Los que influyeron en nuestra Historia.
La ciudad fue foco de atracción y punto de referencia inevitable para el mundo rural.- El mercado urbano ofrecía notables posibilidades para vender la propia producción y para trabajar por cuenta ajena, en los talleres, o en colegios y conventos. También los indigentes del campo se acercaron a pedir limosna a las parroquias de la ciudad, la “sopa boba” a sus conventos y el amparo de sus numerosos hospitales en la enfermedad. Y tanto los poderosos como los más ricos del ámbito rural y de otras villas se sintieron atraídos por la animación de la vida urbana y por sus diversiones (toros, comedias, etc). El mundo rural y el urbano mantuvieron relaciones estrechas y continuas puesto que los habitantes del campo no encontraban todo lo que necesitaban en su propia comunidad y que, por unas razones u otras, tenía que contar con la ciudad o villa comarcana más destacada.
El campesino dependía del mercado comarcal o urbano para la venta de los excedentes de su cosecha o de su producción artesana. Por otra parte los campesinos arrendatarios de tierra se veían obligados a llevar a la villa o a la ciudad en la que su señor habitaba, una parte de los tributos que le debían. (Gallinas, animales, alimentos, leña, etc)
Además todos los vecinos de una aldea o villa veían salir sus rentas del lugar en manos de los recaudadores de los impuestos provinciales y reales, de los impuestos eclesiásticos y de los impuestos debidos al titular del Señorío, si la aldea tenía ese carácter. Por lo que la intromisión del mundo urbano en la vida campesina fue continua. Así, ya en 1490, los vecinos de la Tierra de Salamanca se quejaban a los Reyes Católicos de los impuestos abusivos que los regidores de la Ciudad repartían de manera extraordinaria sobre ellos, y sin tener necesidad, en su opinión, pues la Ciudad tenía muchos “propios”.
De la Hª de Salamanca. (61). Rober
La ciudad fue foco de atracción y punto de referencia inevitable para el mundo rural.- El mercado urbano ofrecía notables posibilidades para vender la propia producción y para trabajar por cuenta ajena, en los talleres, o en colegios y conventos. También los indigentes del campo se acercaron a pedir limosna a las parroquias de la ciudad, la “sopa boba” a sus conventos y el amparo de sus numerosos hospitales en la enfermedad. Y tanto los poderosos como los más ricos del ámbito rural y de otras villas se sintieron atraídos por la animación de la vida urbana y por sus diversiones (toros, comedias, etc). El mundo rural y el urbano mantuvieron relaciones estrechas y continuas puesto que los habitantes del campo no encontraban todo lo que necesitaban en su propia comunidad y que, por unas razones u otras, tenía que contar con la ciudad o villa comarcana más destacada.
El campesino dependía del mercado comarcal o urbano para la venta de los excedentes de su cosecha o de su producción artesana. Por otra parte los campesinos arrendatarios de tierra se veían obligados a llevar a la villa o a la ciudad en la que su señor habitaba, una parte de los tributos que le debían. (Gallinas, animales, alimentos, leña, etc)
Además todos los vecinos de una aldea o villa veían salir sus rentas del lugar en manos de los recaudadores de los impuestos provinciales y reales, de los impuestos eclesiásticos y de los impuestos debidos al titular del Señorío, si la aldea tenía ese carácter. Por lo que la intromisión del mundo urbano en la vida campesina fue continua. Así, ya en 1490, los vecinos de la Tierra de Salamanca se quejaban a los Reyes Católicos de los impuestos abusivos que los regidores de la Ciudad repartían de manera extraordinaria sobre ellos, y sin tener necesidad, en su opinión, pues la Ciudad tenía muchos “propios”.
De la Hª de Salamanca. (61). Rober