LA ALBERCA: "¡Quisca, vamos a esperar a coche!"- "Ya bajo, esperarme...

"¡Quisca, vamos a esperar a coche!"- "Ya bajo, esperarme en la Crú!"
Fue en la década de los años sesenta cuando más emocionantes se hicieron las llegadas del coche de línea. Algunos albercanos con pelliza y botos de cuero empezaron a sustituir a aquellos otros que con típico traje serrano se desplazaban a la ciudad. Iban a la capital charra a hacer sus negocios y en el mes de septiembre a las ferias de ganado y corridas de toros. Recuerdo como en algunos días de feria llegaban ya los dos coches de línea (incluido el de la línea de la Herguijuela que conducía Manolo) a las diez de la noche. Y los chiquillos oíamos hablar de Jumillano, Posada, Aparicio, El Litri, Farina, Lola Flores, Juanita Reina, ... Pero los viajes a Salamanca seguían siendo, pese a que los cohes eran ya más modernos, desaparecían los fielatos y se arreglaban las carreteras, bastante cansados. Vitor traía los pedidos de la farmacia, las quinielas del bar y los recados que la gente le encargaba.
En los días de invienrno había algunos días que el auto que llegaba a las siete de la mañana entraba por la Puente y paraba junto a la Posada de Belisario, al lado del comercio de la Pilata. Algunos viajeros aprovechaban el momento de la parada para hacer aguas menores en un rincón oscuro que había junto a la taberna del Colorado.Como el rincón lo ponían perdido y con malos olores, cuentan que el cura de Mogarraz recibió medio jarro de agua y la señora que se lo echó le advirtió que no le echaba el otro medio jarro por respeto a ser el señor cura del mencionado pueblo vecino. Ya en la década de los setenta el coche de línea empezó a perder viajeros y admiradores de sus llegadas. Los emigrantes que venían de Francia y Suiza traín sus buenos coches, los automóviles particulares y taxis( el sr.Honorio, Serafín, Jacinto), empezaban a facilitar nuevos servicios y cambiaban las nuevas costumbres la vida de este singular pueblo de Castilla. -ISIBE-.