AQUELLAS OTRAS PERSONAS
(CONTINUACIÓN 5ª)
LOS SEGADORES:-
-Otro grupo que con su presencia aumentaba la demografía del pueblo y animaba la actividad diaria, eran los segadores. Procedentes de otras latitudes, -Galicia, Zamora, y pueblos de nuestra comarca, como por ejemplo Macotera-, llegaban, cuando era el momento propicio de la recogida de las mieses, las cuadrillas de segadores tras varias agotadoras y cansadas jornadas de camino. Así mismo y ni que decir tiene, algunas cuadrillas estaban formadas por grandes y extraordinarios segadores de Aldeaseca de todos conocidos.
-Venían, generalmente, con destino y condiciones de trabajo entre segador y patrono, previamente concertados, apalabrados y convenidos, cuando por entonces, el valor de la palabra de honor, -bien fundamental de la vida social, manifestación de consideración y estima expresadas entre personas-, estaba por encima de cualquier documento firmado; la palabra dada era un aval y una garantía de cabal cumplimiento, rubricado con un fuerte estrechamiento y apretón de manos.
-Las cuadrillas, primordialmente y si no existían inconvenientes que lo modificaran, segaban, temporada tras temporada en la misma “CASA”, que era, entre otras condiciones, quien corría con la manutención de la cuadrilla. Era “VOX PÓPULI”, no solamente entre el gremio de segadores, sino entre los vecinos, comparar y estimar diferencias entre “CASAS” a la hora de juzgar la calidad y cantidad alimenticia, circunstancia altamente valorada e importante para el desarrollo de actividades y trabajos tan laboriosos, extenuantes y agotadores. Mientras unas “CASAS” recibían parabienes, elogios y alabanzas por su largueza, abundancia, calidad y liberalidad en los guisos que componían la diaria manutención, otras “CASA” eran cáustica, mordaz y agriamente criticadas y denostadas con exabruptos a tan inhumano proceder, lleno de tacañería, mezquindad y parquedad en las comidas. Cualidades y virtudes en unos, defectos y vicios en otros, comportamientos que eran llevados y debatidos en los parlamentos y conciliábulos de la taberna del SR. CARDILLO, o en los tertulianos corros solaneros de la plaza o de la carretera.
-Eran características e impresionantes, a la vez que invalorables e impagables, las imágenes y escenas tradicionales y representativas del momento que ofrecían las cuadrillas de segadores en las tierras, con sus cuerpos curvados y empapados de sudor, cubiertos y protegidos con sombreros sus rostros de los implacables y agobiantes rayos del sol, --- el bronceado por aquel entonces no era el exigido por las crueles modas actuales---, encerrados en un alto campo de mies por donde apenas corría el aire, de atmósfera irrespirable y sin apenas descanso, - quizá un momento para un trago de agua del cántaro o de vino del barril, protegidos a la sombra de un haz-, mientras que con el puño de una mano, preservados sus dedos con dediles en evitación de accidentes, cogían un porción de mies, y con la otra, a impulsos certeros, las mies apuñada se rendía a la cortante y afilada hoz, para que el rapaz, que era como el asistente de la cuadrilla, agavillara los manojos segados por el grupo, atando con fuerza la mies con unas lías al efecto, dispuestas y sujetas a la cintura para facilitar la labor, a golpes de rodilla para que se compactara y uniese más la mies y facilitara la formación del haz. Cuerpos expuestos de sol a sol, sin desmayo, a inclemencias y caprichos climatológicos, huérfanos de agentes reivindicativos sociales que humanizaran su labor.
-Próxima la hora de la manduca, el rapaz, jinete en su inseparable burro, como mitológico centauro, acude, al galope de su pollino, presto a recoger a la casa de los amos el sustento diario, donde el ama o su asistenta colocará con suma diligencia en las aguaderas portadas al lomo del burro, los guisos preparados y condimentados, posiblemente “cocido”, así como cántaros con agua fresca y el barril lleno de gratificante vino, probablemente de elaboración propia, casera y artesanal procedentes de las uvas recogidas de la última vendimia, guardado y conservado en la tinajas y cubetas de la bodega.
