El pueblo contaba con una estación de ferrocarril, alejada unos dos kms por negarse el consistorio a que pasase por el mismo “para que no matase a los niños ni a los animales”. Dos fábricas de harinas, una de los Cocas –fundada por un tal BAQUERO- y la otra de Fidel López “el Carolo” acompañada de fábrica de embutidos y laboratorio de vacunas donde las jovencitas del pueblo llegaban en bicicleta para el trabajo. Dos panaderías, la de la Adela y la de Jose (el gato). Las minas del Cubito daban jornales a obreros y especialistas en palas y camiones, y las fincas de los alrededores, bien a año completo o a temporadas ocupaban a todas las gentes del pueblo que estuviesen dispuesta a ganar el jornal.
Llega el teléfono, ese invento que nos hacía escuchar la voz de nuestros familiares desde tierras lejanas. Dña Fili (viuda de D. Benigno) era la encargada de conectar tal prodigio para que por unos momentos sintiésemos la presencia cercana del que estaba al otro lado del aparato, rompiéndose ésta al despegarlo del oído y oír el clip que interrumpía la comunicación.
Como ya os dije esta década es rompedora. En agosto del 60 se pone a la venta la píldora anticonceptiva que da la posibilidad de relaciones sexuales sin riesgo de embarazo. La mentalidad de la época no estaba preparada para tales libertades y a las autoridades católicas no les agrada ningún tipo de control de la natalidad con lo que la gresca entre partidarios y detractores está servida. Hará falta una nueva generación para que acceda a ella sin miedo a vivir en pecado mortal.
Desde 1.958 la emigración comienza a dirigirse hacia Europa a causa de la creciente prosperidad del continente. Mucha gente se agarra a ese clavo como mal menor pues el paro, trabajos temporales y los bajos sueldos podían llevar a peor callejón. Entre ellos mi padre que en 1.961 junto a otros muchos emigrantes llenaron los trenes camino de Alemania, Francia, Países Bajos…Un transistor beige claro marca PHILIS (de su primer regreso) quedó grabado en mi recuerdo, al igual que el sonido del paso del tren por los altos del ventorro en las noches de invierno cuando ya languidecía la lumbre y nos íbamos a la cama. Su sonido era el adiós de toda aquella gente que dejó el pueblo, en él padres, esposos, hijos y hermanos habían subido con unas maletas en busca de poder ofrecer una mejor oportunidad de vida a los suyos. Era como un lamento en el recuerdo de aquellos que marcharon y en la gente que desde sus casas esperaban su regreso.
El 61 nos acerca a Europa (no en sueldo) sino permitiéndosenos la jornada continua para adaptarnos a su jornada laboral iniciándose con estos nuevos horarios el pluriempleo.
El ser monaguillo te garantizaba que por ayudar a misa caería alguna pesetilla los domingos y poder comprar en el estanco o en algún comercio veinte bolas anisadas de perra chica o diez de perra gorda. También estuvo la preparación para la comunión a cargo de Rufi. Dieciocho chicos y siete chicas la tomamos el jueves de la Ascensión.
Años 60-II
Llega el teléfono, ese invento que nos hacía escuchar la voz de nuestros familiares desde tierras lejanas. Dña Fili (viuda de D. Benigno) era la encargada de conectar tal prodigio para que por unos momentos sintiésemos la presencia cercana del que estaba al otro lado del aparato, rompiéndose ésta al despegarlo del oído y oír el clip que interrumpía la comunicación.
Como ya os dije esta década es rompedora. En agosto del 60 se pone a la venta la píldora anticonceptiva que da la posibilidad de relaciones sexuales sin riesgo de embarazo. La mentalidad de la época no estaba preparada para tales libertades y a las autoridades católicas no les agrada ningún tipo de control de la natalidad con lo que la gresca entre partidarios y detractores está servida. Hará falta una nueva generación para que acceda a ella sin miedo a vivir en pecado mortal.
Desde 1.958 la emigración comienza a dirigirse hacia Europa a causa de la creciente prosperidad del continente. Mucha gente se agarra a ese clavo como mal menor pues el paro, trabajos temporales y los bajos sueldos podían llevar a peor callejón. Entre ellos mi padre que en 1.961 junto a otros muchos emigrantes llenaron los trenes camino de Alemania, Francia, Países Bajos…Un transistor beige claro marca PHILIS (de su primer regreso) quedó grabado en mi recuerdo, al igual que el sonido del paso del tren por los altos del ventorro en las noches de invierno cuando ya languidecía la lumbre y nos íbamos a la cama. Su sonido era el adiós de toda aquella gente que dejó el pueblo, en él padres, esposos, hijos y hermanos habían subido con unas maletas en busca de poder ofrecer una mejor oportunidad de vida a los suyos. Era como un lamento en el recuerdo de aquellos que marcharon y en la gente que desde sus casas esperaban su regreso.
El 61 nos acerca a Europa (no en sueldo) sino permitiéndosenos la jornada continua para adaptarnos a su jornada laboral iniciándose con estos nuevos horarios el pluriempleo.
El ser monaguillo te garantizaba que por ayudar a misa caería alguna pesetilla los domingos y poder comprar en el estanco o en algún comercio veinte bolas anisadas de perra chica o diez de perra gorda. También estuvo la preparación para la comunión a cargo de Rufi. Dieciocho chicos y siete chicas la tomamos el jueves de la Ascensión.
Años 60-II