Las escuelas catedralicias.- La rivalidad política y la situació0n geográfica fueron elementos importantes pero insuficientes si en Salamanca no hubiera existido desde tiempos anteriores una escuela catedralicia de relativa importancia. La ciencia y la cultura han sido hasta el S. XII patrimonio exclusivo del clero, que ha logrado mantener un cierto nivel cultural a través de las escuelas monásticas y episcopales, pero la limitación al campo exclusivamente religioso y el control rígido que la jerarquía eclesiástica mantiene sobre la enseñanza, equiparada a la predicación, aleja de estos centros a los laicos y hace de las escuelas centros de conservación más que de creación del saber.
Los contactos con el mundo y la cultura griega, directamente o a través de los árabes, amplían el campo de la cultura; la difusión del derecho romano y su utilidad para las monarquías y principados hacen que su estudio sea favorecido por el poder civil, y la nueva situación económica de Europa, con un desarrollo importante en los S. XI y XII, permite que un grupo relativamente importante de personas abandone las ocupaciones tradicionales para dedicarse al estudio y ampliar sus conocimientos más allá del mundo religioso-eclesiástico.
El alejamiento en el tiempo del mundo griego y romano han hecho que su cultura deje de ser peligrosa o, al menos, que se consideren mayores las ventajas que los inconvenientes del conocimiento de este mundo clásico. Numerosos clérigos se trasladan a los centros en los que se conserva, a través de los filósofos árabes, el saber antiguo y difunden estos conocimientos por toda Europa, de acuerdo con o al margen de la autoridad eclesiástica.
La escuela ya no se sitúa sólo en las catedrales y monasterios sino allí donde alguien tiene alguna cosa que enseñar; se siguen a los maestros de prestigio y aparece un nuevo espíritu que anima a estudiantes y maestros donde unos y otros no se conforman con la repetición, sino que utilizan la dialéctica, el razonamiento. La sumisión cultural, lógica mientras la enseñanza se limita a la verdad revelada, es sustituida por la libertad de pensar, por la independencia.
La tendencia a integrarse en un organismo común todos cuantos tienen la misma profesión y forma de vida dará origen entre los S. XII y XIII a los Estudios o Universidades, corporaciones de maestros y estudiantes que nacen en lucha contra los poderes eclesiásticos locales y contra el poder laico de los reyes y municipios. Estudiantes y profesores tienen la condición de clérigos y como tales están subordinados al obispo diocesano al que compete otorgar las licencias de enseñanza. Los reyes pretenden controlar y utilizar en su beneficio a la organización naciente para poner los nuevos saberes al servicio de su política –saber es poder-
Frente a estos poderes, la universidad se defiende acogiéndose al alto patrocinio de Roma, menos peligroso por más alejado, y los papas favorecen las pretensiones universitarias y convierten sus corporaciones en pontificias, lo que les permite controlar la enseñanza y servirse de la Universidad para afirmar la hegemonía papal sobre obispos y reyes.
Este tipo de universidad surgida con carácter local es superada rápidamente y adquiere amplitud nacional y en algunos casos como Salamanca internacional, al aceptar profesores y alumnos de toda la Cristiandad a cuyo servicio está. –París, Bolonia, Oxford, Cambridge… etc.
De la H. de Salamanca. (51)
Los contactos con el mundo y la cultura griega, directamente o a través de los árabes, amplían el campo de la cultura; la difusión del derecho romano y su utilidad para las monarquías y principados hacen que su estudio sea favorecido por el poder civil, y la nueva situación económica de Europa, con un desarrollo importante en los S. XI y XII, permite que un grupo relativamente importante de personas abandone las ocupaciones tradicionales para dedicarse al estudio y ampliar sus conocimientos más allá del mundo religioso-eclesiástico.
El alejamiento en el tiempo del mundo griego y romano han hecho que su cultura deje de ser peligrosa o, al menos, que se consideren mayores las ventajas que los inconvenientes del conocimiento de este mundo clásico. Numerosos clérigos se trasladan a los centros en los que se conserva, a través de los filósofos árabes, el saber antiguo y difunden estos conocimientos por toda Europa, de acuerdo con o al margen de la autoridad eclesiástica.
La escuela ya no se sitúa sólo en las catedrales y monasterios sino allí donde alguien tiene alguna cosa que enseñar; se siguen a los maestros de prestigio y aparece un nuevo espíritu que anima a estudiantes y maestros donde unos y otros no se conforman con la repetición, sino que utilizan la dialéctica, el razonamiento. La sumisión cultural, lógica mientras la enseñanza se limita a la verdad revelada, es sustituida por la libertad de pensar, por la independencia.
La tendencia a integrarse en un organismo común todos cuantos tienen la misma profesión y forma de vida dará origen entre los S. XII y XIII a los Estudios o Universidades, corporaciones de maestros y estudiantes que nacen en lucha contra los poderes eclesiásticos locales y contra el poder laico de los reyes y municipios. Estudiantes y profesores tienen la condición de clérigos y como tales están subordinados al obispo diocesano al que compete otorgar las licencias de enseñanza. Los reyes pretenden controlar y utilizar en su beneficio a la organización naciente para poner los nuevos saberes al servicio de su política –saber es poder-
Frente a estos poderes, la universidad se defiende acogiéndose al alto patrocinio de Roma, menos peligroso por más alejado, y los papas favorecen las pretensiones universitarias y convierten sus corporaciones en pontificias, lo que les permite controlar la enseñanza y servirse de la Universidad para afirmar la hegemonía papal sobre obispos y reyes.
Este tipo de universidad surgida con carácter local es superada rápidamente y adquiere amplitud nacional y en algunos casos como Salamanca internacional, al aceptar profesores y alumnos de toda la Cristiandad a cuyo servicio está. –París, Bolonia, Oxford, Cambridge… etc.
De la H. de Salamanca. (51)