A LA LANCHA DE LA LUMBRE
Quien diga que Barbadillo no tiene cuentos ni historias es que es muy joven o ha nacido lejos de él. O si no, que nos lo digan a aquellos que fuimos niños cuando no había llegado la tele y las ondas de la radio se hallaban instaladas en contadas salas de nuestras viviendas, éstas dedicadas al escaso ocio que se permitían nuestros abuelos. En ellas cían las más jóvenes intercalando su tertulia y quehaceres con las noticias, canciones y series de entretenimiento a través de la emisora de turno.
Pero lo que más nos gustaba a nosotros eran esos cuentos que los abuelos nos contaban a la lancha de la lumbre. a mi me encantaba el del Gallo Quirico porque nos intercalaba esos personajes ficticios en forma de animales con personajes reales que vivían en el pueblo y la imaginación te los hacía ver caminando por las mismas calles en las que tu correteabas y jugabas. El Gallo Quirico, era adornado de un brillo y colorido de plumas que era la envidia de todo pavo que picoteaba por la Puente Chica.
Lo bueno de este cuento es que todo se desarrollaba en lugares conocidos. Así, el Gallo Quirico, era situado todas las mañanas, al alba, en esos momentos que comenzaban a vislumbrarse los rayos del sol, en el teso de Valdecibián desde donde lanzaba, a todo pulmón su quíquiriqui.
Tal era su potencia que era oído en todos los rincones del pueblo desperezando a sus habitantes y haciendo que comenzase el trajín de las faenas. Por eso el Gallo Quirico era muy apreciado entre los labradores y éstos a cambio le dejaban que picotease en cualquiera de sus campos, pero Quirico prefería la seguridad del pueblo no siendo que alguna vez se encontrase con la zorra, esa que tanto le gustaba acercarse por los gallineros para comerse a los polluelos despistados.
Quirico tenía en Sto. Tomé un tío llamado Periquito "el Chico". Aunque ya entrado en años, el tío Periquito, decidió asentar la cabeza y dejar a un lado sus correrías de corral y apartar al resto de gallinas para elegir a una que llevaba tiempo haciéndole ojitos por lo que decidió formalizar su enlace invitando a todos sus parientes.
Un buen día de primavera, Mauricio (el cartero del pueblo) con grandes ademanes y una amplia sonrisa, como si adivinase la buena nueva, le entrega un sobre que contenía, en letra de imprenta, la noticia de tan feliz acontecimiento.
Y Quirico comienza a darle vueltas a la cabeza, no era para menos, tendría que hacerse un traje y comprar zapatos nuevos. El traje se lo encarga al sr "cañadas" que para eso era sastre y los zapatos al sr Cipria. Los dos artistas, listos y presurosos lo ponen como un pincel.
La mañana de la boda. Quirico, después de cumplir con su quíquiriqui vespertino se engalana en su traje y se calza sus zapatos nuevos. Tal era la emoción que sentía que se olvidó de desayunar y emprendió el viaje hacia Sto Tomé. Como no quería manchar sus zapatos prefirió no ir por el camino yendo paseando por el prado de la Nava que tenía una suave y esponjosa yerba salpicada de muchas flores de colores.
Yendo por el prado ve una tierna boñiga de vaca con unos exquisitos granos de trigo que despiertan sus apetito. Quirico duda y duda pero al final cae en la tentación. Ante lo sabroso que le están pereciendo estos granos no es consciente que se está embadurnando de mala manera todo el pico.
Al finalizar su festín se da cuenta de la que ha preparado. Con las prisas no había cogido ningún pañuelo para poderse limpiar, tampoco quería rasparse con los zapatos por si se los ensuciaba. Con lo que pide ayuda al prao, no con mucho tiento por que le echa la culpa se ser el responsable de como ha quedado su pico. Y le dice: prao, limpiame el pico que voy a la boda de mi tío Periquito el chico. Y el prao, como no le gustó la reprimenda que le había echado, no quiso.
Entonces, más adelante, vio que por allí andaban pastando las ovejas del tío Marcelino y a ellas se dirige tratando de enmendar su destino. Y les dice: ovejas, pastar el prado, que el prado no quiso limpiarme el pico que voy a la boda de mi tío Periquito el chico. Pero las ovejas como eran amigas del prao (porque les daba de comer) no quisieron.
