Parejo a la profesión de labradores estaba la de carpinteros, carreteros y herreros en gran medida dependiendo los unos de los otros. Yugos, carros de bueyes ilustrados con motivos camperos, florales, de trilla o de lidia salían de los talleres. Puertas, ventanas y todo tipo de útiles para el hogar se gestaban en el banco carpintero a base de sierros, zuela, gubias o formones. La fragua complementaba el buen hacer sobre la bigornia reparando rejas de arado o el aro de las ruedas del carro, herraduras para bueyes o caballerías donde igualas y jornales eran acordados entre ambas partes.
A mediados de los 40 el pueblo contaba con un flamante silo y dos fábricas de harinas, una en la carretera hacia la estación conocida simplemente como la fábrica y la otra junto al silo en la carretea de Ciudad Rodrigo que fue fundada por Industrias López. De una de ellas surge el oficio de electricista que lleva a cabo con buen hacer el sr. Desiderio siendo el encargado de mantener el enclenque tendido de hilos eléctricos del pueblo.
La luz llega gracias a que las diputaciones fueron obligadas a proporcionar o facilitar alumbrado a los pueblos que sobrepasaban el millar de habitantes.
De las comodidades que trajo la electricidad aún no se disfrutaba y era la leña de los montes cercanos la que servía como fuente de calor tanto para cocinar como para calentar la casa. El brasero de carbón o cisco bajo la mesa-camilla con amplias faldillas hacía de punto de reunión familiar para desperezarse del frío de los largos inviernos.
Candiles, faroles, velas de cera y capuchinas de aceite ayudaban a hacer llegar la luminosidad a muchas de las zonas de la casa principalmente a cuadras y corrales cuando había que echarle de comer al ganao. Otros adelantos tecnológicos, como el teléfono, se hizo esperar al no ser considerado, por los representantes del ayuntamiento, bien útil.
Por nuestras carreteras y caminos cercanos, carros y bicicletas junto con borricos eran los medios naturales de transporte. Algún que otro automóvil como el del médico, el del Carolo y el coche de línea renqueaban sobre los empedrados medios de comunicación. El asfalto de la carretera que va desde la estación a Golpejas llegó años más tarde por causas ajenas al consistorio. El coche de línea venía de Rollán y en caso que viajeros o mercancías no cupiesen en el interior se viajaba en la baca (la velocidad era escasa y se veía mejor el paisaje).
El pan, patatas y legumbres junto con la matanza del cerdo era nuestra base alimenticia y al pueblo llegaban periódicamente comerciantes que con sus mulas o carromatos ofrecían sus productos a toque de corneta donde el alguacil se lucía anunciando a grito pelao las nuevas novedades. Aunque en esos años los pueblos, nuestro pueblo, parecía un mundo completo ante la casi obligatoriedad de subsistencia por sí mismo. También teníamos todo tipo de oficios y autoridades que vivían entre nosotros: alcalde, médico, cura, secretario, maestro, veterinario, alguacil y disponíamos de servicios de barbero, pastor, boyero, carpinteros, zapateros, herrero, sastre, lavanderas, albañiles y todo tipo de ayuda para la casa.
Salas Pombo, gobernador civil de Salamanca, en noviembre de 1.946 distribuye huertos en 74 municipios, van destinados principalmente a jornaleros del lugar a los que se le adjudica una superficie de once áreas. La tierra se toma del común. En Barbadillo se dieron casi doscientos huertos.
Años 40-VII.
A mediados de los 40 el pueblo contaba con un flamante silo y dos fábricas de harinas, una en la carretera hacia la estación conocida simplemente como la fábrica y la otra junto al silo en la carretea de Ciudad Rodrigo que fue fundada por Industrias López. De una de ellas surge el oficio de electricista que lleva a cabo con buen hacer el sr. Desiderio siendo el encargado de mantener el enclenque tendido de hilos eléctricos del pueblo.
La luz llega gracias a que las diputaciones fueron obligadas a proporcionar o facilitar alumbrado a los pueblos que sobrepasaban el millar de habitantes.
De las comodidades que trajo la electricidad aún no se disfrutaba y era la leña de los montes cercanos la que servía como fuente de calor tanto para cocinar como para calentar la casa. El brasero de carbón o cisco bajo la mesa-camilla con amplias faldillas hacía de punto de reunión familiar para desperezarse del frío de los largos inviernos.
Candiles, faroles, velas de cera y capuchinas de aceite ayudaban a hacer llegar la luminosidad a muchas de las zonas de la casa principalmente a cuadras y corrales cuando había que echarle de comer al ganao. Otros adelantos tecnológicos, como el teléfono, se hizo esperar al no ser considerado, por los representantes del ayuntamiento, bien útil.
Por nuestras carreteras y caminos cercanos, carros y bicicletas junto con borricos eran los medios naturales de transporte. Algún que otro automóvil como el del médico, el del Carolo y el coche de línea renqueaban sobre los empedrados medios de comunicación. El asfalto de la carretera que va desde la estación a Golpejas llegó años más tarde por causas ajenas al consistorio. El coche de línea venía de Rollán y en caso que viajeros o mercancías no cupiesen en el interior se viajaba en la baca (la velocidad era escasa y se veía mejor el paisaje).
El pan, patatas y legumbres junto con la matanza del cerdo era nuestra base alimenticia y al pueblo llegaban periódicamente comerciantes que con sus mulas o carromatos ofrecían sus productos a toque de corneta donde el alguacil se lucía anunciando a grito pelao las nuevas novedades. Aunque en esos años los pueblos, nuestro pueblo, parecía un mundo completo ante la casi obligatoriedad de subsistencia por sí mismo. También teníamos todo tipo de oficios y autoridades que vivían entre nosotros: alcalde, médico, cura, secretario, maestro, veterinario, alguacil y disponíamos de servicios de barbero, pastor, boyero, carpinteros, zapateros, herrero, sastre, lavanderas, albañiles y todo tipo de ayuda para la casa.
Salas Pombo, gobernador civil de Salamanca, en noviembre de 1.946 distribuye huertos en 74 municipios, van destinados principalmente a jornaleros del lugar a los que se le adjudica una superficie de once áreas. La tierra se toma del común. En Barbadillo se dieron casi doscientos huertos.
Años 40-VII.
Es deliciosa la lectura de estas crónicas de lo años 40 y el encuentro con vocabulario que parecía olvidado. Gracias, Rober
Martín Gómez
Martín Gómez