Si desde finales del S. XII y durante la primera mitad del S. XIII el concejo se había venido desarrollando como un concejo rector y administrador de su término, tanto urbano como rural y se había convertido en el instrumento de poder de la aristocracia urbana, comportándose como un verdadero señorío, durante la segunda mitad del S. XIII empezamos a asistir a un nuevo proceso que culminará con la privatización de ese señorío del concejo en beneficio de algunos de sus miembros, los más destacados de la aristocracia urbana. Este grupo oligárquico tiende a cerrarse sobre sí mismo, consumando un proceso de ascenso social del que excluye a la mayoría de la población de la ciudad y por supuesto de su alfoz, incluso a aquellos caballeros que tienen un menor poder económico y un menor prestigio social.
Esta oligarquía urbana abandonará las antiguas relaciones de solidaridad y vías de sociabilidad pública que le han servido para organizar el concejo así como el reparto de sus puestos, creando nuevas solidaridades en función del linaje que se convertirá en los elementos fundamentales de la nueva estructura del poder concejil, de la que quedarán totalmente excluidas, ya no solo los campesinos y menestrales, si no también grupos de caballeros que no han conseguido entrar a formar parte de los grupos oligárquicos de la ciudad que controla el concejo.
En el S. XIV ya está consolidado este poder iniciando una centralización del poder con la intervención de los reyes, culminando con Alfonso IX, esta aristocracia urbana se cierra sobre sí misma para consolidar su posición. Lo que sí es un hecho cierto es que a finales del S. XIII la división de las familias salmantinas en dos bandos para participar en las nuevas estructuras de poder está confirmado mediante un documento datado en 1.292 en la que el rey llama a la hueste salmantina tanto al bando de S. Benito como al de Sto. Tomé (llamado luego de S. Martín) repartiéndose los cargos a partes iguales, habiendo en ocasiones rencillas y episodios sangrientos.
La ruptura de la sociedad concejil es irreversible, produciéndose un choque entre intereses distintos de los dos grupos en que queda dividida la oligarquía salmantina, uno por acaparar el poder y el otro para alcanzarlo.
Salamanca y su alfoz. J. L. S.
Esta oligarquía urbana abandonará las antiguas relaciones de solidaridad y vías de sociabilidad pública que le han servido para organizar el concejo así como el reparto de sus puestos, creando nuevas solidaridades en función del linaje que se convertirá en los elementos fundamentales de la nueva estructura del poder concejil, de la que quedarán totalmente excluidas, ya no solo los campesinos y menestrales, si no también grupos de caballeros que no han conseguido entrar a formar parte de los grupos oligárquicos de la ciudad que controla el concejo.
En el S. XIV ya está consolidado este poder iniciando una centralización del poder con la intervención de los reyes, culminando con Alfonso IX, esta aristocracia urbana se cierra sobre sí misma para consolidar su posición. Lo que sí es un hecho cierto es que a finales del S. XIII la división de las familias salmantinas en dos bandos para participar en las nuevas estructuras de poder está confirmado mediante un documento datado en 1.292 en la que el rey llama a la hueste salmantina tanto al bando de S. Benito como al de Sto. Tomé (llamado luego de S. Martín) repartiéndose los cargos a partes iguales, habiendo en ocasiones rencillas y episodios sangrientos.
La ruptura de la sociedad concejil es irreversible, produciéndose un choque entre intereses distintos de los dos grupos en que queda dividida la oligarquía salmantina, uno por acaparar el poder y el otro para alcanzarlo.
Salamanca y su alfoz. J. L. S.