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BARBADILLO: La consolidación de unos espacios de dominio, recurriendo...

La consolidación de unos espacios de dominio, recurriendo en a veces a la guerra, hizo que los concejos de las ciudades y villas organizaran definitivamente sus áreas de dominio. En tal sentido se realizan unas divisiones internas de los términos concejiles a lo largo del S. XIII llamadas “sexmos” “cuartos” en el alfoz de Alba de Tormes y en Salamanca es cuando aparecen los “cuartos” de Armuña, Villoria, Baños y Peña del Rey. En Ledesma el territorio es dividido en “rodas” y “veredas”, entre ellas Almeznal.
Estas parcelaciones territoriales también tienen como finalidad el mejor control de las rentas destinadas a los distintos sectores del bloque social dominante. Cada subdivisión constituye un espacio fiscal homogéneo en el interior de una unidad política fiscal, además era el cauce de representación y de demanda de los habitantes de las aldeas.
Todo esto tuvo unas consecuencias directas y duraderas en la distribución y ordenación del territorial de la población y en la misma jerarquización de los asentamientos.
El desarrollo del modelo concejil perfeccionó el mecanismo de intervención en las aldeas, respetando la necesaria solidaridad entre sus habitantes, la toma de decisiones que solo afectaban a sus vecinos pero absorbiendo prácticamente toda la capacidad política que trascendiera los reducidos ámbitos de convivencia vecinal de los concejos aldeanos. Por eso los llamados concejos abiertos, los sencillos órganos de gobierno de los pueblos con su carácter asambleario subsistieron durante tantos siglos. La asignación de tierras o campos de cultivo, la roturación de pastizales y la fijación de límites municipales en las aldeas fueron unas competencias celosamente guardadas por los poderes de las villas cabeceras.
El concejo urbano terminó transformándose de hecho en el “señorío colectivo” de los grupos originariamente militares que crea el aparato de dominio político que refleja la alianza entre diversas familias caballerescas y entre estas y la monarquía. Produciéndose con el tiempo una identificación estructural entre los intereses de la “caballería villana” y los de la nobleza. Los vástagos de las aristocracias con más antiguo abolengo tuvieron casi siempre cerrados los puestos de los concejos de las villas, siendo desempeñado por unas cuantas familias locales, las cuales sin que importase sus orígenes, primero lograron y después consolidaron determinadas posiciones de privilegio. Sus intereses de grupo, aunque no siempre fueron coincidentes, estaban bien representados en los concejos urbanos y, mediante la dirección y control de sus decisiones, terminaron por condicionar casi todos los aspectos de la vida social.
De la H. de Salamanca. 33