La Tarde de los domingos
Antes que comenzara el
cine el cura desde la ventanilla del antiguo
teatro echaba un vistazo para ver quienes estaban
bailando más agarrados de la cuenta. Eran tiempos de
bailar suelto con el tamboril. Los niños comprábamos bombas y petardos para tirarlos a las piernas de las muchachas. En el cine las mejores escenas nos las perdíamos por que el dedo tapaba mal la pantalla y el
coro de silbidos y pitidos detenía muchas veces la función. A la salida del cine, nada más comenzar
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