(1ª parte. Recuerdos de la infancia) Rober
Quien diga que Barbadillo no tiene cuentos ni historias es que es muy joven o ha nacido lejos de él. O si no, que nos lo digan a aquellos que fuimos niños cuando no había llegado la tele y las ondas de la radio se hallaban instaladas en contadas salas de nuestras viviendas, éstas dedicadas al escaso ocio que se permitían nuestros abuelos. En ellas cían las más jóvenes intercalando su tertulia y quehaceres con las noticias, canciones y series de entretenimiento a través de la emisora de turno.
Pero lo que más nos gustaba a nosotros eran esos cuentos que los abuelos nos contaban a la lancha de la lumbre. a mi me encantaba el del Gallo Quirico porque nos intercalaba esos personajes ficticios en forma de animales con personajes reales que vivían en el pueblo y la imaginación te los hacía ver caminando por las mismas calles en las que tu correteabas y jugabas. El Gallo Quirico, era adornado de un brillo y colorido de plumas que era la envidia de todo pavo que picoteaba por la Puente Chica.
Lo bueno de este cuento es que todo se desarrollaba en lugares conocidos. Así, el Gallo Quirico, era situado todas las mañanas, al alba, en esos momentos que comenzaban a vislumbrarse los rayos del sol, en el teso de Valdecibián desde donde lanzaba, a todo pulmón su quíquiriqui.
Tal era su potencia que era oído en todos los rincones del pueblo desperezando a sus habitantes y haciendo que comenzase el trajín de las faenas. Por eso el Gallo Quirico era muy apreciado entre los labradores y éstos a cambio le dejaban que picotease en cualquiera de sus campos, pero Quirico prefería la seguridad del pueblo no siendo que alguna vez se encontrase con la zorra, esa que tanto le gustaba acercarse por los gallineros para comerse a los polluelos despistados.
Quirico tenía en Sto. Tomé un tío llamado Periquito "el Chico". Aunque ya entrado en años, el tío Periquito, decidió asentar la cabeza y dejar a un lado sus correrías de corral y apartar al resto de gallinas para elegir a una que llevaba tiempo haciéndole ojitos por lo que decidió formalizar su enlace invitando a todos sus parientes.
Un buen día de primavera, Mauricio (el cartero del pueblo) con grandes ademanes y una amplia sonrisa, como si adivinase la buena nueva, le entrega un sobre que contenía, en letra de imprenta, la noticia de tan feliz acontecimiento.
Y Quirico comienza a darle vueltas a la cabeza, no era para menos, tendría que hacerse un traje y comprar zapatos nuevos. El traje se lo encarga al sr "cañadas" que para eso era sastre y los zapatos al sr Cipria. Los dos artistas, listos y presurosos lo ponen como un pincel.
La mañana de la boda. Quirico, después de cumplir con su quíquiriqui vespertino se engalana en su traje y se calza sus zapatos nuevos. Tal era la emoción que sentía que se olvidó de desayunar y emprendió el viaje hacia Sto Tomé. Como no quería manchar sus zapatos prefirió no ir por el camino yendo paseando por el prado de la Nava que tenía una suave y esponjosa yerba salpicada de muchas flores de colores.
Yendo por el prado ve una tierna boñiga de vaca con unos exquisitos granos de trigo que despiertan sus apetito. Quirico duda y duda pero al final cae en la tentación. Ante lo sabroso que le están pereciendo estos granos no es consciente que se está embadurnando de mala manera todo el pico.
Al finalizar su festín se da cuenta de la que ha preparado. Con las prisas no había cogido ningún pañuelo para poderse limpiar, tampoco quería rasparse con los zapatos por si se los ensuciaba. Con lo que pide ayuda al prao, no con mucho tiento por que le echa la culpa se ser el responsable de como ha quedado su pico. Y le dice: prao, limpiame el pico que voy a la boda de mi tío Periquito el chico. Y el prao, como no le gustó la reprimenda que le había echado, no quiso.
Entonces, más adelante, vio que por allí andaban pastando las ovejas del tío Marcelino y a ellas se dirige tratando de enmendar su destino. Y les dice: ovejas, pastar el prado, que el prado no quiso limpiarme el pico que voy a la boda de mi tío Periquito el chico. Pero las ovejas como eran amigas del prao (porque les daba de comer) no quisieron.
(1ª parte. Recuerdos de la infancia) Rober