En
Ciudad Rodrigo, las naves de la
catedral de
Santa María estaban ornamentadas con sepulcros de destacados personajes de la villa. Entre ellos se encontraba el de Marina Alfonso, La Coronada, cuya leyenda resulta digna de mención.
Marina Alfonso, noble dama mirobrigense, era un prodigio de hermosura y un dechado de castidad. Se belleza despertó la pasión de un rey empeñado en derrocar su virtud. La honrada dama rechazó las ofertas y amenazas del soberano, pero ante su persistencia se vio obligada a tomar una dura decisión. Antes de que el rey viera satisfechas sus pretensiones, la
joven arrojó sobre su cuerpo una olla de aceite hirviendo que le desfiguró el rostro y le causó la muerte. Marina Alfonso fue enterrada en la catedral, en un suntuoso sepulcro, sobre el cual, el propio monarca mandó colocar una corona real, en recuerdo de tan memorable acción. Por ello, es conocida por el sobrenombre de La Coronada.