Siempre que los mayores contaban algún cuento o alguna historia que le habían repetido sus padres, daba la impresión que a los niños se nos despertaba la imaginación y todo eran lugares de ensueño (si eran historias bonitas) o terribles (si eran malas) pero rara vez nos dejaban indiferentes esos protagonistas, casi heroes, que entraban en la leyenda de los mitos. Pues bien, yo, tan solo voy a contar una anécdota de nuestro pueblo pero que por la sencillez y llaneza del suceso debiera pasar a la imaginación colectiva de generaciones futuras como algo que forma parte de lo mágico.
Todos sabeis que el que crezca un árbol en nuestro pueblo (salvo en zonas privadas) es obra de titanes. Pues bien, hace unos años, comenzaron a asomar dos encinas en la cuneta del camino que va al cementerio, contra toda lógica han aguantado el paso del arado junto a ellas y el ramoneo del ganado hasta que ya una vez algo más crecidas se ganaron la simpatía de todo viandante y se le comenzó a dar protección, hasta el mismo dueño de la tierra ha colocado una especie de somieres y "panceado" el alambrado para que no sean pasto de las vacas.
Pues bien, la señora Paca (la de Eliecer), como tantas otras, cogió la rutina de ir a hacer la visita al cementerio todas las tardes que el tiempo se lo permitía, regresando un poco antes del anochecer. En uno de esos ires y venires llevaba bellotas con lo que iba deleitándose en comerlas, pero cuando tan solo le quedaban dos, se le ocurrió plantarlas. Esas dos bellotas que fueron indultadas de pasar a mejor vida, lo han agradecido con sus mejores deseos de convertirse en todo unas encinas. Hoy día ya van teniendo su notriedad pues son uno de los árboles más emblemáticos del pueblo, curiosidad para los que se acercan al cementerio el día de todos los santos, extrañeza para los que no conocen su historia, (el cómo han podido sobrevivir en lugar tan hostil). Tienen nombre, son conocidos por "Paca" y "Eliecer" en memoria de la mujer que las plantó y de su marido. Quien sabe, si un acto tan sencillo, contado de generación en generación no acabe de pasar a formar parte de la leyenda de nuestro pueblo. Un saludo. Rober
Todos sabeis que el que crezca un árbol en nuestro pueblo (salvo en zonas privadas) es obra de titanes. Pues bien, hace unos años, comenzaron a asomar dos encinas en la cuneta del camino que va al cementerio, contra toda lógica han aguantado el paso del arado junto a ellas y el ramoneo del ganado hasta que ya una vez algo más crecidas se ganaron la simpatía de todo viandante y se le comenzó a dar protección, hasta el mismo dueño de la tierra ha colocado una especie de somieres y "panceado" el alambrado para que no sean pasto de las vacas.
Pues bien, la señora Paca (la de Eliecer), como tantas otras, cogió la rutina de ir a hacer la visita al cementerio todas las tardes que el tiempo se lo permitía, regresando un poco antes del anochecer. En uno de esos ires y venires llevaba bellotas con lo que iba deleitándose en comerlas, pero cuando tan solo le quedaban dos, se le ocurrió plantarlas. Esas dos bellotas que fueron indultadas de pasar a mejor vida, lo han agradecido con sus mejores deseos de convertirse en todo unas encinas. Hoy día ya van teniendo su notriedad pues son uno de los árboles más emblemáticos del pueblo, curiosidad para los que se acercan al cementerio el día de todos los santos, extrañeza para los que no conocen su historia, (el cómo han podido sobrevivir en lugar tan hostil). Tienen nombre, son conocidos por "Paca" y "Eliecer" en memoria de la mujer que las plantó y de su marido. Quien sabe, si un acto tan sencillo, contado de generación en generación no acabe de pasar a formar parte de la leyenda de nuestro pueblo. Un saludo. Rober