CONTINUACIÓN (6)
El papel del juego en el desarrollo psicomotor y sensorial
El término psicomotricidad hace referencia a la indisoluble vinculación entre cuerpo, movimiento, emoción y actividad cognitiva, desempeñando un papel fundamental en el desarrollo integral y armónico de la personalidad humana.
En este sentido, todo juego remite siempre al cuerpo, “vehículo de nuestra presencia en el mundo” (Merleau-Ponty), que se va construyendo en el contexto de un espacio lúdico de relaciones y comunicación, de permanente interacción con los otros, que favorece la activación y estructuración de las relaciones humanas.
Los niños necesitan jugar desde los primeros meses. Juegan con sus pies y sus manos, con todo su cuerpo; hacen burbujas con la saliva, lo succionan todo, lo tocan todo, balbucean, agarran y sueltan objetos… El juego es su ocupación principal, su trabajo, su oficio, como ya hemos dicho.
Jugando, el niño desarrolla los sentidos, da una salida a su necesidad de movimiento, aprende a manejar y controlar su cuerpo, descubriendo sus posibilidades, consigue un mayor nivel de seguridad, coordinación y equilibrio, adquiere todo tipo de destrezas, construye el esquema corporal…
Algunos juegos exigen a los niños andar, correr, saltar, mover sus piernas o brazos, agacharse, levantarse, sentarse, mantener el equilibrio..., contribuyendo de esta forma a un desarrollo global de la psicomotricidad.
Otros afianzan la coordinación visomotora o contribuyen a la especialización de las manos, al tener que ser utilizadas con precisión y destreza para construir, ensartar, apilar, recortar, dibujar, modelar…
Hay juegos que desarrollan el tacto, como jugar con agua, jugar a los abrazos, jugar a tocar objetos de diferentes texturas, jugar a tapar, destapar, roscar, ensartar…
Otros estimulan el sentido vestibular, como moverse, mecerse, columpiarse, lanzarse al vacío, rodar, subir y bajar escaleras, caminar, saltar, dar vueltas sobre si mismo…
Los hay que conectan con la visión, como los juegos de construcción de rompecabezas, de buscar objetos escondidos, de usar gafas oscuras, de jugar a la gallina ciega, de describir características de personas u objetos…
Hay otros que educan el oído, como jugar a identificar sonidos y voces, jugar con instrumentos musicales, o participar en juegos rítmicos…
Otros, finalmente, estimulan el olfato y el gusto, como jugar a identificar sabores: salado, dulce, agrio, amargo…; o a descubrir olores: de alimentos, de infusiones, de especias, de perfumes
El papel del juego en el desarrollo psicomotor y sensorial
El término psicomotricidad hace referencia a la indisoluble vinculación entre cuerpo, movimiento, emoción y actividad cognitiva, desempeñando un papel fundamental en el desarrollo integral y armónico de la personalidad humana.
En este sentido, todo juego remite siempre al cuerpo, “vehículo de nuestra presencia en el mundo” (Merleau-Ponty), que se va construyendo en el contexto de un espacio lúdico de relaciones y comunicación, de permanente interacción con los otros, que favorece la activación y estructuración de las relaciones humanas.
Los niños necesitan jugar desde los primeros meses. Juegan con sus pies y sus manos, con todo su cuerpo; hacen burbujas con la saliva, lo succionan todo, lo tocan todo, balbucean, agarran y sueltan objetos… El juego es su ocupación principal, su trabajo, su oficio, como ya hemos dicho.
Jugando, el niño desarrolla los sentidos, da una salida a su necesidad de movimiento, aprende a manejar y controlar su cuerpo, descubriendo sus posibilidades, consigue un mayor nivel de seguridad, coordinación y equilibrio, adquiere todo tipo de destrezas, construye el esquema corporal…
Algunos juegos exigen a los niños andar, correr, saltar, mover sus piernas o brazos, agacharse, levantarse, sentarse, mantener el equilibrio..., contribuyendo de esta forma a un desarrollo global de la psicomotricidad.
Otros afianzan la coordinación visomotora o contribuyen a la especialización de las manos, al tener que ser utilizadas con precisión y destreza para construir, ensartar, apilar, recortar, dibujar, modelar…
Hay juegos que desarrollan el tacto, como jugar con agua, jugar a los abrazos, jugar a tocar objetos de diferentes texturas, jugar a tapar, destapar, roscar, ensartar…
Otros estimulan el sentido vestibular, como moverse, mecerse, columpiarse, lanzarse al vacío, rodar, subir y bajar escaleras, caminar, saltar, dar vueltas sobre si mismo…
Los hay que conectan con la visión, como los juegos de construcción de rompecabezas, de buscar objetos escondidos, de usar gafas oscuras, de jugar a la gallina ciega, de describir características de personas u objetos…
Hay otros que educan el oído, como jugar a identificar sonidos y voces, jugar con instrumentos musicales, o participar en juegos rítmicos…
Otros, finalmente, estimulan el olfato y el gusto, como jugar a identificar sabores: salado, dulce, agrio, amargo…; o a descubrir olores: de alimentos, de infusiones, de especias, de perfumes