La sociedad estamental medieval en la España cristiana se caracteriza por la supremacía de unas clases privilegiadas que al calor de la reconquista y la repoblación fundamentaban su situación de privilegio en el linaje y en la dedicación al ejercicio de las armas como actividad propia del género superior, así como a la participación en el gobierno del Estado y en la posesión de patrimonios territoriales.
La sujeción de unos hombres a otros derivado del sometimiento a vínculos diversos que ligaban a la mayor parte de la población con sus señores, dedicados a la profesión de las armas.
La Reconquista y la Repoblación imprimieron en la sociedad una variedad y dinamismo que permitieron en una primera etapa la flexibilidad de categorías y de grupos.
La jerarquización que desde el siglo XII vertebró a una sociedad asentada en el principio básico de la desigualdad de sus miembros, estructurada de arriba abajo en grupos cerrados, órdenes, estados o estamentos.
Toda sociedad medieval Occidental se estructuró con arreglo al esquema tripartito “oratores, bellatores, laboratores”. La pertenencia un estamento traía consigo el disfrute de determinados privilegios, derivados unas veces de la costumbre, otras reconocidos u otorgados por los reyes, los señores o las autoridades de la iglesia, mediante cartas, pactos o fueros, bien como compensación a prestaciones realizadas o como resultado de reivindicaciones.
En la Alta Edad Media, los territorios montañosos de la cordillera cantábrica y pirenaica (los menos poblados) quedaron libres de la conquista musulmana y por ello en el S. VIII recibieron la afluencia de gentes del sur que huían de los invasores. Se trataba de un suelo reducido y pobre, por lo que muchos visigodos optaron por permanecer en Al Andalus donde vivían respetados en sus creencias y en sus costumbres. Sin embargo el nordeste, que ofrecía mejores posibilidades de vida, recibió importantes movimientos migratorios visigodos del sur.
El avance de la frontera cristiana hacia el sur en el desierto de la Meseta supuso en el S. IX una mayor extensión territorial que no fue acompañada de un aumento de la población, por lo que el reino Astur-Leonés al poblar estas tierras experimentó una notable disminución de su población sólo atenuada por la inmigración mozárabe.
En Cataluña no se produjo esta situación por tratarse de territorios no abandonados por los visigodos y por recibir corrientes migratorias de francos y mozárabes del sur.
La población en la España cristiana experimentó un ligero aumento en los S. XI y XII que se manifestó en el crecimiento de las villas y ciudades así como a mejoras económicas y a una menor peligrosidad y frecuencia de las campañas militares así como a inmigraciones de los francos. En el S. XIV la población disminuye por la epidemia de peste negra que asoló Europa occidental.
De la H. del Derecho y de los Pueblos. (27)
La sujeción de unos hombres a otros derivado del sometimiento a vínculos diversos que ligaban a la mayor parte de la población con sus señores, dedicados a la profesión de las armas.
La Reconquista y la Repoblación imprimieron en la sociedad una variedad y dinamismo que permitieron en una primera etapa la flexibilidad de categorías y de grupos.
La jerarquización que desde el siglo XII vertebró a una sociedad asentada en el principio básico de la desigualdad de sus miembros, estructurada de arriba abajo en grupos cerrados, órdenes, estados o estamentos.
Toda sociedad medieval Occidental se estructuró con arreglo al esquema tripartito “oratores, bellatores, laboratores”. La pertenencia un estamento traía consigo el disfrute de determinados privilegios, derivados unas veces de la costumbre, otras reconocidos u otorgados por los reyes, los señores o las autoridades de la iglesia, mediante cartas, pactos o fueros, bien como compensación a prestaciones realizadas o como resultado de reivindicaciones.
En la Alta Edad Media, los territorios montañosos de la cordillera cantábrica y pirenaica (los menos poblados) quedaron libres de la conquista musulmana y por ello en el S. VIII recibieron la afluencia de gentes del sur que huían de los invasores. Se trataba de un suelo reducido y pobre, por lo que muchos visigodos optaron por permanecer en Al Andalus donde vivían respetados en sus creencias y en sus costumbres. Sin embargo el nordeste, que ofrecía mejores posibilidades de vida, recibió importantes movimientos migratorios visigodos del sur.
El avance de la frontera cristiana hacia el sur en el desierto de la Meseta supuso en el S. IX una mayor extensión territorial que no fue acompañada de un aumento de la población, por lo que el reino Astur-Leonés al poblar estas tierras experimentó una notable disminución de su población sólo atenuada por la inmigración mozárabe.
En Cataluña no se produjo esta situación por tratarse de territorios no abandonados por los visigodos y por recibir corrientes migratorias de francos y mozárabes del sur.
La población en la España cristiana experimentó un ligero aumento en los S. XI y XII que se manifestó en el crecimiento de las villas y ciudades así como a mejoras económicas y a una menor peligrosidad y frecuencia de las campañas militares así como a inmigraciones de los francos. En el S. XIV la población disminuye por la epidemia de peste negra que asoló Europa occidental.
De la H. del Derecho y de los Pueblos. (27)