El culto al emperador fue fomentado por los Emperadores como medio de cohesión política convirtiéndose en un instrumento activo de romanización.
El cristianismo no tropezó en las provincias hispánicas con especiales dificultades para su difusión, se propagó con rapidez desde finales del S. I estando ya intensamente arraigado en el S. II. El Emperador Constantino promulga el Edicto de Milán (313-314) en los que proclama el catolicismo como la religión oficial del Imperio y reconoce a la iglesia un ámbito de actuación jurídico-pública lo que suponía la devolución a la Iglesia del patrimonio que le había sido confiscado por el Estado. El Emperador buscaba legalizando la Iglesia apuntalar la estructura institucional del Imperio, ya amenazada de destrucción, sirviéndose de la organización de aquella y del apoyo y la sumisión de los numerosos súbditos que ya eran cristianos.
El cristianismo no tropezó en las provincias hispánicas con especiales dificultades para su difusión, se propagó con rapidez desde finales del S. I estando ya intensamente arraigado en el S. II. El Emperador Constantino promulga el Edicto de Milán (313-314) en los que proclama el catolicismo como la religión oficial del Imperio y reconoce a la iglesia un ámbito de actuación jurídico-pública lo que suponía la devolución a la Iglesia del patrimonio que le había sido confiscado por el Estado. El Emperador buscaba legalizando la Iglesia apuntalar la estructura institucional del Imperio, ya amenazada de destrucción, sirviéndose de la organización de aquella y del apoyo y la sumisión de los numerosos súbditos que ya eran cristianos.