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CONTINUACIÓN (8)

El papel del juego en el desarrollo social y moral

Como ha señalado Vigotsky, el juego es uno de los actos sociales y socializadores por excelencia.

El juego favorece la relación, el respeto, la comunicación y la cooperación del niño con sus iguales y con los adultos; permite que éste se conozca mejor a si mismo y a quienes le rodean; contribuye a que los niños sean capaces de ponerse en el lugar del otro y desarrollen la empatía. A través del juego se promueve también el desarrollo moral de los niños, el respeto a las normas, la aceptación de los límites, el autodominio y la educación de la voluntad.

Los juegos simbólicos, de reglas y cooperativos desempeñan un papel fundamental en el proceso de socialización infantil.

Los simbólicos ponen al niño en contacto con la realidad social de los adultos y le preparan para el mundo del trabajo. Estimulan, por otra parte, la comunicación y la cooperación entre iguales, y desarrollan la autoconciencia y el autoconocimiento.

Los juegos de reglas favorecen las estrategias de interacción social, promueven el comportamiento responsable y democrático, y ayudan a regular la agresividad. Con este tipo de juegos, los niños aprenden a ganar y perder, a distinguir entre lo que está bien y lo que está mal, a aceptar las normas y a controlar impulsos y deseos, ajustando su conducta al principio de la realidad. Los juegos de reglas también estimulan la cooperación y comunicación entre iguales y el desarrollo del comportamiento moral.

Finalmente, los juegos cooperativos promueven el desarrollo moral, incrementan las conductas prosociales (ayudar, compartir…), y disminuyen las negativas (agresividad, retraimiento, terquedad…); promueven las interacciones positivas, estimulan la asertividad, favorecen la comunicación, mejoran el clima del aula y la cohesión grupal, y mejoran la aceptación de uno mismo y de los demás.