-Llegado el rapaz con su preciado y ansiado tesoro, se inicia el merecido descanso para reponer y recuperar fuerzas, y todos, sin más mobiliario para sentarse que los surcos y alguna gavilla adecuada a la necesidad que sirviera de mesa o también de asiento, se inicia el banquete en un amplio y hermoso salón de grandes espacios abiertos a la naturaleza, sin más liturgias higiénicas ni etiquetas ni pautas protocolarias, que las estrictamente de convivencia humana y la necesidad de comer. Y de nuevo a la tarea, y a la anochecida, al final de la jornada, regresaban con paso pausado, sereno y tranquilo entre cruces de encontrados saludos interesados en un buen y agradable final de jornada y un “buenas noches”, en animada conversación sin más transcendencia, entre chascarrillo y chascarrillo, que el comentario de las incidencias acaecidas en el trabajo o, tal vez, planificando y distribuyendo la tarea de la jornada siguiente, mientras la placidez de la noche cubría con un manto reparador y vigorizador de paz y quietud sus agotados y maltrechos cuerpos, saliendo, entre tanto, de alguna garganta una popular canción, jaleada y aplaudida con complacencia, y cuyos sones se extendían y difundían a través del techo del teatro celeste que cubría el pueblo.
-Y ¡a descansar! Unas cuadrillas, primordialmente las procedentes de otros lugares, empleaban como confortable dormitorio, las dependencias de los corrales de los amos, -paneras, pajares, tinadones, etc.-, con mullidos sacos de paja como colchón. Otras, por la lejanía del corte o porque éste no estaba acabado, dormían en las tierras, siendo su confortable cama los suaves y esponjosos cerros o se fabricaban su cama con gavillas. ¡Feliz noche!
-Sirva este humilde y sentido recuerdo como homenaje, veneración y respeto a tan grandes, abnegados y sacrificados hombres, como a muchísimos otros próximos y conocidos y no olvidos, que vencieron y derrotaron con ardor, intrepidez, firmeza y constancia, en una desigual batalla, los constantes reveses del tiempo que vivieron, con las armas de los sentimientos, de la perseverancia, superación y entrega en beneficio y mejora de una precaria y difícil subsistencia y apremiantes necesidades hogareñas.
En su “ROMANCE A LOS SEGADORES”, el pacense JUÁN MELÉNDEZ VALDÉS, cantaba:
Segadores, a las mieses,
Que ya la rubia mañana
Abre sus rosadas puertas
Al sol que de oriente se alza
Saludos
Paco García Sánchez.- Desde Valladolid (Tiempo muy veraniego con brillante sol)
(CONTINUACIÓN 5ª)
LOS SEGADORES:-
-Otro grupo que con su presencia aumentaba la demografía del pueblo y animaba la actividad diaria, eran los segadores. Procedentes de otras latitudes, -Galicia, Zamora, y pueblos de nuestra comarca, como por ejemplo Macotera-, llegaban, cuando era el momento propicio de la recogida de las mieses, las cuadrillas de segadores tras varias agotadoras y cansadas jornadas de camino. Así mismo y ni que decir tiene, algunas cuadrillas estaban formadas por grandes y extraordinarios segadores de Aldeaseca de todos conocidos.
-Venían, generalmente, con destino y condiciones de trabajo entre segador y patrono, previamente concertados, apalabrados y convenidos, cuando por entonces, el valor de la palabra de honor, -bien fundamental de la vida social, manifestación de consideración y estima expresadas entre personas-, estaba por encima de cualquier documento firmado; la palabra dada era un aval y una garantía de cabal cumplimiento, rubricado con un fuerte estrechamiento y apretón de manos.
-Las cuadrillas, primordialmente y si no existían inconvenientes que lo modificaran, segaban, temporada tras temporada en la misma “CASA”, que era, entre otras condiciones, quien corría con la manutención de la cuadrilla. Era “VOX PÓPULI”, no solamente entre el gremio de segadores, sino entre los vecinos, comparar y estimar diferencias entre “CASAS” a la hora de juzgar la calidad y cantidad alimenticia, circunstancia altamente valorada e importante para el desarrollo de actividades y trabajos tan laboriosos, extenuantes y agotadores. Mientras unas “CASAS” recibían parabienes, elogios y alabanzas por su largueza, abundancia, calidad y liberalidad en los guisos que componían la diaria manutención, otras “CASA” eran cáustica, mordaz y agriamente criticadas y denostadas con exabruptos a tan inhumano proceder, lleno de tacañería, mezquindad y parquedad en las comidas. Cualidades y virtudes en unos, defectos y vicios en otros, comportamientos que eran llevados y debatidos en los parlamentos y conciliábulos de la taberna del SR. CARDILLO, o en los tertulianos corros solaneros de la plaza o de la carretera.
