No escribe nadie… Supongo que alguien leerá lo escrito.
Si no fuera así… nada pierdo por recordar; volver a vivir de la única forma que se puede volver a vivir.
Mi casa estaba cerca del cuartel de la guardia civil, los guardias. Buena gente. Durante el tiempo que estuve se fueron cambiando pero hubo algunos, que por que su estancia coincidió con mi edad de darme cuenta, les tengo mayor espacio en mi memoria: Recuerdo a dos cavos: Angel y Teodoro (éste llegó cuando ya me iba a marchar del pueblo).
Los guardias más significativos de mi época infantil eran: Sebastián, Rafa, Aquilino y Paco. No todos podían presumir de perfecta audición.
Vivían en el viejo cuartel que se les caía; cambiaban de vivienda cuando podían (se llamaban pabellones; esa palabra me ha fascinado durante toda mi vida) Incluso cambiaron la entrada a las dependencias a una vivienda.
La sala de armas era la mayor dependencia, y a mí con mis 8 años me fascinaba: aquellas armas echaban fuego por la boca matando bandidos… Parce que las veo ahora mismo colocadas en vertical sobre un mueble soporte de madera oscurecida por el tiempo. Serían unas 8 ó 10, casi todas diferentes entre sí.
Y el perro. Había un perro en el cuartel, un perro gris y viejo que no podía llamarse más que Reverte. El viejo y pacífico perro con alguna garrapata, dormitaba de continuo y así le vino la muerte. Cada guardia tenía una bicicleta con unos soportes semicirculares en la barra donde colocaban le fusil.
Pero en aquel cuartel, como en casi todas partes, mandaban las mujeres, todas denominadas con artículo determinado femenino singular: “La”. La Rita, La Avelina, La Hilaria. Otra, quizás más joven, a la que se le murió su niña y cuyo nombre no recuerdo.
Se murieron dos niñas: ésa y la del ebanista, la sobrina de Juanito, cuyo cuerpo llevamos los niños al cementerio. Por lo que recuerdo, murieron de meningitis.
Esto puede servir, Rubio, para abrir temas de conversación. ¿Quién no se acuerda de aquellos guardias? Todos tenemos anécdotas de ellos y seguramente, como yo, le guardemos un cariñoso recuerdo
Si no fuera así… nada pierdo por recordar; volver a vivir de la única forma que se puede volver a vivir.
Mi casa estaba cerca del cuartel de la guardia civil, los guardias. Buena gente. Durante el tiempo que estuve se fueron cambiando pero hubo algunos, que por que su estancia coincidió con mi edad de darme cuenta, les tengo mayor espacio en mi memoria: Recuerdo a dos cavos: Angel y Teodoro (éste llegó cuando ya me iba a marchar del pueblo).
Los guardias más significativos de mi época infantil eran: Sebastián, Rafa, Aquilino y Paco. No todos podían presumir de perfecta audición.
Vivían en el viejo cuartel que se les caía; cambiaban de vivienda cuando podían (se llamaban pabellones; esa palabra me ha fascinado durante toda mi vida) Incluso cambiaron la entrada a las dependencias a una vivienda.
La sala de armas era la mayor dependencia, y a mí con mis 8 años me fascinaba: aquellas armas echaban fuego por la boca matando bandidos… Parce que las veo ahora mismo colocadas en vertical sobre un mueble soporte de madera oscurecida por el tiempo. Serían unas 8 ó 10, casi todas diferentes entre sí.
Y el perro. Había un perro en el cuartel, un perro gris y viejo que no podía llamarse más que Reverte. El viejo y pacífico perro con alguna garrapata, dormitaba de continuo y así le vino la muerte. Cada guardia tenía una bicicleta con unos soportes semicirculares en la barra donde colocaban le fusil.
Pero en aquel cuartel, como en casi todas partes, mandaban las mujeres, todas denominadas con artículo determinado femenino singular: “La”. La Rita, La Avelina, La Hilaria. Otra, quizás más joven, a la que se le murió su niña y cuyo nombre no recuerdo.
Se murieron dos niñas: ésa y la del ebanista, la sobrina de Juanito, cuyo cuerpo llevamos los niños al cementerio. Por lo que recuerdo, murieron de meningitis.
Esto puede servir, Rubio, para abrir temas de conversación. ¿Quién no se acuerda de aquellos guardias? Todos tenemos anécdotas de ellos y seguramente, como yo, le guardemos un cariñoso recuerdo
soy la mujer de alipio. Apenas entramos aqui por falta de tiempo, pero a el le gusta leer lo que escribis. El señor Saturnino era buena persona, desde luego ya que era hermano de Adolfo, mi suegro. Yo no puedo contat gran cosa porque vine aqui hace 25 años. Un saludo.