Ayer, algo más de trescientas personas nos reunimos en la iglesia para despedir a otra vecina del pueblo. Vista desde fuera (la iglesia) parece que nada a cambiado desde que uno la dejó. Por dentro no es así. El artesonado nuevo, los altares, aquellos altares hechos por los artesanos del pueblo ya no existen, a la derecha según se entraba estaba el que hizo mi padre cuando tan solo contaba dieciocho años, en él se encontraba un cristo grande crucificado; enfrente el que había hecho el sr. Ramón (el pimporea) con sus tres pequeñas imágenes de santas. Tampoco quedó el que se encontraba en el ala derecha que estaba junto al Jesús Rescatado vestido de Nazareno. El de ala izquierda está cambiado, ya no se encuetra bajo él el imponente cristo en el sepulcro (regalado por el Sr. Mariano) ni el que fué altar mayor. Otra de las cosas que se echa de menos es el TRINITAS, esos tres círculos entrelazados en el primer frente de la nave central que daban toque propio y único en toda la comarca, pues no hay ninguna otra iglesia que los tenga; así como el reloj que durante tantos años acompañó al culto y que decir del púlpito, pues ni el que hubo de madera en mitad de la iglesia, ni el que estaba en la parte de la izquierda junto al altar que se hizo en tiempo de D. José. Al campanario, ya no se sube, está automatizado. Recordé que cuando yo era algo mas jovenzuelo se celebraba LAS AGUEDAS (coincidió en domingo) se inició la pocesión sin que se repicasen las campanas. Logré subir al campanario por las escaleras, ya rotas, en las que faltaban mas peldaños de los que quedaban sanos. Creo que fué la última vez que se subió a repicar y al acabar la procesión, la Sra. Romana en tono jocoso y un poco guasón me dijo: "eres el único mozo que nos has tocado LAS CAMPANAS a todas las mujeres del pueblo", en fin son anécdotas que quedan para el recuerdo. Rober.