A la
puerta de esta
casa yo también, una mañana de
invierno y de mucho hielo, me caí de la
bicicleta. Y como siempre ocurre, me levanté y miré a todos los lados para ver si me había visto alguien; parecía que no, pero una voz escondida detrás de una puerta semiabierta salió preguntándome si me había hecho daño. Repondí que no y me marché a toda velocidad lleno de vergüenza.