Con el paso del tiempo los conflictos se trasladan al límite Sur, pleiteando por la villa de Montemayor, quedando delimitados los límites de la diócesis salmantina en el S. XIII.
La parroquia-collación se configura como un elemento clave en la organización urbana, pues, supone la referencia topográfica precisa en el asentamiento de los nuevos pobladores según su origen y proporciona al mismo tiempo, el marco administrativo y fiscal para la mayoría de los habitantes.
Los pleitos con los laicos presentaban dificultades pues los enfrentamientos dependían de jurisdicciones diferentes. Se prioriza la justicia eclesiástica, aunque existen también mecanismos de presión sobre los eclesiásticos que hayan podido cometer delitos. Ante la dificultad de juzgar a los eclesiásticos hay particulares o colectivos que “hacen justicia por su cuenta”.
Entre las ventajas que existía para los eclesiásticos eran la de verse libres de los procedimientos más violentos o severos de la justicia medieval; como quedar exentos de la prueba del fuego así como la de lidiar para defender su inocencia.
Clero urbano.- Los reyes fueron concediendo a los eclesiásticos determinadas exacciones que cargaban sobre el común de los vecinos como las referidas al mantenimiento del ejército, la construcción y conservación de obras públicas o defensivas, el satisfacer impuestos extraordinarios para el mantenimiento del reino, etc.
A medida que avanza el siglo, se subraya más la importancia de la parroquia como marco de los servicios religiosos, y también contribuye a articular la sociedad civil porque en su contexto son elegidos determinados representantes y jurados; organiza así mismo, la vida individual, porque en ella se celebran los acontecimientos fundamentales, desde el nacimiento hasta la muerte, pasando por el matrimonio.
Además los clérigos tienen derecho al quinto de los bienes de los feligreses que fallecen sin testar, de los cuales un tercio de esta quinta parte se asigna a sufragios por el alma del difunto y el resto destinado a los pobres y obras de la parroquia.
Clero rural.- Los servidores de estas iglesias debían ser preferentemente presbíteros, dedicados a la celebración de la misa y a la administración de los sacramentos. Aunque no todos debieron ser trigo limpio, pues tenemos que un tal Lucio, presbítero de Pericalvo, que en 1.211 había incurrido en pena de excomunión, impuesta por el propio obispo salmantino, sin que conste la causa.
La situación de los clérigos rurales, no parece que fuera muy desahogada en las primeras décadas del asentamiento, como consecuencia de la penuria de los colonos y de los bajos rendimientos de la tierra. El papa Alejandro III, en bula dirigida a los clérigos de la diócesis de Salamanca en la segunda mitad del S. XII, alude a la humildad de su existencia y a la necesidad que tienen de trabajar con sus propias manos para sobrevivir, por eso permite que hagan testamento, para compensar a los parientes y amigos que antes les hubieran ayudado, con la condición que se limite a ceder los bienes patrimoniales y los adquiridos a título personal.
De la H. de Salmanca. (22)
La parroquia-collación se configura como un elemento clave en la organización urbana, pues, supone la referencia topográfica precisa en el asentamiento de los nuevos pobladores según su origen y proporciona al mismo tiempo, el marco administrativo y fiscal para la mayoría de los habitantes.
Los pleitos con los laicos presentaban dificultades pues los enfrentamientos dependían de jurisdicciones diferentes. Se prioriza la justicia eclesiástica, aunque existen también mecanismos de presión sobre los eclesiásticos que hayan podido cometer delitos. Ante la dificultad de juzgar a los eclesiásticos hay particulares o colectivos que “hacen justicia por su cuenta”.
Entre las ventajas que existía para los eclesiásticos eran la de verse libres de los procedimientos más violentos o severos de la justicia medieval; como quedar exentos de la prueba del fuego así como la de lidiar para defender su inocencia.
Clero urbano.- Los reyes fueron concediendo a los eclesiásticos determinadas exacciones que cargaban sobre el común de los vecinos como las referidas al mantenimiento del ejército, la construcción y conservación de obras públicas o defensivas, el satisfacer impuestos extraordinarios para el mantenimiento del reino, etc.
A medida que avanza el siglo, se subraya más la importancia de la parroquia como marco de los servicios religiosos, y también contribuye a articular la sociedad civil porque en su contexto son elegidos determinados representantes y jurados; organiza así mismo, la vida individual, porque en ella se celebran los acontecimientos fundamentales, desde el nacimiento hasta la muerte, pasando por el matrimonio.
Además los clérigos tienen derecho al quinto de los bienes de los feligreses que fallecen sin testar, de los cuales un tercio de esta quinta parte se asigna a sufragios por el alma del difunto y el resto destinado a los pobres y obras de la parroquia.
Clero rural.- Los servidores de estas iglesias debían ser preferentemente presbíteros, dedicados a la celebración de la misa y a la administración de los sacramentos. Aunque no todos debieron ser trigo limpio, pues tenemos que un tal Lucio, presbítero de Pericalvo, que en 1.211 había incurrido en pena de excomunión, impuesta por el propio obispo salmantino, sin que conste la causa.
La situación de los clérigos rurales, no parece que fuera muy desahogada en las primeras décadas del asentamiento, como consecuencia de la penuria de los colonos y de los bajos rendimientos de la tierra. El papa Alejandro III, en bula dirigida a los clérigos de la diócesis de Salamanca en la segunda mitad del S. XII, alude a la humildad de su existencia y a la necesidad que tienen de trabajar con sus propias manos para sobrevivir, por eso permite que hagan testamento, para compensar a los parientes y amigos que antes les hubieran ayudado, con la condición que se limite a ceder los bienes patrimoniales y los adquiridos a título personal.
De la H. de Salmanca. (22)