Vida en La Alberca: Al calor de la lumbre de suelo
En la década de los sesenta era muy corriente en los meses de otoño que hubiera días con fuertes vendavales acompañados de racheadas lluvias que agitaban los numerosos y elevados castaños y nogales que rodeaban el pueblo. Silbaba el viento entre los aleros de los desafiantes tejados y descolocaba alguna teja que iba a necesitar el socorro de un cubo que había después que vaciar a la calle."¿Agua va...!"
En lo alto de la cocina y sentados en tajos de tres patas al lado de la lumbre de suelo el padrino nos contaba historias, leyendas o sucesos de la vida local. Una bandeja de obleas siempre estaba presente al alcance de la mano: "¿Vamos comed que hoy el viento pega de lo lindo!" Bueno:"¡Pillastra, esperemos que no se vaya la luz!" Y en efecto, el vendaval había arrancado en la dehesa algunos postes y esa tarde ya sabíamos que teníamos que irnos pronto para casa. Del campo llegaban algunos campesinos montados en sus mulos y recubiertos de grandes capas chorreando agua por todas partes. Los más jóvenes se cubrían la cabeza y la espalda con un saco y con una vara finita conducían a las cabras torponas o al cerdito rebelde. Daba gusto ve la cestita de "cogolmillos" recien cortados y las manzanas, peras o castañas que brillaban entre los productos que traían del campo. Después el velón, un candil o una vela nos iban a acompañar a cenar pronto. (continúa).
En la década de los sesenta era muy corriente en los meses de otoño que hubiera días con fuertes vendavales acompañados de racheadas lluvias que agitaban los numerosos y elevados castaños y nogales que rodeaban el pueblo. Silbaba el viento entre los aleros de los desafiantes tejados y descolocaba alguna teja que iba a necesitar el socorro de un cubo que había después que vaciar a la calle."¿Agua va...!"
En lo alto de la cocina y sentados en tajos de tres patas al lado de la lumbre de suelo el padrino nos contaba historias, leyendas o sucesos de la vida local. Una bandeja de obleas siempre estaba presente al alcance de la mano: "¿Vamos comed que hoy el viento pega de lo lindo!" Bueno:"¡Pillastra, esperemos que no se vaya la luz!" Y en efecto, el vendaval había arrancado en la dehesa algunos postes y esa tarde ya sabíamos que teníamos que irnos pronto para casa. Del campo llegaban algunos campesinos montados en sus mulos y recubiertos de grandes capas chorreando agua por todas partes. Los más jóvenes se cubrían la cabeza y la espalda con un saco y con una vara finita conducían a las cabras torponas o al cerdito rebelde. Daba gusto ve la cestita de "cogolmillos" recien cortados y las manzanas, peras o castañas que brillaban entre los productos que traían del campo. Después el velón, un candil o una vela nos iban a acompañar a cenar pronto. (continúa).