Llega el invierno y nuestros pueblos ya se van preparando para esa soledad que da el frío al emigrar a la ciudad todos aquellos que durante el verano alargan el regusto de la tranquilidad (demasiada tranquilidad) que da esos atardeceres casi silenciosos de los campos castellanos. Los más valientes se dan como fecha tope la fiesta de todos los Santos, ese día que tenemos para recordar a nuestros antecesores en el latir de la vida del pueblo que (ley de vida) nos fueron dejando. Octubre lo despedimos engalanando el cementerio de flores, ese monumento al recuerdo que nos une con el pasado. Por cierto, cada vez con más viveza lucen las muestras de recuerdo en forma de hermosos ramos con vistosos colores. Víspera de los Santos y la fiesta de agosto son el cordón umbilical de la mayoría que nos ausentamos del lugar que nos vio nacer.
Después, llega el letargo del invierno donde según comentario popular, no se ve un alma.
Pero el pueblo es como el campo de Castilla, reverdece en primavera y un nuevo amanecer ensancha el horizonte inundando nuestros caminos de paseantes jubilados o parados que no quieren verse afectados por el riesgo de estrecharse sus venas haciéndole la guerra al colesterol.
Antes la llegada de las Navidades retaba en toda regla a ese frío que envolvía las largas noches invernales, pero la falta de juventud hizo que bares y baile desaparecieran y con ello el calorcito del hogar nos hizo perezosos para asistir a misa de Gallo, con lo que la tele y una buena cena en familia son los alicientes navideños de los nuevos tiempos para la mayoría de nuestros pequeños pueblos. Un saludo para todos. Rober
Después, llega el letargo del invierno donde según comentario popular, no se ve un alma.
Pero el pueblo es como el campo de Castilla, reverdece en primavera y un nuevo amanecer ensancha el horizonte inundando nuestros caminos de paseantes jubilados o parados que no quieren verse afectados por el riesgo de estrecharse sus venas haciéndole la guerra al colesterol.
Antes la llegada de las Navidades retaba en toda regla a ese frío que envolvía las largas noches invernales, pero la falta de juventud hizo que bares y baile desaparecieran y con ello el calorcito del hogar nos hizo perezosos para asistir a misa de Gallo, con lo que la tele y una buena cena en familia son los alicientes navideños de los nuevos tiempos para la mayoría de nuestros pequeños pueblos. Un saludo para todos. Rober