CONTINUACIÓN (7)
El papel del juego en el desarrollo cognitivo
Tal y como han demostrado numerosas investigaciones sobre el juego, éste desempeña un papel fundamental en el desarrollo de los procesos psicológicos superiores y en el aprendizaje. Para Piaget, el juego es la principal herramienta de que dispone el niño para construir el conocimiento de si mismo y de la realidad. Para Vygotski, una lente de aumento capaz de crear una zona de desarrollo potencial, que permite al niño saltar por encima de sus posibilidades, de su zona de desarrollo actual. Para Wallon, el juego se confunde con la actividad total del niño, de manera que los diferentes procesos y etapas del desarrollo están marcados por la actividad lúdica. Para Bruner, el juego desempeña un importante papel en la aparición y desarrollo del lenguaje.
El juego es un permanente banco de pruebas, que permite al niño experimentar, de forma real o imaginaria, con todo tipo de materiales y objetos. En el laboratorio del juego, el niño aplica y construye conocimientos, resuelve problemas, descubre las consecuencias de sus acciones, comprende su entorno y los microsistemas en los que vive inmerso, vive nuevas experiencias, desarrolla la inteligencia, el pensamiento, el lenguaje, la atención, la percepción, la memoria, la imaginación y la creatividad, o aprende a manejar las relaciones de espacio y tiempo…
Los juegos motores o de ejercicio hacen una contribución esencial al desarrollo cognitivo. No en vano, el desarrollo de la inteligencia y los procesos de construcción del conocimiento, especialmente durante el período sensoriomotor, están profundamente vinculados a este tipo de juegos.
Otros juegos, como los juegos de construcción, son también fundamentales para el desarrollo cognitivo. Gracias a ellos, el niño incrementa su capacidad para diferenciar formas y colores, y mejora en aspectos como la organización espacial, la atención, la percepción, la concentración, el razonamiento, la reflexión, la memoria…
Hay juegos, como los juegos simbólicos, los de títeres, las narraciones, las pantomimas, las dramatizaciones…, que desarrollan la imaginación y la creatividad, que potencian el pensamiento divergente, la espontaneidad y la capacidad de improvisación, la fluidez de ideas y emociones; que activan la originalidad, que incrementan el sentido de la flexibilidad, que fortalecen la dimensión fantástica e imaginativa de la personalidad; juegos que permiten construir personajes, historias, objetos o situaciones inéditas, explorar caminos desconocidos, atreverse a nuevos desafíos, transgredir e ir más allá de lo permitido, expresarse sin censuras, inhibiciones o mordazas…
Hay juegos que favorecen el desarrollo y manejo del lenguaje, que sirven para que el niño aprenda a utilizar el idioma, que permiten que éste exprese sus ideas y opiniones, sus emociones y sentimientos… Entre ellos, hemos de citar (de nuevo) los juegos simbólicos y los creativos; y también los fonéticos, los juegos de palabras, los juegos con viñetas y secuencias, los metalingüísticos (semejanzas, seriaciones…), los de adivinanzas, los trabalenguas, los acertijos… En todo caso, conviene no olvidar que cualquier escenario lúdico representa una excelente oportunidad para el desarrollo de la comunicación. Mientras juegan con coches, con muñecas, con naves espaciales, a médicos o papás y mamás, los niños están verbalizando constantemente sus fantasías y, en consecuencia, desarrollando el lenguaje, la creatividad y la imaginación.
Finalmente, los juegos de reglas, como el parchís, el dominó, la oca, las damas, el ajedrez, las cartas…, desarrollan diferentes habilidades intelectuales, como la atención, la reflexión, la capacidad de anticipación, la capacidad de razonar, el pensamiento lógico…, y contribuyen a que el niño aprenda a resolver problemas y a que adquiera una mayor agilidad y destreza mental.
El papel del juego en el desarrollo cognitivo
Tal y como han demostrado numerosas investigaciones sobre el juego, éste desempeña un papel fundamental en el desarrollo de los procesos psicológicos superiores y en el aprendizaje. Para Piaget, el juego es la principal herramienta de que dispone el niño para construir el conocimiento de si mismo y de la realidad. Para Vygotski, una lente de aumento capaz de crear una zona de desarrollo potencial, que permite al niño saltar por encima de sus posibilidades, de su zona de desarrollo actual. Para Wallon, el juego se confunde con la actividad total del niño, de manera que los diferentes procesos y etapas del desarrollo están marcados por la actividad lúdica. Para Bruner, el juego desempeña un importante papel en la aparición y desarrollo del lenguaje.
El juego es un permanente banco de pruebas, que permite al niño experimentar, de forma real o imaginaria, con todo tipo de materiales y objetos. En el laboratorio del juego, el niño aplica y construye conocimientos, resuelve problemas, descubre las consecuencias de sus acciones, comprende su entorno y los microsistemas en los que vive inmerso, vive nuevas experiencias, desarrolla la inteligencia, el pensamiento, el lenguaje, la atención, la percepción, la memoria, la imaginación y la creatividad, o aprende a manejar las relaciones de espacio y tiempo…
Los juegos motores o de ejercicio hacen una contribución esencial al desarrollo cognitivo. No en vano, el desarrollo de la inteligencia y los procesos de construcción del conocimiento, especialmente durante el período sensoriomotor, están profundamente vinculados a este tipo de juegos.
Otros juegos, como los juegos de construcción, son también fundamentales para el desarrollo cognitivo. Gracias a ellos, el niño incrementa su capacidad para diferenciar formas y colores, y mejora en aspectos como la organización espacial, la atención, la percepción, la concentración, el razonamiento, la reflexión, la memoria…
Hay juegos, como los juegos simbólicos, los de títeres, las narraciones, las pantomimas, las dramatizaciones…, que desarrollan la imaginación y la creatividad, que potencian el pensamiento divergente, la espontaneidad y la capacidad de improvisación, la fluidez de ideas y emociones; que activan la originalidad, que incrementan el sentido de la flexibilidad, que fortalecen la dimensión fantástica e imaginativa de la personalidad; juegos que permiten construir personajes, historias, objetos o situaciones inéditas, explorar caminos desconocidos, atreverse a nuevos desafíos, transgredir e ir más allá de lo permitido, expresarse sin censuras, inhibiciones o mordazas…
Hay juegos que favorecen el desarrollo y manejo del lenguaje, que sirven para que el niño aprenda a utilizar el idioma, que permiten que éste exprese sus ideas y opiniones, sus emociones y sentimientos… Entre ellos, hemos de citar (de nuevo) los juegos simbólicos y los creativos; y también los fonéticos, los juegos de palabras, los juegos con viñetas y secuencias, los metalingüísticos (semejanzas, seriaciones…), los de adivinanzas, los trabalenguas, los acertijos… En todo caso, conviene no olvidar que cualquier escenario lúdico representa una excelente oportunidad para el desarrollo de la comunicación. Mientras juegan con coches, con muñecas, con naves espaciales, a médicos o papás y mamás, los niños están verbalizando constantemente sus fantasías y, en consecuencia, desarrollando el lenguaje, la creatividad y la imaginación.
Finalmente, los juegos de reglas, como el parchís, el dominó, la oca, las damas, el ajedrez, las cartas…, desarrollan diferentes habilidades intelectuales, como la atención, la reflexión, la capacidad de anticipación, la capacidad de razonar, el pensamiento lógico…, y contribuyen a que el niño aprenda a resolver problemas y a que adquiera una mayor agilidad y destreza mental.