Todo podía comenzar como un cuento. Había un pueblo que en otro tiempo no muy lejano llegaba un tren cargado de nacimientos, poco a poco la vida fue ofreciendo mejores oportunidades en otros lugares y los habitantes de este pueblo caminaron hacia ellos. En apenas un par de generaciones las calles de este pueblo dejaron de ver corretear a los chiquillos y las escuelas se cerraron por falta de niños.....
Pero no todo se acaba. Nuevos vagones de vida llegaban al pueblo en forma de mejores cosechas en los campos y otros habitantes comenzaron a ocupar el hueco dejado por las personas. Hace dos noches, asomaba la Luna como si fuese el arco tensado de un Zeus apuntando hacia el anaranjado horizonte, poco después el cielo se llenó de estrellas sin que ninguna nube se atreviese a interrumpir la magnífica puesta en escena de la noche. Animado por el espectáculo salgo hacia las afueras donde llega la música, a todo trapo, de un grupo de jóvenes avecindados ocasionalmente por unas horas en el pueblo. Al pasar por el taller un autillo sale enfadado del pino posándose en lo alto de lo que fue el letrero que anunciaba la próxima construcción de unas viviendas en la ronda. Con sus gestos y sonidos desafiantes me invitaba a marcharme de lo que consideraba su zona, estaba al acecho de posibles roedores y por lo visto le había estropeado la cena (por cierto, tenemos muchos topillos en las cunetas).
Pensando en que ya había visto todo lo que había que ver, marcho a casa. Cerca del amanecer el continuo y persistente ladrido de un perro hace que me asome a la ventana. El motivo, cinco, he escrito bien, cinco lechuzas (supongo que los padres y tres crías) habían escogido estratégicamente el tendido eléctrico para acezar a las palomas y tener un suculento desayuno.
Como vemos la naturaleza aprovecha las oportunidades que se le ofrecen y ante el hueco que vamos dejando las personas, ellas están dispuestas a ocuparlo.
Un saludo. Rober
Pero no todo se acaba. Nuevos vagones de vida llegaban al pueblo en forma de mejores cosechas en los campos y otros habitantes comenzaron a ocupar el hueco dejado por las personas. Hace dos noches, asomaba la Luna como si fuese el arco tensado de un Zeus apuntando hacia el anaranjado horizonte, poco después el cielo se llenó de estrellas sin que ninguna nube se atreviese a interrumpir la magnífica puesta en escena de la noche. Animado por el espectáculo salgo hacia las afueras donde llega la música, a todo trapo, de un grupo de jóvenes avecindados ocasionalmente por unas horas en el pueblo. Al pasar por el taller un autillo sale enfadado del pino posándose en lo alto de lo que fue el letrero que anunciaba la próxima construcción de unas viviendas en la ronda. Con sus gestos y sonidos desafiantes me invitaba a marcharme de lo que consideraba su zona, estaba al acecho de posibles roedores y por lo visto le había estropeado la cena (por cierto, tenemos muchos topillos en las cunetas).
Pensando en que ya había visto todo lo que había que ver, marcho a casa. Cerca del amanecer el continuo y persistente ladrido de un perro hace que me asome a la ventana. El motivo, cinco, he escrito bien, cinco lechuzas (supongo que los padres y tres crías) habían escogido estratégicamente el tendido eléctrico para acezar a las palomas y tener un suculento desayuno.
Como vemos la naturaleza aprovecha las oportunidades que se le ofrecen y ante el hueco que vamos dejando las personas, ellas están dispuestas a ocuparlo.
Un saludo. Rober
Rober, me alegra conocer tu vena "LITERARIA", pues tu abuelo Isidro ya apuntaba, hacia la poesía. Preciosa descripción la tuya "de esa noche". Besos Leo.