A LA LANCHA DE LA LUMBRE
Pero la leyenda mas original es esa historia que venía rodando de generación en generación desde tiempos inmemoriales. Esa que los abuelos aseguraban haberla oído de sus abuelos y estos de sus tatarabuelos que se la susurraban en esas noches de boca de lobo donde el viento se dejaba oír con fuerza a través de la chimenea.
Me refiero a la "fanturnia". Aunque nadie sabía en concreto que era, los pocos que habían logrado vela ponían cara de espanto cuando se referían a ella. La definían como una nube opaca que se deslizaba casi a ras de suelo envuelta en un escalofriante lamento y donde apenas, en su centro, era capaz de vislumbrarse un rayo de luz. Aseguraban que si te atrapaba pasabas al mundo de las sombras. La única defensa era correr a refugiarse en casa.
Quizás quien mejor sepa definirla sea el más longevo al que fielmente se le va pasando el relevo por riguroso turno de llegada a la vida, pero sólo si has nacido en este pueblo. Aunque también Manolo (el cuco), posiblemente el único testigo de un encuentro que aconteció allá, cuando él era joven.
Más tarde, la fanturnia, con la llegada de la luz, dejó de rondar las calles del pueblo y tan solo era vista por los alrededores y rincones oscuros.
La luz en las calles desterró ese invento magistral de nuestros ancestros para que los jóvenes (y sobre todo las jóvenes) no saliesen de casa (y menos del pueblo) después del oscurecer. Era un miedo regalado a la oscuridad para evitar los encuentros a horas no controladas y sobre todo las consecuencias que pudiesen derivarse de los retozos prolongados en la penumbra.
Los abuelos decían que por donde andaba la fanturnia ni nacen niños.
Pero he te me aquí que hay quien asegura que la fanturnia ha vuelto a rondar por los alrededores del pueblo y que incluso, a pesar de la luz, algunas noches se atreve a pasear por las calles. ¿Será cierto?.
Lo cierto es que ya no nacen niños en el pueblo y en las tertulias se va apagando los viejos recuerdos. Ya no crepita la lumbre en los hogares y ya no se cuentan a su fulgor cuentos. Pero a pesar de todo, quien diga que Barbadillo no tiene historias ni cuentos es que es muy joven o ha nacido lejos, muy lejos de él.
(Recuerdos de la infancia. 3ª parte). Rober
Pero la leyenda mas original es esa historia que venía rodando de generación en generación desde tiempos inmemoriales. Esa que los abuelos aseguraban haberla oído de sus abuelos y estos de sus tatarabuelos que se la susurraban en esas noches de boca de lobo donde el viento se dejaba oír con fuerza a través de la chimenea.
Me refiero a la "fanturnia". Aunque nadie sabía en concreto que era, los pocos que habían logrado vela ponían cara de espanto cuando se referían a ella. La definían como una nube opaca que se deslizaba casi a ras de suelo envuelta en un escalofriante lamento y donde apenas, en su centro, era capaz de vislumbrarse un rayo de luz. Aseguraban que si te atrapaba pasabas al mundo de las sombras. La única defensa era correr a refugiarse en casa.
Quizás quien mejor sepa definirla sea el más longevo al que fielmente se le va pasando el relevo por riguroso turno de llegada a la vida, pero sólo si has nacido en este pueblo. Aunque también Manolo (el cuco), posiblemente el único testigo de un encuentro que aconteció allá, cuando él era joven.
Más tarde, la fanturnia, con la llegada de la luz, dejó de rondar las calles del pueblo y tan solo era vista por los alrededores y rincones oscuros.
La luz en las calles desterró ese invento magistral de nuestros ancestros para que los jóvenes (y sobre todo las jóvenes) no saliesen de casa (y menos del pueblo) después del oscurecer. Era un miedo regalado a la oscuridad para evitar los encuentros a horas no controladas y sobre todo las consecuencias que pudiesen derivarse de los retozos prolongados en la penumbra.
Los abuelos decían que por donde andaba la fanturnia ni nacen niños.
Pero he te me aquí que hay quien asegura que la fanturnia ha vuelto a rondar por los alrededores del pueblo y que incluso, a pesar de la luz, algunas noches se atreve a pasear por las calles. ¿Será cierto?.
Lo cierto es que ya no nacen niños en el pueblo y en las tertulias se va apagando los viejos recuerdos. Ya no crepita la lumbre en los hogares y ya no se cuentan a su fulgor cuentos. Pero a pesar de todo, quien diga que Barbadillo no tiene historias ni cuentos es que es muy joven o ha nacido lejos, muy lejos de él.
(Recuerdos de la infancia. 3ª parte). Rober