Hay dos pájaros que nos son especialmente simpáticos a los humanos: Las cigüeñas y las golondrinas. En cierto modo podríamos decir que, tanto las primeras, como las segundas se han adaptado perfectamente al habitat humano. Cuando nuestros padres cultivaban en nosotros la inocencia y el sentido mágico de la existencia, explicándonos que los niños venían de Paris y que además los traían las cigüeñas en una bolsa colgada de su pico, yo siempre me creí lo de las cigüeñas pero en cuanto a lo de Paris muchas veces me pregunté y por qué de Paris y no de cualquier otra parte del mundo; debo explicar también que cuando visité por primera vez Paris, en mi juventud, casi que comprendí un poquito la mentirijilla piadosa de nuestros padres y abuelos, y que nos dijeran que venían de París, la ciudad de la luz y del amor. Las Cigüeñas están envueltas para mí en un cierto halo de misterio, de magia y de romanticismo.
Este año las cigüeñas casí que me han ehcho retornar al mundo mágico y ya lejano de mi infancia y juventud, pues las he visto hacer su nido sobre una almena de la torre del Castillo de Tejeda; sobre el tronco viejo y carcomido de un viejo álamo en Alcacerén, y sobre las torres del tendido eléctrico. Comprendéis ahora por qué os hablo de las cigüeñas; en realidad no descubro nada nuevo; ya los Egipcios, los Griegos y los Romanos sintieron respeto y admiración por estos dos pájaros. Y qué decir de las golondrinas que anuncian la primavera e inundan de alegría y de vida el paisaje rural con sus trinos y sus rápidos vuelos sobre los tejados. No recordáis, cuando entraban a hacer sus nidos en las vigas de las tenadas y pajares, la auténtica veneración y respeto que sentíamos por estos diminutos y alegres pajarillos. Destruir un nido de golondrina era como una blasfemia, como destruir algo sagrado. Y más tarde cuando descubríamos la poesía de nuestro gran poeta Bécquer y leíamos junto a la mujer de nuestros sueños el extraordinario poema "Volverán las oscuras golondrinas", no recordáis con qué inmensa pasión y nostalgia hemos leído este hermoso poema a la mujer que amábamos. En y desde Rinconada.
Este año las cigüeñas casí que me han ehcho retornar al mundo mágico y ya lejano de mi infancia y juventud, pues las he visto hacer su nido sobre una almena de la torre del Castillo de Tejeda; sobre el tronco viejo y carcomido de un viejo álamo en Alcacerén, y sobre las torres del tendido eléctrico. Comprendéis ahora por qué os hablo de las cigüeñas; en realidad no descubro nada nuevo; ya los Egipcios, los Griegos y los Romanos sintieron respeto y admiración por estos dos pájaros. Y qué decir de las golondrinas que anuncian la primavera e inundan de alegría y de vida el paisaje rural con sus trinos y sus rápidos vuelos sobre los tejados. No recordáis, cuando entraban a hacer sus nidos en las vigas de las tenadas y pajares, la auténtica veneración y respeto que sentíamos por estos diminutos y alegres pajarillos. Destruir un nido de golondrina era como una blasfemia, como destruir algo sagrado. Y más tarde cuando descubríamos la poesía de nuestro gran poeta Bécquer y leíamos junto a la mujer de nuestros sueños el extraordinario poema "Volverán las oscuras golondrinas", no recordáis con qué inmensa pasión y nostalgia hemos leído este hermoso poema a la mujer que amábamos. En y desde Rinconada.