Hace casi cuarenta años que parte de la juventud femenina de Barbadillo hacía sus maletas camino de la Costa Catalana para trabajar en los hoteles. Era una juventud que aprovechaba la oportunidad del verano, acostumbradas al trabajo casi siempre eterno de las jornadas del pueblo, para ganarse lejos del hogar unas perillas, posiblemente a costa de muchas horas de trabajo y de privarse de todo aquello que se le ofrecía al turista venido de fuera. Yo también me curré algún verano en Mallorca, Lloret de Mar...
Con el paso del tiempo nos apuntamos a esta sana costumbre los castellanos, e incluso un sector importante del pueblo pasábamos unos días junto al mar.
Hace treinta y tres años que visité por primera vez Calafell, allí encontré por casualidad a Balbi, Mari Carmen y Valen. El miércoles pasado, haciendo unas fotos a uno de los jardines que están a lo largo del paseo entablé conversación con un extremeño encargado del mantenimiento de los mismos y me contó como anécdota que el primer año que él llegó (37 años) tan solo veraneaban ingleses, franceses y catalanes y un salmantino que se bajaba con él para las calderas y le acompañaba a regar el jardín porque no tenía con quien hablar.
La anécdota puede parecer graciosa. Espero que no regresen esos tiempos para nuestra tierra, en los que el veraneo tan solo se lo podían permitir unos pocos y los demás salíamos de casa para buscar trabajo.
Un saludo. Rober
Con el paso del tiempo nos apuntamos a esta sana costumbre los castellanos, e incluso un sector importante del pueblo pasábamos unos días junto al mar.
Hace treinta y tres años que visité por primera vez Calafell, allí encontré por casualidad a Balbi, Mari Carmen y Valen. El miércoles pasado, haciendo unas fotos a uno de los jardines que están a lo largo del paseo entablé conversación con un extremeño encargado del mantenimiento de los mismos y me contó como anécdota que el primer año que él llegó (37 años) tan solo veraneaban ingleses, franceses y catalanes y un salmantino que se bajaba con él para las calderas y le acompañaba a regar el jardín porque no tenía con quien hablar.
La anécdota puede parecer graciosa. Espero que no regresen esos tiempos para nuestra tierra, en los que el veraneo tan solo se lo podían permitir unos pocos y los demás salíamos de casa para buscar trabajo.
Un saludo. Rober