Un saludo para todos y en especial para los que vais llegando. Es bueno saber que uno, aunque lleve años fuera del pueblo que le vio nacer sigue sintiéndose vinculado a ese lugar que lo hace propio.
No acaba uno de asombrarse ante las continuas noticias que van surgiendo en nuestro ruedo nacional y más comparando lo que nos toca vivir con tiempos pasados que tocaron a otros y que por ser pasados nos parecen más inseguros y desdichados.
¿Qué queréis que os diga? Pues viendo el panorama, las cosas, en el fondo, no han cambiado mucho. Hay quien se considera (y estoy seguro que lo creen) que los dineros del común están mejor para disfrutarlo ellos que para dar solución a problemas ajenos y... tan poco estamos tan lejos del día en que nos vendan como mercancía, tanto a nosotros como las propiedades que se pongan a su alcance.
Como no espabilemos seremos los nuevos esclavos de una clase de oligofrénicos que se creen dueños de todo con el aparato judicial a su servicio y que las normas éticas y sociales están para que tu las cumplas, ellos están por cima de todas.
Ahí os dejo el reflejo de una etapa que creíamos pasada.
A finales del Antiguo Régimen ya se definía la sociedad salmantina como conservadora; probablemente, “el respeto y la subordinación a los superiores” tuviese mucho que ver con la larga tradición de sometimiento a los señores y a las autoridades.
La historia de los señores y de las poblaciones sometidas a su jurisdicción, es la descripción de una cadena de intervenciones en las que la capacidad de decisión corresponde en última instancia a los poderes superiores que se representan en el Rey y en el Papa. Entre ambos, las necesidades generales y particulares, las peticiones y los privilegios, constituyen el complejo fundamento de la conversión de vecinos en vasallos. El mecanismo que se empleó fue muy simple: el Rey, con autorización del Reino o sin ella, vende al mejor postor un número de vasallos que, o bien eran súbditos de jurisdicción real, o bien lo eran de la eclesiástica o de una orden militar.
Así Carlos II en 1668 vende a D. Cristóbal de Solís (padre del Conde de Villanueva y Cañedo) D. Alonso de Solís, la jurisdicción, señorío y vasallaje de la villa de Retortillo, campo de Yeltes, tierra de Ciudad Rodrigo, que contaba con 129 vecinos en 1591 de los que media docena eran hidalgos, es decir que gozaban del privilegio de estar exentos de impuestos.
Con la venta se le concede a D. Cristóbal de Solís y a sus sucesores la potestad de nombrar los oficiales necesarios para el gobierno político y económico y para la administración de justicia por lo que D. Cristóbal se comprometía a pagar una elevada suma por los 100 vecinos que entonces moraban en Retortillo a razón de 4.000 maravedís de plata por cada vecino, es decir 400.000 mrs de plata para la hacienda regia, o lo que es lo mismo, 7000. mrs de vellón. En dicho censo de vecinos había que incluir a todo tipo de habitante, tanto viudas como pobres y “mujeres de soldada” (criadas que servían en casas pudientes) y a los vecinos que estuvieran fuera del pueblo y que tuvieran hacienda en él.
De la H. de Salamanca. (56)
No acaba uno de asombrarse ante las continuas noticias que van surgiendo en nuestro ruedo nacional y más comparando lo que nos toca vivir con tiempos pasados que tocaron a otros y que por ser pasados nos parecen más inseguros y desdichados.
¿Qué queréis que os diga? Pues viendo el panorama, las cosas, en el fondo, no han cambiado mucho. Hay quien se considera (y estoy seguro que lo creen) que los dineros del común están mejor para disfrutarlo ellos que para dar solución a problemas ajenos y... tan poco estamos tan lejos del día en que nos vendan como mercancía, tanto a nosotros como las propiedades que se pongan a su alcance.
Como no espabilemos seremos los nuevos esclavos de una clase de oligofrénicos que se creen dueños de todo con el aparato judicial a su servicio y que las normas éticas y sociales están para que tu las cumplas, ellos están por cima de todas.
Ahí os dejo el reflejo de una etapa que creíamos pasada.
A finales del Antiguo Régimen ya se definía la sociedad salmantina como conservadora; probablemente, “el respeto y la subordinación a los superiores” tuviese mucho que ver con la larga tradición de sometimiento a los señores y a las autoridades.
La historia de los señores y de las poblaciones sometidas a su jurisdicción, es la descripción de una cadena de intervenciones en las que la capacidad de decisión corresponde en última instancia a los poderes superiores que se representan en el Rey y en el Papa. Entre ambos, las necesidades generales y particulares, las peticiones y los privilegios, constituyen el complejo fundamento de la conversión de vecinos en vasallos. El mecanismo que se empleó fue muy simple: el Rey, con autorización del Reino o sin ella, vende al mejor postor un número de vasallos que, o bien eran súbditos de jurisdicción real, o bien lo eran de la eclesiástica o de una orden militar.
Así Carlos II en 1668 vende a D. Cristóbal de Solís (padre del Conde de Villanueva y Cañedo) D. Alonso de Solís, la jurisdicción, señorío y vasallaje de la villa de Retortillo, campo de Yeltes, tierra de Ciudad Rodrigo, que contaba con 129 vecinos en 1591 de los que media docena eran hidalgos, es decir que gozaban del privilegio de estar exentos de impuestos.
Con la venta se le concede a D. Cristóbal de Solís y a sus sucesores la potestad de nombrar los oficiales necesarios para el gobierno político y económico y para la administración de justicia por lo que D. Cristóbal se comprometía a pagar una elevada suma por los 100 vecinos que entonces moraban en Retortillo a razón de 4.000 maravedís de plata por cada vecino, es decir 400.000 mrs de plata para la hacienda regia, o lo que es lo mismo, 7000. mrs de vellón. En dicho censo de vecinos había que incluir a todo tipo de habitante, tanto viudas como pobres y “mujeres de soldada” (criadas que servían en casas pudientes) y a los vecinos que estuvieran fuera del pueblo y que tuvieran hacienda en él.
De la H. de Salamanca. (56)