaranda el “jueves de turrón”, la última vez que estuvieron allí.

En todas las casas, durante los sueños, se amontaban diferentes figuras: balones de reglamento, muñecas que hacen cositas, bicicletas con y sin barra de diferentes colores, coches últimos modelos, tractores, camiones para llevar el ganado, que solían ser los escaramonjos, y demás cosas expuestas sobre todo en el escaparate de “El Cielo” de Peñaranda.

En PAZ con migo mismo Y BIEN que os deseo a todos.
Hasta la próxima
El Pescadero
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
-He leído con mucha atención ambos relatos donde ampliamente describes con detalle las vivencias que, acerca de aquella noche mágica de los Reyes Magos, nuestra ilusión inocente e infantil tenía. Pero echo de menos, quizá por omisión o por pertenecer a otra generación o quizás no vivir esa situación, echo de menos como te digo, una referencia a alguien que era el personaje principal y el alma de toda la heterogénea y festiva romería en busca de sus Magas Majestades, que los chavales del pueblo celebrábamos, ... (ver texto completo)