-Eran características e impresionantes, a la vez que invalorables e impagables, las imágenes y escenas tradicionales y representativas del momento que ofrecían las cuadrillas de segadores en las tierras, con sus cuerpos curvados y empapados de sudor, cubiertos y protegidos con sombreros sus rostros de los implacables y agobiantes rayos del sol, --- el bronceado por aquel entonces no era el exigido por las crueles modas actuales---, encerrados en un alto campo de mies por donde apenas corría el aire, de atmósfera irrespirable y sin apenas descanso, - quizá un momento para un trago de agua del cántaro o de vino del barril, protegidos a la sombra de un haz-, mientras que con el puño de una mano, preservados sus dedos con dediles en evitación de accidentes, cogían un porción de mies, y con la otra, a impulsos certeros, las mies apuñada se rendía a la cortante y afilada hoz, para que el rapaz, que era como el asistente de la cuadrilla, agavillara los manojos segados por el grupo, atando con fuerza la mies con unas lías al efecto, dispuestas y sujetas a la cintura para facilitar la labor, a golpes de rodilla para que se compactara y uniese más la mies y facilitara la formación del haz. Cuerpos expuestos de sol a sol, sin desmayo, a inclemencias y caprichos climatológicos, huérfanos de agentes reivindicativos sociales que humanizaran su labor.
-Próxima la hora de la manduca, el rapaz, jinete en su inseparable burro, como mitológico centauro, acude, al galope de su pollino, presto a recoger a la casa de los amos el sustento diario, donde el ama o su asistenta colocará con suma diligencia en las aguaderas portadas al lomo del burro, los guisos preparados y condimentados, posiblemente “cocido”, así como cántaros con agua fresca y el barril lleno de gratificante vino, probablemente de elaboración propia, casera y artesanal procedentes de las uvas recogidas de la última vendimia, guardado y conservado en la tinajas y cubetas de la bodega.
-Llegado el rapaz con su preciado y ansiado tesoro, se inicia el merecido descanso para reponer y recuperar fuerzas, y todos, sin más mobiliario para sentarse que los surcos y alguna gavilla adecuada a la necesidad que sirviera de mesa o también de asiento, se inicia el banquete en un amplio y hermoso salón de grandes espacios abiertos a la naturaleza, sin más liturgias higiénicas ni etiquetas ni pautas protocolarias, que las estrictamente de convivencia humana y la necesidad de comer. Y de nuevo a la tarea, y a la anochecida, al final de la jornada, regresaban con paso pausado, sereno y tranquilo entre cruces de encontrados saludos interesados en un buen y agradable final de jornada y un “buenas noches”, en animada conversación sin más transcendencia, entre chascarrillo y chascarrillo, que el comentario de las incidencias acaecidas en el trabajo o, tal vez, planificando y distribuyendo la tarea de la jornada siguiente, mientras la placidez de la noche cubría con un manto reparador y vigorizador de paz y quietud sus agotados y maltrechos cuerpos, saliendo, entre tanto, de alguna garganta una popular canción, jaleada y aplaudida con complacencia, y cuyos sones se extendían y difundían a través del techo del teatro celeste que cubría el pueblo.
-Y ¡a descansar! Unas cuadrillas, primordialmente las procedentes de otros lugares, empleaban como confortable dormitorio, las dependencias de los corrales de los amos, -paneras, pajares, tinadones, etc.-, con mullidos sacos de paja como colchón. Otras, por la lejanía del corte o porque éste no estaba acabado, dormían en las tierras, siendo su confortable cama los suaves y esponjosos cerros o se fabricaban su cama con gavillas. ¡Feliz noche!
-Sirva este humilde y sentido recuerdo como homenaje, veneración y respeto a tan grandes, abnegados y sacrificados hombres, como a muchísimos otros próximos y conocidos y no olvidos, que vencieron y derrotaron con ardor, intrepidez, firmeza y constancia, en una desigual batalla, los constantes reveses del tiempo que vivieron, con las armas de los sentimientos, de la perseverancia, superación y entrega en beneficio y mejora de una precaria y difícil subsistencia y apremiantes necesidades hogareñas.
En su “ROMANCE A LOS SEGADORES”, el pacense JUÁN MELÉNDEZ VALDÉS, cantaba:
Segadores, a las mieses,
Que ya la rubia mañana
Abre sus rosadas puertas
Al sol que de oriente se alza
Saludos
Paco García Sánchez.- Desde Valladolid (Tiempo muy veraniego con brillante sol)