Un saludo para todos los que continuáis fieles al foro. Si no os importa voy a permitirme abusar de vuestra confianza y os invito a que me ayudéis en este proyecto de memoria y recuerdo para poder dejar escrito todas las familias que vivían en el pueblo cuando nosotros éramos niños. Es un capítulo que siempre he intentado cerrar pero tengo la impresión de dejarlo incompleto. Animaros y echarme una mano. Please
El capítulo se titula: RECUERDOS
Si alguno llega a este capítulo os invito a recordar cómo era y quienes vivían en esas calles donde latía el pulso de nuestra infancia. Recuerdos que la memoria difumina tras el paso de los años, muchos de ellos fuera, en otros lugares que suplen o borran aquella etapa de chiquillos, de escuela, de pajareros, de juegos y de aprendizaje ante los nuevos retos que la vida nos trasmitía a través de lo cercano. Eran los mayores, sus oficios y experiencias los que comenzaron a enseñarnos a caminar en las andanzas laborales o de las letras. Posteriormente los medios de comunicación y los viajes a otros lugares se convirtieron en los nuevos maestros.
El querer mostrar la vida de nuestra niñez a las generaciones actuales se me antoja harto difícil, pues cómo explicar el cambio tan brusco que se ha producido. Es como la vuelta atrás de Alicia en el país de las maravillas y eso si son capaces de imaginar un mundo donde para lavarse no hay un grifo por el que salga agua, ni mucho menos el poderse dar una ducha placentera con la que desperezarnos, tampoco un microondas que temple nuestro desayuno, ni un armario ropero donde no sepamos que ponernos. Nuestra ropa era cotidiana, como una segunda piel que nos daba seña de identidad propia, no hacía falta vernos la cara para saber quiénes éramos, era muestra de ese estatus social al que pertenecíamos.
Las casas tenían otra distribución donde había que dar cabida no solo a la familia por lo que se disponía de unos anejos para aperos de oficios que hiciesen algo menos trabajosos los quehaceres cotidianos, leñeras, cisqueras, etc. Imaginar la vivienda sin electrodomésticos y el tener que explicarles que nuestras madres iban a lavar la ropa a más de un km del pueblo les parecerá a las jovencitas de ahora casi un cuento. Ni existían los prelavados ni centrifugados, el cantón de jabón era el botón automático que hacía volver a lucir el color y el olor a limpio en la ropa. Los pantalones de pana casi siempre remendados, las prendas de lino o algodón o esos jerséis confeccionados manualmente por alguna mujer de la familia o vecina eran las que lucíamos cotidianamente. El reciclaje de la de los mayores para los más pequeños era visto con la naturalidad del frío o el calor y la compra de alguna ropa nueva era para cuando se acercaban las fiestas o algún acontecimiento especial en la familia.
Recuerdos. I. Rober
El capítulo se titula: RECUERDOS
Si alguno llega a este capítulo os invito a recordar cómo era y quienes vivían en esas calles donde latía el pulso de nuestra infancia. Recuerdos que la memoria difumina tras el paso de los años, muchos de ellos fuera, en otros lugares que suplen o borran aquella etapa de chiquillos, de escuela, de pajareros, de juegos y de aprendizaje ante los nuevos retos que la vida nos trasmitía a través de lo cercano. Eran los mayores, sus oficios y experiencias los que comenzaron a enseñarnos a caminar en las andanzas laborales o de las letras. Posteriormente los medios de comunicación y los viajes a otros lugares se convirtieron en los nuevos maestros.
El querer mostrar la vida de nuestra niñez a las generaciones actuales se me antoja harto difícil, pues cómo explicar el cambio tan brusco que se ha producido. Es como la vuelta atrás de Alicia en el país de las maravillas y eso si son capaces de imaginar un mundo donde para lavarse no hay un grifo por el que salga agua, ni mucho menos el poderse dar una ducha placentera con la que desperezarnos, tampoco un microondas que temple nuestro desayuno, ni un armario ropero donde no sepamos que ponernos. Nuestra ropa era cotidiana, como una segunda piel que nos daba seña de identidad propia, no hacía falta vernos la cara para saber quiénes éramos, era muestra de ese estatus social al que pertenecíamos.
Las casas tenían otra distribución donde había que dar cabida no solo a la familia por lo que se disponía de unos anejos para aperos de oficios que hiciesen algo menos trabajosos los quehaceres cotidianos, leñeras, cisqueras, etc. Imaginar la vivienda sin electrodomésticos y el tener que explicarles que nuestras madres iban a lavar la ropa a más de un km del pueblo les parecerá a las jovencitas de ahora casi un cuento. Ni existían los prelavados ni centrifugados, el cantón de jabón era el botón automático que hacía volver a lucir el color y el olor a limpio en la ropa. Los pantalones de pana casi siempre remendados, las prendas de lino o algodón o esos jerséis confeccionados manualmente por alguna mujer de la familia o vecina eran las que lucíamos cotidianamente. El reciclaje de la de los mayores para los más pequeños era visto con la naturalidad del frío o el calor y la compra de alguna ropa nueva era para cuando se acercaban las fiestas o algún acontecimiento especial en la familia.
Recuerdos. I. Rober