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BARBADILLO: La matanza del cerdo era un rito familiar que todos...

La matanza del cerdo era un rito familiar que todos aprendimos de pequeños. Era la confirmación de un alimento que yo diría, se veneraba, al que se le dedicaba la sabiduría transmitida de generaciones en la que hombres y mujeres se repartían faenas y culminaba con su presencia en forma de embutidos, curados, fritos o cocinados que hacían las delicias cotidianas de los reunidos en torno a la mesa.
Son años en que aún perduran las restricciones de luz y tan solo se podía disponer de ella durante las horas nocturnas y para eso había que contar con el permiso del tiempo. El fuerte viento o cualquier temporal hacía saltar los plomos dejando a oscuras el pueblo. Mi abuelo Juan Manuel era el encargado, atardecer tras atardecer, de subir al poste que existía a la entrada del pueblo junto al corral del concejo y enchufar la conexión una vez iniciado el anochecer. Era un rito que lo hacía con seriedad, como si de un acto solemne se tratase y no era para menos pues era como dar paso a ese torrente sanguíneo que disipaba las tinieblas.
A nuestras escuelas llegan los excedentes de mantequilla, queso y leche en polvo que nos trajeron los acuerdos con los americanos.
Es la época que la llegada del butano va arrinconando a tantas familias de carboneros que existían en nuestro pueblo. Al crecer el poder adquisitivo, la tele se hace cargo de mostrarnos todo lo que nos hace falta (ollas a presión, ropas de tergal, lavadoras … etc.)
Esta década sacude sin piedad nuestros campos al forzar a miles de jornaleros a abandonar el suelo que durante generaciones consideraron su pequeña patria encaminándose hacia Alemania, Francia, Suiza, Holanda o bien hacia Cataluña, Madrid, las vascongadas u otras ciudades españolas. Se da la paradoja que al quedar menos trabajadores agrícolas se pide aumento de sueldo iniciándose el proceso de mecanización en el campo al comenzar a ser competitiva la amortización del precio de la maquinaria.
Años 50. II. Rober