La vida de mi pueblo es esa Historia escrita en las aguas de un río que por monótona pasa desapercibida a todos los que nos asomamos a sus riberas.
A veces en su manso caminar forma lagunas en las que decanta el poso de algún o algunos acontecimientos que quedan grabados en nuestro subconsciente.
Su Historia se parece más a un Guadiana que asoma a ráfagas intermitentes mostrando su palpitar en periodos lejanos que los historiadores llaman Calcolítico.
Desde su Teso de las Moras otea un amplio horizonte y allí bajo el manto rojizo de sus tierras nos dejó detalles de su vida cotidiana.
Desaparece cuando el ímpetu de las armas escribe las etapas más convulsas de estas tierras y aparece tímidamente en períodos de paz bajo los estandartes romanos.
El bayonal y su fuente mora es el germen de un nuevo asentamiento cuando la media luna brilla sobre Hispania. Desde entonces su lento caminar enlaza con la repoblación a principios del S. XII y la llegada de gentes cristianas que integran o desplazan a sus anteriores moradores.
Castellanos son los que vienen, de las altas tierras burgalesas, aquellas que vieron las hazañas y gestas de su Conde Lozano. Gentes que fueron cimentando la anchura de nuestros campos y adormecida la Edad Media cambian su aposento al origen y colonizan de nuevo la pequeña loma junto al teso de las moras.
Distintas suertes ha jugado con nosotros la diosa fortuna pero desde entonces no se ha vuelto a interrumpir el río. Su caudal siempre caprichoso al devenir de guerras y paz, de pestes y prosperidad formando otros arroyos y con aquel torrente de vida que gestó en sus entrañas con todos aquellos que amamanta de sus pechos, parte de su vitalidad emigró a otros ríos, a formar otros valles.
Barbadillo, como río cansado, empuja perezosamente sus aguas, agostado sin la sabia nueva que aporta la juventud ausente por la falta de horizontes que hagan florecer un nuevo sueño.
A Barbadillo, Octubre 2.015.
A veces en su manso caminar forma lagunas en las que decanta el poso de algún o algunos acontecimientos que quedan grabados en nuestro subconsciente.
Su Historia se parece más a un Guadiana que asoma a ráfagas intermitentes mostrando su palpitar en periodos lejanos que los historiadores llaman Calcolítico.
Desde su Teso de las Moras otea un amplio horizonte y allí bajo el manto rojizo de sus tierras nos dejó detalles de su vida cotidiana.
Desaparece cuando el ímpetu de las armas escribe las etapas más convulsas de estas tierras y aparece tímidamente en períodos de paz bajo los estandartes romanos.
El bayonal y su fuente mora es el germen de un nuevo asentamiento cuando la media luna brilla sobre Hispania. Desde entonces su lento caminar enlaza con la repoblación a principios del S. XII y la llegada de gentes cristianas que integran o desplazan a sus anteriores moradores.
Castellanos son los que vienen, de las altas tierras burgalesas, aquellas que vieron las hazañas y gestas de su Conde Lozano. Gentes que fueron cimentando la anchura de nuestros campos y adormecida la Edad Media cambian su aposento al origen y colonizan de nuevo la pequeña loma junto al teso de las moras.
Distintas suertes ha jugado con nosotros la diosa fortuna pero desde entonces no se ha vuelto a interrumpir el río. Su caudal siempre caprichoso al devenir de guerras y paz, de pestes y prosperidad formando otros arroyos y con aquel torrente de vida que gestó en sus entrañas con todos aquellos que amamanta de sus pechos, parte de su vitalidad emigró a otros ríos, a formar otros valles.
Barbadillo, como río cansado, empuja perezosamente sus aguas, agostado sin la sabia nueva que aporta la juventud ausente por la falta de horizontes que hagan florecer un nuevo sueño.
A Barbadillo, Octubre 2.015.